TEMA DE ANÁLISIS
Sin viento de cola a la vista, la expectativa está en la nueva planta de celulosa
No están dadas las condiciones para que Uruguay capte un flujo positivo de IED, como se dio a inicios del siglo y desde 2008 al 2014.
En el mundo se están observando algunas tendencias que impactan en las expectativas sobre el nivel de actividad para nuestro país. Por un lado el Fondo Monetario Internacional (FMI) sigue corrigiendo a la baja sus expectativas de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) mundial y de los flujos de comercio.
Por otro, los bancos centrales volvieron a la tónica expansiva por la cual las tasas de interés en las principales monedas vuelven a bajar. No son las peores noticias que se puedan recibir pero tampoco es el viento de cola que se recibiera en la primera mitad de esta década. A su vez, nuestra realidad y la de la región es otra para la recepción de inversión del exterior. Las expectativas de crecimiento para la economía uruguaya marcan una tendencia al estancamiento en el presente año y una recuperación desde 2020. El salto esperado en el próximo año se sustenta en el impacto favorable que tendrá el inicio de las obras de construcción de la , y una serie de obras de infraestructura conexas como el Ferrocarril Central y la ampliación de muelles en el puerto de Montevideo. Para la economía uruguaya la magnitud de esas obras es muy importante y el impacto que tendrán en la zona donde se implementarán es innegable. Esto va a ser necesario para reanimar el nivel de actividad económica. Actualmente estamos prácticamente estancados ya que el crecimiento está concentrado en un solo sector que es el de las comunicaciones. Las señales desde el exterior no permiten grandes expectativas de un aumento de actividad por la demanda externa. Por el momento, a pesar de la gran incertidumbre no hay pronósticos de una crisis económica internacional, pero todas las proyecciones apuntan a una desaceleración retroalimentada por decisiones de carácter político. El FMI viene corrigiendo a la baja las proyecciones de crecimiento del mundo para el próximo año. El último informe las lleva al 3,4%, corrigiendo a la baja en 0,2 puntos la proyección de seis meses atrás. Las economías avanzadas crecerán 1,7%, lideradas por Estados Unidos con 2,1%, al tiempo que las emergentes lo harán 4,6%. Dentro de estas últimas se destaca la , que ya está lejos de los niveles superiores al 7% de la primera mitad de la década y baja al 5,8% anual para el 2020.
La importancia de China para nuestro país es muy alta ya que no solo se transformó en el principal destino de nuestras exportaciones, sino también de las de nuestros vecinos y socios.
Asimismo, la producción manufacturera china no solo está cada vez más presente en nuestro mercado, sino que también en el de nuestros vecinos. Ello agrega un nuevo competidor a los industriales uruguayos en mercados que hasta no hace mucho eran relativamente cautivos, que en algunos rubros los han ido desplazando.
Debido a ello, el peso de la región en el comercio exterior de bienes cayó, lo que llevó a que se hable de desacople, sin entender bien las razones por las que se produjo.
La desaceleración china es fruto de dos fuerzas. La primera es una tendencia estructural de cambio en el modelo de desarrollo que se observa en las economías que avanzan, en las que la demanda interna comienza a adquirir un rol cada vez mayor. La otra responde a un efecto estadístico, que es que a medida que una economía va creciendo, la base de comparación es cada vez mayor y por consiguiente el porcentaje de incremento menor.
Esta tendencia de largo plazo no es mala. Por el contrario, para Uruguay es favorable ya que una creciente población urbana con mayor poder adquisitivo demanda una dieta alimenticia rica en proteínas, de las que nuestro país es un proveedor importante.
El tema preocupante es el enlentecimiento asociado a la guerra comercial, que es el tema que preocupa en la actualidad. En todo caso, el impacto de la desaceleración de la demanda china, que alcanza a todos los rubros, no debería ser tan grave en materia de alimentos dado el nivel de ingreso que alcanzó su población.
Es que a este nivel la elasticidad ingreso, es decir cómo responden los consumidores ante variaciones en el ingreso, es baja en el caso de los alimentos, por lo que no debería verse muy afectado su consumo. Ello relativiza en parte la mala noticia de la desaceleración. Pero en ningún caso es un factor de expansión, ni en Uruguay ni en la región.
Otro aspecto vinculado a la desaceleración global es la respuesta que están dando los bancos centrales de las economías más importantes. Las políticas monetarias se han vuelto expansivas y las tasas de referencia cayeron a la mitad en el último año. El rendimiento del Treasury Bond a 10 años, el activo contra el que se comparan los distintos títulos, se ubica actualmente en el 1,73%, prácticamente la mitad del registro de un año atrás (3,17%).
Históricamente nuestro país se favoreció en los momentos en los que las tasas de interés fueron bajas. En casos así, el acceso al financiamiento es abundante y la economía suele recibir ingresos de capitales que se vuelcan al sector real. También fue habitual observar que la baja en las tasas en dólares ayudó al debilitamiento de la divisa en los mercados internacionales.
Pero esta vez la situación es distinta. En primer lugar, el dólar lejos de debilitarse se fortalece, en parte porque ante la incertidumbre los ahorristas buscan seguridad y no rentabilidad.
Por otra parte, no están dadas las condiciones para que Uruguay capte un flujo positivo de inversión extranjera directa (IED), como se dio a la salida de la crisis de comienzos de siglo y en particular después de 2008 y hasta 2014. En aquellos años las expectativas de crecimiento del país eran altas ya que el contexto internacional relevante era favorable. Además, el valor de los activos y los costos de producción eran bajos.
Nada de ello acontece hoy, por lo que no es dable esperar un flujo importante de IED, salvo para las megainversiones puntuales en marcha.