ENTREVISTA
“El INE no quiere ser el Gran Hermano de Uruguay”, dice nuevo director
Diego Aboal imagina que en el día de mañana se pueda visualizar un mapa de Uruguay en que cada punto tenga varias capas de información.Desde la oficina del nuevo director del Instituto Nacional de Estadística, en el cuarto piso del anexo de la Torre Ejecutiva, se ve el Río de la Plata que parece un mar. En el horizonte, a lo lejos, Diego Aboal divisa un censo, aunque este “ha sido la tumba de los cracks”.
En lo inmediato, en aquello que tiene que resolver “de acá a un año”, sus prioridades se centran en “poner la casa en orden”: llenar vacantes, actualizar indicadores y la manera en que se mide la pobreza. Todo en medio de una puja entre el interés individual, el bien colectivo y la automatización del trabajo. Por eso invita a “no temerle al cambio” y entender que Google y Apple saben más de los uruguayos que el Estado.
Dicen que las estadísticas no satisfacen un estómago vacío, pero captan la foto de un momento, sobre cuántos son los hambrientos, para que los líderes tomen las decisiones. El viernes pasado, el Instituto Nacional de Estadística (INE) mostró una de las imágenes más esperadas sobre el impacto de COVID-19: solo en marzo se perdieron unos 92.000 puestos de trabajo.
-¿Habrá un indicador mensual de actividad que permita conocer la marcha de la economía sin esperar un trimestre?
-En Uruguay hay indicadores así. Está el índice de Volumen Físico de la Industria Manufacturera y el Banco Central tiene un índice de actividad económica que no lo hace público. Sería deseable tener indicadores mensuales. Aun así, hoy ya se usan otros indicadores como la venta de nafta o energía eléctrica como acercamiento a la actividad económica. No estamos pensando, al menos en el corto plazo, en la construcción de un indicador de este tipo.
-¿Por qué no?
- (Saca una hoja con un mapa conceptual) Este es el organigrama del INE. De las seis divisiones en las que está compartimentado el Instituto, no hay directores en ninguno y en cuatro de ellos no hay siquiera subdirectores. En paralelo a esto, hay que hacer el cambio de base en cinco indicadores: Índice de Precios al Consumo, Índice Medio de Salarios, Índice de Costo de la Construcción, Índice de Volumen Físico de la Industria Manufacturera y el Índice de Precios de Productos Nacionales. Eso sin contar que no concretó el ajuste de cómo se mide la línea de pobreza y armar un nuevo indicador de medición multidimensional de la pobreza.
-¿Ya no se contará la pobreza por ingresos (línea) o por las necesidades básicas insatisfechas?
- El nuevo indicador no va a sustituir a las otras, solo que aporta una dimensión distinta: medir temas estructurales y que van más allá de lo meramente económico. El proyecto recién lo comenzaremos en unos meses.
-Una estructura acéfala, cambios de indicadores y una nueva manera de medir la pobreza. ¿El comienzo de su gestión será “tapar agujeros”?
- Tal cual. El primer año va a estar dedicado a poner la casa en orden. En el INE hay unas 60 vacantes que no han sido completadas. Hoy casi no se pueden hacer estudios demográficos porque en esa unidad hay una sola persona. Y esas vacantes las tendremos que completar a la interna de la Administración Central, moviendo gente de un organismo para otro.
-¿Qué imagina el día después de “poner la casa en orden”?
- Desde ahora a un año tenemos que tener concluidas las nuevas bases de los índices y haber completado los lugares clave del organigrama. En el mediano plazo, queremos que el INE sea un centro de referencia en la región. Para eso hay que apostar a un registro administrativo. Para eso hay que mejorar la calidad de los productos (los cambios de base, por ejemplo) y de los procesos (estandarizar cómo se recolecta y procesa la información). Para eso el INE tiene que ejercer su rol de rector de la estadística nacional.
-¿Saldrá el INE a hacer encuestas de opinión pública, como el INE español?
-No tanto. Pero sí hacer un inventario de todo lo que se produce a nivel estadístico en organismos públicos y, en ese sentido, supervisar la calidad de esas estadísticas.
-¿Cuánta estadística produce el Estado uruguayo?
- Ese es otro debe: el plan estadístico nacional tiene más de diez años. ¡Plato lleno!
-¿La rectoría implica regular las encuestas privadas como alguna vez quiso algún legislador?
- No, esto corre solo para los organismos públicos.
-Parte del sistema político, incluyendo legisladores de la coalición multicolor, han cuestionado las estadísticas oficiales. ¿Las estadísticas son fiables?
- En el INE hay una oportunidad para mejorar la calidad, porque los productos tienen bases viejas, por ejemplo, pero eso nada tiene que ver con la manipulación de los datos.
-¿Son manipulables los datos?
- No, tendría que generarse una conspiración de casi 50 profesionales y que en Uruguay no dura siquiera tres días. El INE es una institución de más de 100 años y es relevante que, sin importar la orientación política, no nos peleemos por las cifras.
-La construcción de datos siempre es una puja entre el interés individual y el bien público: ¿cómo lidia con esa tensión?
- Es la gran discusión. La facilidad que permite la tecnología para obtener datos, es una oportunidad y, a la vez, una amenaza. Una de nuestras ideas es construir una geodatabase: un mapa de Uruguay, donde su ubican personas, empresas, y a la que uno puede ir superponiéndole capas de datos que faciliten la planificación de políticas públicas. Pero eso tiene que darse con las garantías de que esa información está protegida y que será usada con criterios.
-¿Google y Apple saben más de los uruguayos que el INE?
- Sin duda: tienen datos de tus correos, de tus conversaciones, de tus movimientos.
-¿Eso vuelve obsoleta parte de la búsqueda de datos del INE?
- Más bien pone al descubierto cómo el ciudadano cede información a las aplicaciones y cómo se pierde el derecho de intimidad. Pero el INE no quiere ser el Gran Hermano de Uruguay, sino usar datos que ya se manejan de una manera más inteligente y georreferenciada.
-¿Tienen sentido que una persona recolecte datos, con un formulario, cuando eso lo podrá hacer un robot?
- Hay que perderle el miedo al cambio. Está claro que la tecnología llega para ayudarnos, por tanto, allí donde picábamos piedra habrá que hacer cosas con más conocimiento y que sean las máquinas las que piquen las piedras. Espero no tener tanta resistencia.
-Lo dice con una sonrisa irónica, ¿es un imposible?
- Entiendo los temores. Pero uno se tiene que convencer que dejar de hacer una tarea automática no significa perder el trabajo. Tal vez es una oportunidad para hacer cosas más entretenidas que completar un papel.
-¿El cruce de datos administrativos qué oportunidades traería?
- Uno podría hacer censos abreviados. En vez de golpear cada puertita, con un costo gigantesco, se puede ver a qué información acceden otros organismos públicos. A su vez, hay que dejar de preguntar aquello que el Estado ya sabe.
-¿Qué no sabe el Estado?
- Uruguay tiene un debe en, por ejemplo, los datos migratorios, en las estadísticas vitales, en la salud, en la mortalidad. Uruguay sabe bastante sobre los recién nacidos, pero sabe poco sobre la muerte.
-¿Habrá un censo?
- Los censos, para hacerlos bien, necesitan tiempo. Los censos han sido las tumbas de los crack, siempre tienen dramas. Esta es una decisión de gobierno, que trasciende al INE, pero podríamos intentar un censo para el año 2023.
La quinta parte de ausencia al trabajo fue por la cuarentena
-¿Qué cambió en el INE a raíz de la pandemia de COVID-19?
-Todo. Llegué a la oficina un miércoles y estuve menos de una semana y media antes de la pandemia. Tras la detección de los primeros casos, el viernes 13, hicimos un comité de crisis y ese mismo domingo decidimos suspender las encuestas presenciales. Ese mismo día planeamos cuatro escenarios alternativos: el extremo era la interrupción de todas las actividades de campo y la presencialidad en la oficina. El lunes saltamos directo al escenario extremo.
-¿Ahora es todo telefónico?
-La Encuesta Continua de Hogares, sí. La inflación se mide también con boletines de precios y otras vías.
-¿Cómo respondió la ciudadanía?
-Nos hemos encontrado con una tasa de respuesta muy alta, cercana al 80%. Para que haya más disposición de la gente a responder, hemos acortado el cuestionario (más de la mitad).
-¿Qué han notado?
-Más allá de la pérdida de empleos, hemos visto un aumento, semana a semana de marzo, de la cantidad de personas ocupadas que estaban ausentes: pasó del 5% al 18%. Y eso, sin contar las clásicas falta por enfermedad o licencias, está muy vinculado a la COVID-19.
-¿Es una tendencia que llegó para quedarse?
-Hay otro gráfico que responde, en parte, esa pregunta. Del total de los ocupados ausentes, la quinta parte era a causa de la cuarentena por COVID-19. Por tanto, eso se va a revertir cuando la gente no haga cuarentena.
-¿La encuesta es comparable?
-Sí, es una fotografía válida de la realidad.