Paganini: “Hoy el empresario sabe que tiene que adelantarse a la jugada”
El ministro de Industria, Omar Paganini, da su visión sobre los cambios en el empresariado en las últimas dos décadas y describe las principales líneas de acción de su cartera.El ministro pasa las páginas del tomo que contiene las ediciones del primer año de Café & Negocios y se entusiasma. Lee un titular y sonríe. Comenta una frase mientras posa para la foto. “Me encantaría poder leer todos estos primeros informes, aunque no sé si tendría el tiempo”, reconoce.
Su trayectoria es variada y muestra una personalidad multifacética. Es ingeniero y fue profesor de matemática en la Universidad de la República. Su primer trabajo en Isbel lo contactó con el servicio al cliente. En los 90 fundó una empresa mediante la que se vinculó con el mundo industrial a través del sector textil. Recuerda que empezó con la automatización de procesos pero descubrió otras dimensiones de los negocios.
En 1994, con un Programa de Dirección General en ISEDE, se acercó al mundo de los negocios más académicamente y a entender la gestión de las personas, de las operaciones y financiera.
Trabajó en Paylana, que marcó un momento de impacto, ante “la necesidad de ser competitivo desde Uruguay”. Después ser consultor en Antel le permitió conocer por dentro “el funcionamiento, valores y capacidades acumuladas, y también las restricciones” de una empresa pública.
Una gran transición hacia lo académico fue “el honor de ser decano de Ingeniería de la Católica. Y luego también llegó el mundo del emprendimiento, de sus estudiantes y propio. Tuvo un fuerte vínculo con el desarrollo del ecosistema emprendedor.
Luego fundó el Observatorio de Energía y Desarrollo Sustentable de la Católica y se “enganchó” en el análisis de la estrategia de desarrollo energético. Y se fue “politizando”, redescubriendo una vocación por lo social que siempre había tenido. Se acercó al Partido Nacional, trabajó en la elaboración de programas y forjó un relacionamiento con Luis Lacalle Pou “que me tiene sentado en esta silla”, sonríe de nuevo.
Cuando ve al empresario uruguayo en los últimos 20 años ¿qué le salta a la vista?
Lo primero que me salta es que el mundo cambió mucho y muy rápido. Es verdad que tenemos un mercado pequeño y una industria que en su parte más potente es la que exporta –la agroindustria sobre todo– que ha cambiado, y una producción primaria que le da sustento que también lo hizo. No se parece mucho el campo uruguayo hoy al de hace 30 años. Hoy tenemos mucho más tecnología aplicada e inversión de trabajo en el agro, y además mucha llegada de capitales extranjeros en ese sector. Cambió en dinamismo y crecimiento económico. También el “nuevo uruguayo” que empezó a tener niveles de consumo. Hoy la forma de pensar empresarial uno la nota actualizada, preocupada por la competitividad, por mejorar las operaciones, los costos, las alianzas. Antes era más cada empresa un mundo en sí mismo, que iba a ser eterno, que no cambiaba mucho, que era conservador. Hoy todo empresario sabe que el cambio es inevitable, y que ya tiene que estar pensando la próxima jugada cual va a ser y adelantarse.
Los ve entonces más ágiles y más conectados entre sí
También. Hoy se ve que existe la competencia pero también la cooperación. Estamos en un mundo muy distinto. Algunos se desarrollaron, otros desaparecieron. En general en Uruguay nos cuesta mucho asumir las pérdidas. Cuando una cosa no funciona la queremos aguantar igual. Pero los cambios vienen, y hay que saber desinvertir a tiempo también e invertir en lo nuevo. Ahora, eso es independiente de una situación más generalizada que tenemos a veces y que nos puede amenazar al sector productivo y que preocupa como los hechos que tenemos ahora. No todos los cambios son buenos, también hay momentos difíciles para todos. A veces uno dice: a este sector hay que apoyarlo igual por más que ahora le esté yendo mal porque tiene espacio, pero el asunto es no dejar que la coyuntura mate cosas valiosas. No siempre es claro qué es lo que va a funcionar o no en el futuro.
Las crisis -como la actual o como la de 2002- generan escenarios nuevos donde uno no sabe quien va a ser ganador o perdedor. Pero mientras tanto el Estado tiene que jugar un rol, que a veces es de abrir caminos y sobre todo el de apoyar la generación de capacidades e infraestructuras, más que decir para donde va a ir el futuro. El rol de generar valor a futuro es más del empresariado. La parte del Estado es permitir que eso sea viable.
Como ministro ¿cuáles son las prioridades?
La transformación de la matriz energética uruguaya no terminó. Sigue y va a seguir profundizándose. Lo que le pasa a la energía en el mundo es que de ser un sector de poco cambio tecnológico está pasando a ser uno de mucho. Antes cuando se planificaba una red eléctrica era expansión de la demanda, cuántos generadores nuevos, cómo llevar las líneas de transmisión y distribución. Hoy aparece gente que se puede autogenerar, generación distribuida en todo el país, una red que puede ser inteligente, energía renovable a costos competitivos, con la tecnología de la información metiéndose mucho en la infraestructura energética. Eso hace que sea un sector de cambios fuertes, y Uruguay necesita costos menores. Hay una doble transformación: mecanismos y reglas para que el sector energético sea más eficiente, y para que sea más flexible y se adapte a los cambios que vienen, que son importantes.
En transporte se va a electrificar más. Eso va a impactar en el negocio de los combustibles, que está en disrupción en el mundo porque estamos en el mundo del petróleo que fluctúa drásticamente pero que todavía no se abandona del todo. Pero, hay una transición marcada por el propósito de avanzar hacia la descarbonización para mitigar el cambio climático. Es una de las prioridades del ministerio impulsar y acompañar todo ese cambio para que sea viable. Y los cambios institucionales para que nuestros sistemas energéticos sean cada vez más competitivos. Pasar de un modelo de monopolios a uno de ecosistemas con reguladores fuertes, manteniendo la seguridad de suministro.
¿Qué otras líneas de trabajo fuerte?
Acompañar la transición industrial hacia la industria 4.0. Las unidades industriales tienden a ser relativamente pequeñas con alcance regional o global, exportador. Una industria que tiene que estar enganchada con cadenas de producción mundiales o regionales. Hoy se trata de unidades productivas que son un eslabón de una cadena. Aparece un elemento clave como la logística, la conectividad, las interconexiones. Es importante pensar en el puerto de Montevideo como un hub logístico y zonas industriales también como puntos que concentren la actividad y la logística para llegar en forma competitiva a los puertos y aeropuertos. La visión deja de ser de una industria y pasa a ser de conglomerados, de parques.
El otro tema central que tenemos que desarrollar más en Uruguay es la nueva generación de bioproducción o de producción agrícola.
Podemos pensar cosas nuevas ya que el mundo está sofisticando su demanda, por el lado de la producción orgánica, de la trazabilidad pero también por el lado del cannabis medicinal. Allí Uruguay tiene un gran potencial. De alguna manera se demoró este tema. Si bien Uruguay generó anticipadamente un marco legal para el recreativo, para el medicinal se trabó mucho.
Sin embargo hay inversiones y el presidente particularmente está preocupado para que esto se acelere. Ahí hay algo interesante que es unir producción primaria intensiva con una etapa industrial clave a futuro, que es la capacidad de extraer los canabinoides y los subproductos que están vinculados. Por lo menos llegar a un nivel de elaboración industrial que tiene muchísimo más valor agregado. Son unidades productivas que asociadas con una estrategia más territorial tiene un gran potencial.
Tiene algunos temas delicados aún a resolver a nivel regulatorio, tanto de la parte de salud pública como financiera, pero el gobierno está comprometido a impulsar esto.
Todo lo que es producción biológicamente inteligente es ejemplo de lo nuevo que puede venir y que después de la pandemia va a ser más valorado. Y Uruguay tiene una infraestructura científica interesante, que aprovechó para la pandemia.
Es un ejemplo del tipo de nueva producción que puede venir y que después de la pandemia van a ser más valoradas. Todo lo que es la producciòn biològicamente inteligente.Uruguay tiene una infraestructura científica interesante, que aprovechó para la pandemia.
El software uruguayo es una industria pujante que mira al exterior. ¿Ese desarrollo tecnológico podría tener más injerencia en apuntalar a la industria o al agro nacional? ¿Tiene pensado impulsar algo al respecto o no lo cree necesario?
Es compleja la pregunta. El sector productivo en general requiere cada vez más tecnología de la información. Estamos pasando a una fase de Big Data y el Internet de las cosas, que quiere decir muchos sensores y mucha información fluyendo de los pisos de planta. Todo eso requiere mucho software. Ahí creo que la industria de software tiene un papel a jugar que hoy es incipiente y puede ser mucho más fuerte. Pero también es verdad que para Uruguay el mundo es un mundo de nichos. Entonces, de repente la industria del software uruguaya encuentra ciertos nichos en los que se desarrolla muy bien. Pero si, por ejemplo, tenemos una planta farmacéutica grande vamos a tener una solución de software de alguien que trabaja para ese nicho y que, de repente,no está en Uruguay. No hay que pensar que desde aquí somos la solución para todos los problemas. La industria del software funciona globalmente. Si Uruguay está bien inserto en la industria global, está bien.
Es distinto si se va a radicar una industria y está bueno tener capacidades y know how tecnológico y gente que sabe de tecnología.
Las dos cosas son importantes. Pero no necesariamente la solución es “tratemos de que la industria de software le venda a la producción uruguaya industrial”, sino algo más abierto, más amplio, más de ecosistema.
Es interesantísimo cómo Uruguay creó una industria como la del software a partir de capacidades humanas que existían y buscando los espacios. Ellos a veces dicen que crecieron entre los yuyos. Y es cierto. Al principio con grandes clientes uruguayos y enseguida buscando lo mismo en el exterior. Hoy tenemos una industria robusta. Tienen la cabeza -que en el software es viable- de que puedo estar en el último tema de la tecnología en Uruguay. Han montado operaciones exitosas, e incluso, ahora vemos con el coronavirus, que podemos lograr la atención de las principales empresas del mundo para que usemos primero algunas herramientas tecnológicas destacadas.
Pienso que hay que generar condiciones para que el software siga creciendo y no preocuparse tanto de lo que tienen que hacer porque ellos lo encuentran. Algunas de las condiciones que hay que darles es más formación de capital humano. El tema es en todos los sectores educativos. El Plan Ceibal va a mostrar resultados en ese sentido, porque la gente se alfabetiza digitalmente más temprano; pero igual es muy preocupante que el país tenga tan pocos graduados de Secundaria. La Utec es una oportunidad de carreras técnicas atractivas y más cortas. Pero hay que seguir invirtiendo en generaciones de técnicos. Ahí hay una línea clara de desarrollo.