El collage del arco opositor
Escrito por Gerardo Gadea
Es difícil aunar un gobierno eficaz, una visión de país conjunta, un programa común para gobernar a la ciudadanía de un conglomerado compuesto por seis partidos políticos -algunos de ellos con fracciones y rivalidades insalvables- que se necesitan imperiosamente para realizar una coalición de gobierno que tiene únicamente una sola cosa que los une: el antifrenteamplismo. En una elección que seguramente será reñida y en un país dividido en dos mitades se necesita hasta el último voto de la oposición para poder gobernar.
El Partido Nacional, el Partido Colorado, Cabildo Abierto, el Partido Independiente, el Partido de la Gente y el Partido Ecologista Radical Intransigente, todos ellos deben aunarse en una coalición de gobierno si quieren tener mayorías parlamentarias y gobernar -como parece ser el deseo de todos- excluyendo al Frente Amplio, que según ellos es el causante de las 7 plagas de Egipto que supuestamente han caído sobre este reino.
Fueron 16 precandidatos en total que se presentaron en la interna por estos seis partidos. Del Partido Nacional 5 candidatos: Lacalle Pou, Juan Sartori, Jorge Larrañaga, Enrique Antía, Carlos Iafigliola; 6 candidatos del Partido Colorado: Ernesto Talvi, Julio María Sanguinetti, José Amorín Batlle, Edgardo Martínez Zimarioff, José Pedro Echegaray y José Gervasio González; Guido Manini Ríos por Cabildo Abierto, Pablo Mieres por el Partido Independiente; Edgardo Novick y Fernando Carotta (que se fue del Partido) por el Partido de la Gente y César Vega por el Partido Radical Intransigente.
Son 16 pedacitos de poder, 16 fracciones, 16 egos que hay que administrar. Algunos son insignificantes y pueden ser material descartable; otros tienen enfrentamientos según sus propias palabras irreconciliables (Larrañaga/Antía vs Sartori) con agravios y acusaciones cruzadas y otros generan distanciamientos y enfrentamientos ideológicos (Talvi/Mieres vs Novick/Manini Ríos; Iafigliola vs todo el Partido Nacional) con una dosis importante de mal humor.
Digamos la verdad: no es un problema insalvable. Con mucha paciencia de negociación, con muchos cargos para repartir y con un ímpetu inicial de mucho entusiasmo, en el último minuto y cuando todo parezca estar perdido aparecerá el acuerdo y se resumirá en la creación de algún Ministerio (como ya lo hicieron en el pasado creando el Ministerio de Deportes) y un reparto aritmético razonable de acuerdo a los votos de cada uno. ¡Listos para gobernar!
Allí pasamos al segundo problema, más complicado que la formación de la coalición: la aplicación de un programa común en los temas más sensibles del país.
En seguridad toda la oposición presenta soluciones distintas. Desde militares en la calle, volver al caduco sistema de las viejas y corruptas comisarías hasta los serenazgos -una especie de mazorcas rosistas propuesta por Manini Ríos-, ponerse de acuerdo en toda esta ensalada no parece fácil.
En educación la mayoría simpatiza con Edu21 pero en realidad Edu21 no lleva casi ninguna de las propuestas de sus simpatizantes; algo medio raro. Ejemplo de ello, la propuesta realizada por Talvi de crear 136 liceos modelos en el país, a un costo 3 veces superior de lo que sale por alumno en el sistema tradicional y que el sentido común nos indica que parece difícil resolver los temas educativos creando liceos. Da la sensación de que el abordaje de los temas educativos es más complejo que eso.
En Medio Ambiente parece difícil contemplar las propuestas de «Un Solo Uruguay» opuesto a cualquier desarrollo que modifique el estado feudal agropecuario, al Sr César Vega que tiene propuestas radicales en materia medioambiental y que en un ataque de sincericidio confesó que votará a Lacalle Pou en un balotaje o propuestas más bolsonaristas que consideren al cambio climático «un invento de la izquierda» y el tema medio ambiente no esté ni siquiera en la agenda. UPM si o UPM no tendrá una discusión de alquilar balcones en un Consejo de Ministros de la coalición opositora donde sospecho que el resultado de tales deliberaciones se resumirán en que todo quede como está o en un «más y mejor UPM».
En trabajo habrá que escuchar las propuestas del Sr. Sartori, que va a crear 100.000 puestos de trabajo y habrá que explicarle desde adentro de la coalición porqué ese tipo de propuestas son populistas y demagógicas (como dice Talvi). Ante planteos tan antagónicos no será fácil resumir una postura programática con coherencia política.
En Economía la novel coalición discute si se aplica un shock o si se realiza un cambio gradual. Habrá que reducir el déficit fiscal sin reponer un solo funcionario público pero a la vez con menos recursos públicos habrá que arreglar la seguridad, la educación, la salud y todos las demás actividades del Estado; a la que se comprometen ardientemente. Con motosierra incluida será necesario «arreglar» todos los problemas centrales del país con menos maestros, profesores, policías, enfermeros y doctores. Menudo problema.
Da la sensación que ponerse de acuerdo en un programa común en todo este arco variopinto opositor no parece tarea sencilla. Y entonces, ¿qué hacer?
Una receta fácil de aplicar es que el que gana aplica el programa. Si hiciéramos el ejercicio de que se mantuvieran los mismos porcentajes en las elecciones internas y eventualmente Lacalle Pou fuera electo tendría el 35% de los votos del total de la oposición aunque el sentido común indica que en la elección de octubre estaría entre el 25% y el 30%. Alguien puede pensar con bastante acierto que ese criterio es antidemocrático ya que no parece razonable que el que tiene la tercera o la cuarta parte de los votos de la coalición «imponga» sus propuestas a todos los demás, por lo que esta «solución» funcionaría los primeros meses pero al cabo de un corto lapso de tiempo se hace insostenible.
La otra es «repartir» Ministerios por partido, algo que ya se está hablando desde ahora.
Ejemplo, la seguridad se la encargamos a Manini Ríos, la educación a Talvi (si le tocara perder con Lacalle Pou), las políticas sociales a Mieres, todo lo que involucre negocios e inversiones a Sartori y a Novick y así podríamos seguir. Cada uno con su chacra.
Tendríamos un gobierno liberal, humanista, internacionalista en algunas áreas, nacionalista en otras, conservador y militarista en otros asuntos y alejados de las posturas liberales en otros casos por si acaso algún batllista se cuela en la coalición.
Si se lograra la tarea titánica de acordar el arco opositor para lograr las mayorías parlamentarias y luego funcionar en el gobierno falta el último aspecto y quizás el más desafiante; ser duraderos y aguantar a pie firme los 5 años de gobierno. A medida que se acerque los plazos para el próximo gobierno el perfilismo de 16 fracciones gobernando empezará a resurgir. Alcanza con que 1, 2 o más quiebren la alianza y la gobernabilidad estará seriamente resquebrajada.
Con razón el presidente del Frente Amplio Javier Miranda manifestó que «la coalición con suerte durará 3 años», es un pronóstico optimista.
No alcanza para gobernar unirse por una cuestión de piel en contra del partido gobernante. Se necesita una mayoría parlamentaria con un programa y un rumbo serio y claro. La oposición política de este país claramente no lo tiene.
Podrán gustar más o menos los gobiernos frenteamplistas, pero Ud. sabe bien a qué atenerse. Es una garantía probada en materia económica y tiene un proyecto de país participativo con justicia social por todos conocidos que se resume en un programa único que todos asumen como propio.
No juegues con el destino de tu país. Para muestra ya tenés las experiencias de nuestros vecinos: Macri y Bolsonaro. Uno deja al país en ruinas, el otro ya lo dejó en el ridículo.