econimias6Un país desarrollado

Hay que asumir que, como sociedad, tenemos un problema de fondo”. Esas palabras pertenecen al contador Bruno Gili, socio del estudio Ferrere, quien en una muy jugosa (y comentada) entrevista, hizo algo que es poco común en el debate nacional: mirar a largo plazo.Gili, una figura de peso en el debate público local, comentaba así el informe del ministerio de Economía sobre el crecimiento potencial del país en los próximos años.

Allí se planteaba que este crecimiento hasta el 2030 sería de apenas 2,1%, algo que Gili considera totalmente insuficiente para lograr que Uruguay ingrese al mundo desarrollado. “Si Uruguay no crece una tasa por lo menos de 3%, es imposible construir un Estado de bienestar moderno y justo para toda la sociedad. Habrá algunos años mejores, se podrá distribuir un poco más en algún momento, pero poco vamos a avanzar”.

Según grafica Gili, “el ingreso per capita en Uruguay, por poder de compra, es de unos 23 mil dólares. La mitad de cualquier país desarrollado. Los europeos más pobres de la OCDE, Portugal o Grecia, nos sacan ventaja. Y con el crecimiento potencial estimado, la brecha puede terminar siendo mayor”.

El diagnóstico, hasta aquí, es claro y compartible. Por eso, gente de todos los partidos y orientaciones, acudió presto a las redes sociales a congratularse de estos comentarios, y con la mejor pose de capitán que otea el horizonte, alertar de que así como vamos, vamos mal. La cosa se complica cuando vemos el camino que habría que tomar para que mejoren.

Gili explica que para romper este estancamiento, hay que actuar en tres frentes: productividad del trabajo, formación del capital humano, e inversión. El problema es que para poder hacer reformas de fondo que mejoren en estos tres aspectos, hay que chocar con el obstáculo del principal bloque conservador del país: el sindicalismo profesional y su brazo político, el Frente Amplio.

Empecemos por lo último. Para que se potencie la inversión, en un país que carece de ahorro propio, hay que ser atractivos para los fondos externos. Eso implica ofrecer garantías y rentabilidades que justifiquen que alguien invierta su dinero en Uruguay y no en su propio país. Sin embargo, cada inversión externa seria (salvo UPM) es mirada con recelo, cuando no se la combate, por parte del tándem conservador “de izquierda”. Entre los altos impuestos, los bizarros regímenes laborales, la prepotencia gremial, y las taras ideológicas... muy difícil.

Uruguay tiene serios desafíos por delante si quiere romper la barrera del subdesarrollo. Pero ninguno de los problemas a resolver se puede encarar con el freno de mano permanente de un sector del país que no quiere aceptar los cambios en el mundo.
El segundo tema es la formación del capital humano. Allí está el nudo gordiano de la educación, que desde hace años está en manos de un par de gremios para los cuales los modelos de desarrollo son Cuba y Venezuela. Que no solo no aceptan cambios que mejoren el sistema, sino que ni siquiera reconocen los diagnósticos, y que consideran cualquier tibio intento de cambio, un ataque a sus “derechos”. Eso mientras el resultado de su trabajo es lo último que cuidan, como queda en evidencia en el hecho que hayan decretado un paro el primer día de clase de 2022.

Por último el tema de la productividad. Otro asunto que cada vez que ha querido ser encarado, ha generado la respuesta airada y vituperante del estamento sindical, que no acepta cambiar nada del régimen actual.

Vale señalar aquí, que durante los 15 años de gobierno de Frente Amplio, que cuenta con afinidad obvia con el mundo sindical, no se cambió nada para mejorar en estos tres rubros. Nada. Apenas se tiró más plata (ajena) sin reclamar ningún resultado concreto a cambio.

Pero, y acá viene lo importante, cuando un nuevo gobierno legítimo y democrático, intenta dar unos tibios pasos en la dirección correcta, sindicatos, Frente Amplio y su mundillo intelectual afín, desatan una guerra total, donde parece que la Ley de Urgente Consideración fuera una tragedia nacional.

Esa LUC que busca, entre otras cosas, mejorar el gobierno de la educación para poder cambiar algo, modernizar las relaciones laborales para que un grupito de fanáticos no perjudique con ocupaciones a todo el país, dar mejores condiciones de seguridad. Cosas que impactan directo en los tres ejes señalados por Gili, inversión, productividad y formación de capital humano. Es más, el informe que desata el comentario de Gili y los aplaudidores de las redes, es producto de un cambio que vino con la propia LUC.

Todos queremos un país desarrollado. Solo falta que muchos de ese bloque conservador acepten que para lograrlo hay que hacer las cosas distinto. Y que los que ponen pose de intelectual en las redes, apoyen sin titubeos ni culpas ideológicas, cuando alguien viene y se hace cargo de lo que hay que hacer para mejorar.

Diario EL PAIS -Montevideo -URUGUAY - 24 Febrero 2022