cambios en la composicionCambios en la composición del empleo: más estructural que cíclico

Un nuevo equilibrio en el mercado de trabajo podría estar ocurriendo, con un nivel de “piso” de ocupación más alto que previo a la pandemia, pero con un “techo” de crecimiento más bajo.En términos promedio anual, en 2022 el mercado de trabajo en Uruguay operó con 31 mil empleos por encima de 2019 y una tasa de desempleo muy parecida a su valor de tendencia (en torno a 8%). Sin embargo, comienza a visualizarse evidencia de cambios significativos en su composición, algunos vinculados al ciclo económico y otros por factores estructurales que la pandemia habría agudizado o propiciado. Repasemos algunos de ellos:

Ignacio Umpiérrez (*)

Heterogeneidad territorial. En términos geográficos, el interior del país absorbió gran parte de esa recuperación y Montevideo quedó rezagado. En 2021, 9 de cada 10 y en 2022, 7 de cada 10 empleos creados fueron en el interior. De hecho, la brecha de empleo entre ambas regiones alcanzó el nivel más bajo desde 2006. Sin embargo, no hay evidencia de comportamientos similares entre zonas del país. Maldonado, a pesar de dos temporadas turísticas muy negativas, ha sido el departamento más dinámico alentado por la inversión inmobiliaria, la recepción de argentinos y el auge de los servicios. En el otro extremo, Montevideo parece haber sufrido los cambios en materia de movilidad y trabajo a distancia que la pandemia catapultó.

Sectores ganadores y perdedores. Por un lado, el agro y la construcción tuvieron una recuperación cíclica, muy habitual en momentos donde el ciclo de los commodities es favorable y se percibe un buen clima de negocios. Adicionalmente, en la construcción estuvo el factor UPM y toda su infraestructura conexa, así como el boom de desarrollo inmobiliario. Asimismo, sectores intensivos en empleo como la industria y el comercio agudizaron sus ajustes estructurales de productividad y por ende experimentaron una recomposición de la rentabilidad empresarial: producen más con un menor nivel de ocupados. Del otro lado, los servicios afectados por las restricciones de la pandemia (servicio doméstico, transporte, entretenimiento, restaurantes y hoteles) no lograron recuperarse. Mientras tanto, aquellos de mayor calificación relativa fueron generadores netos de empleo, en sectores como la salud, la enseñanza, las comunicaciones, la banca, las actividades profesionales o las tecnologías de la información.

Ocupaciones de alta y baja calificación. Esto último, se observa de mejor manera a nivel de ocupaciones donde para cada perfil existe un nivel educativo esperado, tareas específicas y habilidades requeridas. Desde esta perspectiva, se demandaron ocupaciones de mayor calificación por sobre las menos calificadas. La pérdida de empleos en ocupaciones elementales (a modo de ejemplo, peones, personal de servicio y limpieza, vendedores ambulantes, repartidores, entre otros) y vendedores de comercio y los servicios, fue más que compensada por personal de apoyo administrativo, técnicos y profesionales de nivel medio, profesionales, entre otros.

Formalidad y calidad. La mayor calificación en el margen de los ocupados, parece consistente con la disminución de la informalidad en 4 puntos porcentuales. A esto hay que agregarle el incentivo que generó la pandemia para el acceso a la matriz de protección social. Sin embargo, la calidad del trabajo va más allá del aporte la seguridad social. De hecho, considerando desocupados, desalentados y subempleados hay 310 mil uruguayos con algún tipo de problema de empleo, esto es, el 17% de la población activa.

Problemas con sesgo juvenil. Finalmente, en un país donde 6 de cada 10 desocupados tiene menos de 30 años y la tasa de desempleo en jóvenes en tres veces superior a la media nacional, el problema de empleo juvenil es otra de las tendencias estructurales del mercado de trabajo que la pandemia aceleró. En este sentido, los jóvenes de entre 18 y 24 años han sido el único tramo etario (junto con el de 65 o más) que no recuperó los niveles de ocupación previos (11 mil empleos por debajo). Eso ocurrió más bien porque la pérdida de empleos en jóvenes sin Ciclo Básico terminado no compensó la mayor creación en aquellos con formación terciaria en curso o finalizada.

De esta forma, se derivan algunas conclusiones finales.

En primer lugar, la recuperación cíclica del mercado de trabajo parece estar llegando a su fin, en línea con el menor dinamismo esperado de la actividad. Al respecto, la economía procesó un ajuste de productividad aparente, que el paso del tiempo confirmará si respondió a factores cíclicos o más bien de estructurales o de oferta.

En segundo lugar, el nivel de ocupación actual podría constituir un nuevo equilibrio en el mercado de trabajo de difícil reversión. Ese “piso” es consistente con las mejoras en términos de la formalidad y calificación de los ocupados. Sin embargo, existen cuellos de botella estructurales que operan como “techo” a la creación de puestos de trabajo a futuro. En particular, existe una demanda de ocupaciones, principalmente asociada a servicios de alta calificación, que la oferta tendrá dificultades para absorber: bajos niveles de formación, no finalización de los ciclos educativos y problemas de re-capacitación.

Finalmente, como lo reporta el INE mensualmente, finalizar el Bachillerato no parece impactar positivamente en menores tasas de desempleo y por ende de empleo, con particular énfasis en los jóvenes. Esto deja en evidencia que los altos niveles de abandono educativo forman parte de una decisión racional para muchos de ellos. Lo anterior llama a diseñar políticas activas de empleo focalizadas en función de estas vulnerabilidades contemplando la política educativa como una herramienta insustituible.

En definitiva, al igual que en otras partes del mundo, en Uruguay los cambios en la composición del empleo luego de la pandemia tienen un sesgo más estructural que cíclico.

(*) En coautoría con Deborah Eilender (Centro de Estudios para el Desarrollo).

Diario EL PAIS -Montevideo - URUGUAY - 06 Febrero 2023