OPINIÓN -Ing. Agr. MBA Nicolás Lussich.
Los agronegocios resisten
En un escenario cada vez más crítico para la economía, muchos agronegocios se muestran resistentes al golpe económico de la epidemia por Coronavirus. Es un dato esperanzador, que puede caer de un plumazo si imperan -otra vez- propuestas para aumentarle los impuestos.
La economía uruguaya ya está en el CTI: caen las ventas, el empleo, los ingresos y -por lo tanto- la recaudación. El déficit fiscal aumentará y con eso el endeudamiento. La epidemia de Coronavirus ha obligado a tomar decisiones que achican drásticamente la actividad.
La crisis cayó como un rayo en una economía que ya estaba en problemas: el PBI no creció en 2019, la inversión siguió baja y el déficit fiscal se acercó al 5% del PBI (unos US$ 2.600 millones). Todo eso antes de la epidemia.
El dato más alarmante en esta situación es el del empleo: las solicitudes para acogerse al seguro de paro subieron a 70.000 en lo que va de este mes, 7 veces más de lo normal. El comercio está moribundo, el turismo desapareció y las industrias, con suerte, andan a media máquina. La construcción entró en suspensión de actividades, ante los lógicos temores por posibles contagios en las obras. Los obreros recibirán una partida especial de $ 16.500, cuyo 30% cubre el Estado (nosotros).
Anticipar licencias y recurrir al seguro de paro son las principales herramientas que empresas y trabajadores han usado para enfrentar la crisis, a lo que se agregan -en ciertos casos- recortes salariales. La mayoría de los seguros de paro se piden por suspensión, pero también hay unas 5.000 solicitudes por despido. Y ya están ingresando por la nueva modalidad de seguro de paro flexible, que decretó el actual gobierno.
El uso del seguro de desempleo es un ejemplo interesante de cómo funciona el Estado y la economía uruguaya, incluso antes de la epidemia. La herramienta está allí disponible y -de hecho- se amplió su alcance durante la primera administración Vázquez, incorporando al servicio doméstico y trabajadores rurales, entre otros. Enhorabuena.
Ahora que irrumpió la crisis, trabajadores y empresas -con todo derecho- lo van a usar. Para esto no se necesita ninguna “medida” de gobierno: ya está allí y lo que resta es ver cuántas de las solicitudes terminan aprobándose (habitualmente son la enorme mayoría, aunque hoy la situación es excepcional).
Esto traerá como consecuencia un fuerte aumento del gasto. El seguro de paro implicó en 2019 una erogación de US$ 220 millones. En la gráfica adjunta se muestra este valor en pesos reales. En 2019 (año sin crecimiento, pero sin crisis) se gastó en seguro de paro bastante más que en el crítico 2002.
Como viene 2020, seguramente la cifra -por lo menos- se duplicará. Pero además la caída en el empleo implicará menos ingresos para el BPS (también para DGI). Así, el resultado fiscal se abre como las fauces de un cocodrilo: gasto hacia arriba e ingresos para abajo, dispuesto a hacer crecer la deuda a niveles inéditos desde la crisis 2002. Y dado que el PBI caerá, el déficit fiscal seguramente superará el 6% del PBI, estimación que puede resultar corta. El atenuante es que este es un fenómeno transitorio: la epidemia va a pasar, aunque no se sabe cuándo. Para que la recuperación sea fuerte, el agro será clave.
Let it be. “Déjalo ser” sería la traducción -siempre forzada- del clásico de los Beatles, y el concepto viene bien hoy para el agro: las cadenas agroindustriales, en especial la láctea y la cárnica, están seriamente impactadas por la epidemia. Pero sus perspectivas de mediano y largo plazo siguen siendo positivas, por lo que es clave que -una vez que hagan sus ajustes- puedan liderar la recuperación una vez que el virus retroceda, haciendo pie en un tipo de cambio que luce mejor.
En la industria láctea los precios externos bajaron y se están definiendo ajustes para seguir trabajando reduciendo los riesgos sanitarios para los trabajadores. En la industria frigorífica el escenario es más ríspido, pues el sindicato de obreros (la FOICA) está dividido y en una posición más intransigente: han planteado parar totalmente en una semana. Las negociaciones están en pleno por estas horas, intentando conciliar la razonable preocupación de los obreros por su salud, con la necesidad de mantener la actividad y los mercados; la faena ya está malherida por la propia epidemia, con frigoríficos que han parado parcial o totalmente. Un parate mayor puede ser muy complicado, para todos.
El dólar está ayudando a los productores, pero ¿cuánto? Hay que ver que el precio del novillo ha retrocedido a los niveles del año pasado o inferiores. En una situación como la actual, en la que todo es incertidumbre, tomar referencias de precios para analizar nunca puede dar lugar a conclusiones terminantes. Por eso, tomemos este ejercicio como una mera descripción: en la gráfica adjunta se muestra la evolución del valor real del novillo para faena a marzo de cada año (esto es, pasado a pesos y descontada la inflación). Se tomó el valor actual del novillo a 3,10 U$S/kg. Como se ve, hay una recuperación, pero no es tan drástica como la propia suba del dólar, que venía muy flojo de años previos.
El dato muestra que las perspectivas pueden ser interesantes, si estos precios relativos se mantienen. Si los mercados se reactivan la ganadería responderá y esta visión está incorporada en el sector; así lo muestra el valor de la reposición (gráfica). Eso sí: superada la crisis, seguramente el dólar baje, por lo que los planteos de algunos sectores políticos de gravar a los exportadores “porque el dólar subió”, más que una salida nos puede meter -a todos- en una crisis más permanente. No ha lugar.
En la producción de granos, se acordaron protocolos de trabajo ante la epidemia, desde las chacras a los puertos: productores, contratistas, transportistas, acopiadores y exportadores, convinieron cómo mantener la “carrera de postas” que permitirá que sigan ingresando los dólares de la exportación a la economía.
El arroz ha liderado en este sentido, haciendo pie en los buenos antecedentes de la cadena arrocera en su articulación vertical. La Dirección General de Servicios Agrícolas (MGAP) trabaja ahora en unificar criterios entre los distintos rubros, para que todos los actores sepan a qué atenerse y todos trabajen parejo. La tarea es contrarreloj.
Los objetivos son claros: evitar aglomeraciones y facilitar los controles, en un razonable equilibrio entre facilitación y fiscalización. En este plano, el transporte es seguramente el eslabón más crítico; se busca que no se acumulen camiones en los recibos y controles, y que los choferes -en lo posible- no se bajen y tengan el menor contacto posible con otras personas.
Los precios de los granos se han sostenido y este es un dato muy positivo en el panorama de recesión económica. La soja volvió a los 310 U$S/ton y algo más, valor parecido al del año pasado. Con un dólar más firme, el escenario es auspicioso. En trigo los precios también mejoraron en el mercado internacional, aunque aún preocupa la lenta comercialización y elevados stocks en la región, incluido Uruguay. La cebada -que toma referencia en Chicago- seguirá avanzando, lo que también es muy buena noticia.
En cualquier caso, todo este análisis está montado sobre la incertidumbre que ha traído este Coronavirus nanométrico, invisible, apenas vida, que se ha esparcido por el mundo, contagiando mucho y matando de a poco. Uruguay está transitando un camino propio, intermedio entre el “seguir igual” y la cuarentena obligatoria. A la uruguaya, pues, como sucede muchas veces.
Más allá de la evolución del día a día, la crisis por el Coronavirus expone -otra vez- que los uruguayos somos sensibles para responder a las necesidades sociales, en especial de los más débiles, pero bastante torpes para sostener eso económicamente, con competitividad, que sin esto no hay lo otro. Esperemos que la crisis sanitaria se supere pronto, para poder encarar luego los costos -muy grandes- que se están cargando en la economía.