BASURALa basura de la pandemia: qué dicen los residuos sobre la emergencia sanitaria

A pesar de un descenso inicial en las toneladas de basura diaria generada, la IMM considera que ya se volvió a una "cantidad normal".Puede decirse que una sociedad habla a través de su basura: cuánto desecha, de qué residuos se despoja, cómo y dónde lo hace, comunican sobre el momento que transita. En este caso, atravesada por la emergencia sanitaria, hay observaciones que los distintos actores involucrados señalan al respecto.

En el momento más álgido del confinamiento, cuando el gobierno insistía en el “quedate en casa”, y por el mundo circulaban imágenes de aguas transparentes y delfines próximos a las costas, la Intendencia de Montevideo (IMM) detectó que entre el 13 de marzo y el 30 de abril ingresó un 9% menos de residuos domiciliarios en comparación al mismo período del año anterior.

Quienes saben sobre el tema remarcan que cuando mejor está una comunidad en términos económicos, mayor es su consumo y por tanto genera más basura. Lo mismo sucede a la inversa. Si además se sumaba la cantidad de residuos generados por empresas en ese mismo período, el descenso interanual se situaba en un 15%.

A esta fecha, sin embargo, ya se registra una “cantidad normal” para la época del año, según dijo el encargado de Gestión Operativa de Limpieza de la comuna, Carlos Gómez. Tales parámetros se sitúan en torno a las mil toneladas que ingresan a diario a la Usina Felipe Cardoso.

“El restablecimiento de varias empresas que abrieron sus puertas nuevamente ha hecho que haya incrementado ese tipo de residuos”, señaló en diálogo con El Observador, en referencia a los desechos no domiciliarios. Estos últimos no pueden ser dispuestos en los cerca de 11.500 contenedores que tiene distribuidos la IMM por el departamento, reservados para la basura de los hogares.

Desde 2013 la normativa departamental exige que las empresas tengan un Plan de Gestión de Residuos Sólidos (PGRS), que mandata a contratar transportistas –o tramitar la habilitación para hacerlo ellas mismas– y pagar el ingreso al vertedero a un costo de $1.264 (1 UR). Según consta en los registros de la Dirección Nacional de Medio Ambiente (Dinama), hay 402 gestoras de residuos habilitadas -o en vías de estarlo- en todo el país.

Carlos Silva, presidente de la Unión de Clasificadores de Residuos Urbanos Sólidos (Ucrus), es uno de ellos desde que abandonó el carro tirado a caballo para montar un emprendimiento familiar. En diálogo con El Observador, explica que desde hace tres meses trabaja con farmacias, que en este contexto tienen “una venta espectacular”. “La cantidad de bolsones de cartón, nylon y papel es cada vez más grande”, comenta.

Descartable
“Estamos todos de acuerdo con una política de eliminar determinados envases, pero la protección sanitaria lleva a que se use mucho más descartable”, expone Juan Abdala, quien asesora a la Cámara Nacional de Comercios y Servicios (CNCS) en materia ambiental.

Abdala utiliza el ejemplo de la vajilla: por motivos de higiene, los vasos para el café de un solo uso son más viables en contexto de pandemia que las tazas.

Federico Baraibar, director de Cempre (Compromiso Empresarial para el Reciclaje), declara al respecto: “Ha habido un aumento, no sé si del peso, pero sí del volumen de los residuos por el uso de mucho descartable”.

Por su parte, Abdala apunta que la situación es “complicada” dado que en cuestión de semanas las autoridades municipales cambiarán, así como también hace unos meses las personas que lideraban la Dinama “eran otras”. “Lo que podemos hacer es ir estudiando, tener el tema en agenda y entrenar a la gente para que responda”, manifiesta Abdala. En este sentido, hace dos años que la CNCS tiene un programa con financiamiento del Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional (Inefop) para capacitar a los trabajadores.

En el marco del reintegro a la presencialidad, cada protocolo exige sin excepción el uso de tapabocas, alcohol en gel y limpieza exhaustiva de las instalaciones. La coyuntura, una vez más, se expresa en la basura. “Tapabocas se ve mucho, que antes no se veía, y alcohol en gel que la gente empezó a descartar”, indica Gómez, de Limpieza de la IMM. No obstante, aclara que “si bien se ve en la acumulación, no es valorable en cuanto al peso”.

Donde sí hay una apreciación significativa en cuanto al kilaje es en el ámbito industrial, según consta en el acumulado de envases por año declarado por las empresas de la Cámara de Industria a la Dinama. A la fecha del 3 de agosto, las compañías declararon un total de casi 73 mil toneladas, lo que representa una caída del 14% respecto a los materiales declarados a fines de 2019.

Despojos de pandemia
“En el volumen global, te diría que no ha habido incremento. Por el contrario, ha habido disminución, porque ha disminuido el número de pacientes internados”, cuenta Eduardo Henderson, gerente general de la Administración de Servicios de Salud del Estado (ASSE), a El Observador.

Desde 2013, el tratamiento de los residuos sanitarios está reglamentado por decreto del Poder Ejecutivo. Estos necesitan un procesamiento especial, además de costar el doble ($2.526 por tonelada) en ser ingresados al vertedero.

Según admite Silva, presidente de Ucrus, el rubro configura “un servicio que se cobra muy bien”.

A modo de ejemplo, ASSE invierte cada mes casi $5 millones en la recolección de sus residuos. En la licitación se establece por el plazo de un año cada uno de los centros a atender, y la frecuencia con que deberá ser recogida su basura -variando entre frecuencias diarias para grandes hospitales como el Maciel y el Pasteur, y mensuales para pequeñas policlínicas del interior-.

Henderson explica que hay tres tipos de desechos en el ámbito de la salud: la mayoría, un 80% del total, son comunes, y van desde un almanaque hasta los restos de un almuerzo del personal.

Luego están los residuos contaminados o potencialmente contaminados, donde están incluidos todos los equipos de protección personal de los médicos -sobretúnica, mascarilla, guantes y gafas- sugeridas en el protocolo del Ministerio de Salud Pública. Según el gerente, estos representan un 19% del total.

Y tercero, están los llamados “residuos corto contusos”, como jeringas y bisturís, que no superan el 1%.

Los segundos deben recibir un tratamiento especial, mediante tecnologías como el autoclavado, que consiste en la esterilización de los desechos a partir de calor y presión. Una vez reducida la carga contaminante, pueden ser llevados al sitio de disposición final.

Al inicio de la emergencia sanitaria, la Dinama dispuso la inspección de las cinco plantas para el tratado de residuos sanitarios -tres en Montevideo, una en Canelones y otra en Cerro Largo- y concluyó que “el país cuenta con las capacidades” para gestionarlos adecuadamente”. La Dinama estima que cada mes se generan 530 toneladas de este tipo de desechos.

Riesgo para los clasificadores y hurgadores
“Hay una fracción que no es recuperable que está mal dispuesta”, dijo Carlos Silva, presidente de la unión de clasificadores. “Por ejemplo, las mascarilla, guantes y pañuelos descartables entre medio de los residuos de los que la gente recupera comida y materia prima para vender”, manifestó.
Los hospitales están obligados por decreto a señalar cuáles son los desechos contaminados. El problema radica en la basura de los hogares y los comercios, dado que todo va a parar a la misma bolsa.
Sobre este tema emitió una serie de recomendaciones la Cámara de Empresas Gestoras de Residuos, destinadas a los despojos de personas infectadas de covid-19. En ellas se sugiere tirar todo lo generado por el enfermo en una bolsa, y cerrarla dentro de la habitación. Luego, debe colocarse dentro de una segunda bolsa, que también debe quedar cerrada antes de salir del lugar.
Recién ahí los despojos pueden ir a la bolsa de basura del hogar, y de ella para el contenedor.

Diario EL OBSERVADOR -Montevideo - URUGUAY - 10 Agosto 2020