¿Puede haber una nueva crisis hídrica en Uruguay? Avances y debes en la gestión del agua a un año de la sequía
Entre caños rotos, mejoras en el monitoreo, nuevas tecnologías y polémicas en torno al proyecto Neptuno, así está la situación del agua potable en el país.Este 23 de agosto hace exactamente un año que el gobierno uruguayo puso fin a la declaración de emergencia hídrica en la zona metropolitana.
Fue la peor sequía en 70 años y afectó a casi dos millones de personas. ¿Hemos aprendido algo? ¿Qué se está haciendo hoy para mejorar la gestión del agua? El País conversó con autoridades y expertos en recursos hídricos para conocer más acerca de estas cuestiones.
El problema de las pérdidas de agua
“No aprendimos nada, lamentablemente”, dijo a El País Daniel Panario, doctor en Gestión del Agua, docente grado 5 de la Facultad de Ciencias de Udelar y exdirector del Instituto de Ecología y Ciencias Ambientales, y señaló que lo que más le preocupa son los “caños rotos”. El experto recordó que “casi la mitad del agua se va por pérdidas”. “Pero claro, es más barato potabilizar cualquier fuente de agua, así sea una cloaca, que arreglar caños”, enfatizó.
“Reparar las cañerías puede darnos la misma cantidad de agua que el proyecto Neptuno, que traerá agua de muy mala calidad”, apuntó Panario, que considera primordial reducir las pérdidas a, al menos, el 25%.
Ante la consulta de El País sobre el volumen de las pérdidas de agua potable, Raúl Montero, presidente de OSE, dijo que son de un 49,2%, aunque aclaró que no toda esa agua se va “en el sentido de que no sea consumida por la población”. En ese porcentaje están los consumos autorizados y no facturados —como los de Bomberos o los propios de OSE—, además de las pérdidas físicas (fugas en la red; los caños rotos de los que habla Panario) y las aparentes (errores de medición y fraudes). Esto se conoce como ‘agua no contabilizada’.
Montero afirmó que “ese porcentaje grueso no incidió de manera importante en la crisis hídrica”. “Aunque el índice RANC (Rendición de Agua No Contabilizada) fuera mejor, no hubiera cambiado nada”, sostuvo, pero reconoció que “lo que sí hay es un problema económico”.
Según el jerarca, OSE sustituye menos del 1% de las redes de agua potable por año y estima un presupuesto anual de US$ 80 millones en gastos operativos relacionados. De seguir así, llevaría al menos 100 años cambiar todas las tuberías, “y cuando se lograra ya habría caños de 100 años”. La solución —dijo— no es sustituir todo junto porque, además del costo, “las tuberías fundacionales coinciden con los centros de las localidades y sería invasivo y conflictivo”.
Entonces, ¿cuál es la alternativa? Desde la entidad señalaron que están trabajando con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Ministerio de Ambiente “a efectos de elaborar estrategias para la reducción de agua no contabilizada con alcance nacional y un plan específico para el área metropolitana”. En cuanto a los objetivos, “son proyectos graduales y en la primera etapa se estima una mejora del 3 al 5%, aproximadamente”.
Montero apuntó que no toma como una crítica que se hable de la falta de sustitución sistemática de tuberías. “Desde OSE siempre se tuvo la visión de crecer y llegar a todos los pobladores urbanos. Hoy, gracias a esa política, tenemos una cobertura cercana al 100% e incluso llegamos a algunas zonas rurales. Y esto fue a costa de no usar dinero para sustituir lo que iba quedando antiguo”, subrayó. Para el jerarca la clave está en realizar un estudio técnico y definir dónde es “imprescindible” el cambio, así como aportar tecnología para mejorar el control y la inteligencia de la red.
En agosto de 2022 se aceptó un proyecto presentado por las empresas Seinco y CSI Ingenieros para brindar servicios especializados de ingeniería, gerenciamiento y seguimiento del plan de reducción de agua potable no facturada en OSE. “El año pasado fue tan duro, que lamentablemente no pudimos avanzar con la velocidad que requiere un tema como este, tan importante”, expresó Montero
Potabilizar agua
Vistazo al debate sobre proyecto Neptuno
El proyecto Neptuno o Arazatí es una iniciativa privada que potabilizará agua del Río de la Plata. En un manifiesto publicado en 2022 por investigadores del Instituto de Ecología y Ciencias Ambientales (IECA), la Facultad de Ciencias y el Centro Universitario Regional del Este (CURE) se plantea que este río “si bien tiene un volumen prácticamente inagotable, está sometido a la contaminación de cuencas y efluentes sobre las cuales se carece de soberanía”.
Entre otras cosas, también dice que “la calidad del agua está comprometida por intensas floraciones de cianobacterias tóxicas recurrentes en la zona” y que el aumento de temperatura como resultado del cambio climático puede provocar mayor intensidad de vientos en verano, reforzando la entrada de agua oceánica y la intrusión salina, y mayor riesgo de floraciones de cianobacterias tóxicas.
“La crisis hídrica en parte fue provocada, porque si asustamos a la gente con que se quedan sin agua, entonces hacemos Neptuno”, opinó Panario, que integra el IECA. “En la medida en que traigan agua del Río de la Plata, tendrá bromoformo. Y si quieren sacar esta sustancia habrá que usar ozono, que es carísimo para nosotros”, agregó. Según la Agencia para Sustancias Tóxicas y el Registro de Enfermedades de Estados Unidos, la exposición a niveles bajos de bromoformo “no parece afectar seriamente el cerebro, el hígado o los riñones”, pero niveles más altos podrían lesionar estos órganos e incluso producir cáncer.
En una postura opuesta se expresó Alejandro Ruibal, presidente de la Cámara de la Construcción y de la constructora Saceem, quien en una nota publicada el mes pasado en El País sostuvo que “el agua potable de la nueva planta tendrá mayor calidad que la que proviene de Aguas Corrientes”.
El debate aún continúa.
Avances en la cuenca del río Santa Lucía
En diálogo con El País, el subsecretario del Ministerio de Ambiente, Gerardo Amarilla, resaltó: “En menos de 12 meses pasamos por sequía e inundaciones, los dos extremos, en la misma cuenca. Debemos fortalecernos para responder rápidamente a estas situaciones”. Con ese objetivo, la Dinagua encabezó el proyecto ‘Tecnología y modelación para la gestión integrada de las aguas como adaptación al cambio climático de la principal fuente de agua potable de Uruguay’, que culminó el mes pasado. Según los datos divulgados, esto mejoró la red de monitoreo y las herramientas de modelación en la cuenca del río Santa Lucía.
Como resultado, se desarrolló una herramienta de modelación de cantidad, calidad y gestión del agua y un sistema operativo para alerta temprana de eventos extremos. Modelar implica, por ejemplo, “partir de datos del caudal en ciertos puntos de la cuenca y estimar cuál sería el caudal en otros puntos donde no hay información”, explicó a El País la directora de División Cuencas y Acuíferos del área de Planificación de Recursos Hídricos de Dinagua, Viveka Sabaj. De esta forma, estos modelos hídricos permiten “prever escenarios” —como aumento o disminución de las precipitaciones— y ver cómo impactarían en la gestión del agua.
Además, en sectores de la cuenca que no contaban con datos de medición automática se instalaron tres telepluviómetros que mandan información en tiempo real al Instituto Uruguayo de Meteorología (Inumet). También, una sonda multiparamétrica que mide de forma continua la calidad del agua en la represa Paso Severino y se incorpora a la red de estaciones de la Dirección Nacional de Calidad y Evaluación Ambiental (Dinacea).
“La idea es que estos desarrollos se fortalezcan aún más y estemos mejor preparados para una próxima sequía o inundación”, señaló Sabaj. Por su parte, el subsecretario de Ambiente mencionó que estas herramientas sirven para tomar decisiones con más tiempo: “Si en diciembre del 2022 hubiéramos sabido que tendríamos seis o siete meses prácticamente sin lluvia en la cuenca, quizás hubiéramos podido mejorar la gestión de las reservas y empezar antes con el trasvase de algunas cuencas”.
En adelante, “queda fortalecer la red hidrológica y el monitoreo con mayor inclusión de tecnología”, sostuvo el jerarca, ya que “se hace medición automática en algunos puntos de los ríos Negro, Uruguay y Santa Lucía, pero la mayoría aún es mecánica”. En este sentido, contó que quieren llevar el proyecto de tecnología y modelación a otras cuencas del país, aunque señaló que todavía no hay “un plan ni lugares definidos”.
Consultado sobre este punto, Panario dijo que “está bien monitorear, pero lo que hay que hacer es restaurar la cuenca del Santa Lucía, que está destrozada por la agricultura y la forestación”. Para el experto, la clave está en mejorar el manejo de la cuenca; “algo que hasta ahora no se ha hecho porque implicaría hacer restricciones a la agroindustria”.
El río Santa Lucía es “excepcional”, remarcó y enfatizó: “Si no empezamos por un trabajo de restauración, podremos hacer previsiones, pero no cambiará la realidad”.
Agua y desarrollo local
Cuidar los pozos de agua y hacer partícipe a la comunidad
El proyecto ‘Tecnología y modelación para la gestión integrada de las aguas como adaptación al cambio climático de la principal fuente de agua potable de Uruguay’ dio pie a dos programas piloto, uno de perímetros de protección de pozos de abastecimiento de agua potable y otro de monitoreo participativo hidrometeorológico.
En el primer caso, se trabajó con más de 40 pozos en ocho localidades del departamento de San José que extraen agua del Sistema Acuífero Raigón (Villa María, Puntas de Valdez, Libertad y Ciudad del Plata; Raigón, Villa Rodríguez, Capurro y Pueblo Nuevo) y se hicieron actividades de difusión en centros educativos, contó Viveka Sabaj, de Dinagua.
En el segundo caso, se instalaron cuatro tótems con cartelería para el registro fotográfico de nivel de agua en Canelones, Florida, San José y Lavalleja, y se trabajó con dos centros educativos y dos grupos de vecinos para informar acerca del monitoreo hidrológico e invitarlos a participar.
Lo que podemos aprender de la gestión del agua en otros países
A pesar de las críticas, Panario señaló que, en cuanto a calidad, el tema está peor en los países de la región. “Acá todavía podemos tomar el agua de la canilla”, reconoció. No obstante, “que sea potable significa que una cantidad de contaminantes están dentro de cierto rango, pero no hay forma de establecer qué es lo que ocurre con la suma de todas las porquerías que trae el agua. Cada una por separado está dentro de la norma, pero estamos tomando un cóctel, y el cóctel no tiene normas”.
Entonces, ¿a dónde miramos? Para él, Alemania es buen ejemplo porque “no quieren tomar más agua superficial”. “Quieren extraerla de las napas freáticas, lo que es mucho mejor, aunque más caro”, aclaró.
Finalmente, dijo que en Uruguay hay localidades que pueden “vivir tranquilas” con agua de napa: “El acuífero Guaraní puede abastecer de agua al norte del país sin ningún problema. Lo mismo con San Luis, donde vivo, que somos cinco mil habitantes y antes nos abastecíamos con agua del acuífero Raigón. Luego se les ocurrió darnos agua de la represa del Arroyo Sarandí; la gente la toma, pero yo no”.