bahia puerto nacionJUAN ORIBE STEMMER
Bahía, puerto y nación

La confiada percepción de que existe un determinismo geográfico que asegura el futuro del puerto de Montevideo (y, por lo tanto, de nuestro país) forma parte de nuestro ADN colectivo. Sin embargo, está equivocada.En su historia del puerto de Montevideo (publicada en 1939), Fernández Saldaña opinó que, si “el Nilo es el padre del Egipto, se puede decir también que nuestro país es hijo del puerto de Montevideo”.

Para este autor, “Sin la bahía, su puerto, Montevideo no hubiera tenido motivo de ser, no hubiera existido tampoco… Así se ligan en lógica sucesión, el puerto natural, el campamento, la aldea, la villa, la ciudad y la Patria.” Y concluyó, “constituida ya la República, esa misma bahía originaria, a mérito de su sonada transformación en gran puerto artificial, -que pensábamos el mejor de América- será la esperanza de las generaciones, la clave de todas las prosperidades, el remedio de todos los problemas económicos, llegando al punto de convertirse, por casi todo el siglo pasado, en una verdadera obsesión nacional.”

En 1965, Reyes Abadie, Bruschera y Melogno definieron las tres grandes determinantes de la historia de la Banda Oriental: pradera, frontera y puerto. Reyes Abadie y Vázquez Romero retornaron a esa idea fundamental en su “Crónica General del Uruguay”. Escribieron que la “ciudadela militar, por lo tanto, se convirtió en ciudad puerto” en “cuya dimensión habría de señorear el destino de la Banda Oriental”. La pradera y el puerto fueron hijas de la naturaleza; la frontera fue “hija del tiempo y del drama de los hombres”.

Lo que demuestra la historia es que la geografía (la bahía y su ubicación sobre la margen Norte del Río de la Plata) ha sido a través de tres siglos una condición esencial para la gestación y desarrollo del puerto, pero no es la única condición necesaria. A la geografía se suma, para bien o para mal, la acción humana.

Tomando una perspectiva de largo plazo. La ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo vivió las primeras décadas que siguieron su fundación en los años 1724-1730 en una melancólica pobreza, asfixiada por las prohibiciones y limitaciones impuestas por el régimen colonial español.

Las reformas introducidas a partir de la década de 1760 por el rey Carlos III reconocieron las ventajas naturales de Montevideo, removieron las barreras institucionales que impedían el desarrollo de su movimiento de buques, cargas y personas, y crearon las condiciones para el auge de una próspera comunidad mercantil y portuaria. Esas medidas integraron directamente a Montevideo en un amplio mercado común dentro del marco del Imperio español. Las consecuencias fueron impresionantes. Para tener una idea: en 1769 se embarcaron en Montevideo apenas 5.197 cueros vacunos. En 1805 se embarcaron 458.915 cueros. A ello se sumaron nuevos productos (tasajo) y se abrieron nuevos mercados. Un ejemplo fue el floreciente comercio intracolonial con La Habana. Lo que hoy llamamos globalización.

La geografía -la bahía- solamente ofrece oportunidades. La acción humana convierte esas oportunidades en conquistas concretas. Pero también es cierto que la acción humana equivocada puede trabar el desarrollo del puerto. Basta recordar lo que era Montevideo en vísperas de la Ley de Puertos y como se ha desarrollado desde la aprobación de esta norma y las que le sucedieron.

Diario EL PAIS -Montevideo - URUGUAY . 24 Enero 2022