Trabajan contra reloj en Minas por sequía histórica
Los habitantes serranos todavía no sienten el perjuicio la escasez de lluvias ni de falta de abastecimiento de agua, pero las autoridades imaginan el peor escenario y buscan soluciones con tiempo.El embalse San Francisco, la principal fuente de agua de la ciudad de Minas, está a un nivel tan bajo que no lo reconocen propios y extraños .
Por Joaquín Silva
El caño que toma esa agua, que parece algo más que un charco estancado -cuando en épocas de lluvia es un plato desbordante que tapa el mar de juncos que ahora están estáticos al sol-, y que debería abastecer a los cerca de 40.000 habitantes de la capital de Lavalleja, se muestra en la superficie como un largo animal muerto.
Nadie debería verlo así. Nadie, de hecho, lo había visto desde 1934, año en que OSE construyó esta represa y la planta potabilizadora que funciona aquí en el parque Carlos Maggiolo, y el caño que ahora espera por la instalación de un nuevo tramo para tomar la poca agua restante en una mayor profundidad -porque la evaporación hace prever a las autoridades que la longitud tal vez no alcance en poco tiempo- estaba a salvo a más de cuatro metros desde lo alto de la represa.
Eddy Correa, vecino de la zona desde siempre, contempla el paisaje con incredulidad apoyado en el manillar de la bicicleta, repite lo que todo el mundo -que nunca vio “algo así”- y se retira cuando el sol hace casi irrespirable el mediodía minuano de un 13 de marzo que bien podría ser pleno enero.
—Dicen que solo tenemos agua hasta este mes —lamenta el ciclista antes de arrancar.
Es que todo cauce de agua en la zona, o que alguna vez tuvo agua, muestra el lecho seco o casi seco, y un agua estancada en el mejor de los casos.
La situación del embalse San Francisco, y de todo reservorio de agua en la ciudad y sus alrededores, es reflejo de la dramática sequía que golpeó al país durante este verano como pocas veces, y que llevó al gobierno a decretar meses atrás la emergencia agropecuaria que hoy continúa vigente.
El daño económico a nivel nacional, tal como ha calculado el Ministerio de Economía y Finanzas, asciende a unos US$ 2.000 millones, lo que ha llevado al gobierno a recalcular las estimaciones de crecimiento económico de este 2022.
Pero lo que ocurre en Minas, donde el problema climático parece haberse ensañado, es de una magnitud que no tiene antecedentes.
Hubo, es cierto, algunos casos que especialistas y jerarcas traen a cuento para explicarse lo que está sucediendo. Se recuerda, así, una sequía importante en 1942, otra de 1989 que hasta ahora había sido la más grave -pero el caño no se había descubierto- y dos casos más de menor relevancia en 1999 y 2015.
La de 1999, sin embargo, según rememora el gerente de la región suroeste de OSE, Eduardo Liard, llevó al gobierno de entonces a construir una segunda planta sobre el río Santa Lucía, en la zona de Campanero, que es la explicación de que la situación hoy no sea aún más desesperante. No obstante, tampoco sirvió de mucho en estos días, porque ese tramo del río, al norte de la ciudad -en la ladera del cerro Arequita-, ha quedado interrumpido y se han formado lagunones aislados, para estrés de las autoridades de OSE, que en las últimas horas debieron ingresar a predios privados para -mediante mecanismos de bombeo- conectarlos y abastecer de agua el lagunón principal del que OSE también toma y potabiliza.
Por eso en el tránsito regular de Minas se ven camiones cisterna llevando agua de un lado a otro como parte de un “plan de contingencia” que también prevé el apoyo de logístico del Ejército para esta tarea.
No es lo único, porque el gobierno tiene varias opciones arriba de la mesa, algunas de las cuales ya se están ejecutando.
No es tampoco tema fácil de comunicar, en función de que lo primordial es evitar la alarma pública, que llevaría a la más indeseadas de las consecuencias: el círculo vicioso que empieza con el acopio de agua de los vecinos.
Pero al mismo tiempo, tanto en OSE como en la Intendencia de Lavalleja o en el Poder Ejecutivo, son conscientes de que, si no llueve esta semana, los días con reservas de agua están contados.
Así que, además de los camiones cisterna, OSE probó en la incursión de una mina -la mina de Valencia-, inexplorada hasta ahora, para retirar algo de agua y llevarla hasta el embalse San Francisco. Sin embargo, dice Liard, allí es difícil garantizar la seguridad de los funcionarios y calcular el rendimiento de esta reserva de agua. Por lo que siguen buscando y pensando opciones.
“La situación es compleja”, dice, en un intento de una síntesis suave, el intendente Mario García. “Hay reservas -agrega, en su fresco despacho- que estarían dando para semanas acá en Minas”, aunque asegura que no tiene un “estimativo exacto” de esa eventual cuenta regresiva.
La esperanza se deposita, entonces, en las anunciadas lluvias para este miércoles, pero ya ha habido desengaños en las últimas semanas, con lluvias que se esperan y terminan siendo chaparrones esporádicos y que no sirven porque caen en el centro de la ciudad, o en las afueras pero no dentro del área de las deshidratadas cuencas.
SEGÚN OSE
Turbiedad no afecta la salud
El agua no sale lo transparente que debería o que los minuanos están acostumbrados. Ese es un hecho que constatan los vecinos y que las autoridades no niegan.
Se aprecia en el vaso que se sirvió Daniel Bon y que comprobó El País, o en el balde que llenó, por su parte, Silvio Massa. Sin embargo, aunque ambos prefieren no beberla, esa agua no tiene ningún problema para la salud, porque de haberlo las autoridades lo alertarían de inmediato, según dijo a El País Eduardo Liard, gerente regional de OSE. “No tenemos un problema sanitario”, aseguró el jerarca, que explicó que esa turbiedad responde a la mayor presencia “de algún mineral, como el magnesio, lo que explica su tono amarillento”, dada la concentración de la escasa agua del embalse.
Baja de presión
Una rápida y primera medida tomada por OSE para esta ciudad fue disminuir la presión de agua, además de constantes mensajes de concientización que, al parecer, ha dado sus resultados.
Porque en los hechos se pasó de los 10 millones de litros que los minuanos suelen consumir por día a alrededor de ocho millones.
García menciona esa cifra - que también está en la memoria de Liard-, se levanta de su silla y va hasta el baño de la oficina: la baja de presión no se percibe a simple vista al abrir la canilla, aunque es verdad, lo reconoce el intendente, que el agua no sale todo lo transparente que uno esperaría.
Horas después, en la avenida José Pedro Varela, el vecino Daniel Bon lamentará que el agua que recibe en su casa esté “completamente turbia”, pese a que admite que la ha bebido sin problema.
Otro minuano, Silvio Massa, a varias cuadras de allí, en una zona más elevada de la ciudad dirá que se ha negado a tomarla aunque también es cierto que no suele hidratarse con agua de la canilla.
La turbiedad, que es reconocida por OSE, no supone, asegura Liard, ningún riesgo para la salud (ver recuadro).
A más de 120 kilómetros de distancia, en la Torre Ejecutiva, el ministro de Ambiente, Robert Bouvier, afirmó ayer que los funcionarios de OSE están trabajando sin descanso, que en la semana “se va a trabajar arduamente en buscar alternativas” de abastecimiento, y que el próximo viernes habrá una nueva evaluación general de la situación.
En Minas, un rato antes de esa rueda de prensa, el intendente de Lavalleja había destacado la “responsabilidad” de la población pero, sobre todo, la lección que las autoridades sacaron de esta experiencia: “Esto nos tendría que obligar a pensar, para el futuro, qué previsiones deben tomarse” para que esto no vuelva a ocurrir.