Sociología del riesgo investiga la organización del trabajo y la gestión del riesgo en las plantas de celulosa
“En materia de seguridad laboral están a la vanguardia de lo que podría ser Uruguay”
“Los puntos de partida teóricos desde la sociología del riesgo suponen que los individuos desarrollan estrategias racionales donde los riesgos se construyen y gestionan en nuestras sociedades. Desde este punto de vista, no existe riesgo cero, todas las actividades productivas tienen riesgos aparejados. Lo que existe, entonces, son procesos de selección de los riesgos que definen mediante negociaciones tácitas y/o explícitas umbrales aceptables de riesgo”, explican en el resumen de los resultados preliminares del proyecto de investigación titulado “Organización del trabajo y gestión del riesgo en la industria de producción de pasta de celulosa”, que se desarrolla desde abril de 2017 en el área de Estudios del Trabajo del Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República.
Estos resultados fueron presentados el mes pasado por el responsable del proyecto, Francisco Pucci, y por Soledad Nión y Valentina Pereyra, integrantes del equipo de investigación. El resumen explica más adelante que estas teorías “suponen que la distribución de riesgos en la sociedad es desigual y que los individuos los evalúan conjuntamente, redituando en definiciones que muchas veces son conflictivas entre sí”.
Para los investigadores, “existen distintas culturas de riesgo, orientadas a la definición y percepción de algunos riesgos sobre otros. En la percepción del riesgo hay determinados procesos que influyen en su valoración: el nivel de controlabilidad asociado a un riesgo, el nivel de voluntariedad en su exposición, entre otros”.
Para profundizar en los resultados preliminares, la diaria dialogó con las sociólogas Nión y Pereyra. “Básicamente la sociología del riesgo en Uruguay somos nosotros, pero en otros países está bastante extendida. Este proyecto tenía que ver también con estudiar sectores que tienen riesgos de tipo laboral; siempre trabajamos en lugares que tenían riesgos, y algo muy evidente es el tema de la seguridad e incluso las malas condiciones”, dice Nión, que agrega que la industria de la celulosa “en materia de seguridad laboral y salud está en la vanguardia de lo que podía ser Uruguay”. El objetivo general de este trabajo es el estudio de las relaciones “entre los procesos de gestión de recursos humanos y las políticas de seguridad” en las dos pasteras instaladas en el país: UPM en Fray Bentos y Montes del Plata en Conchillas. Naturalmente que las conclusiones definitivas de esta investigación servirán también para conocer de antemano algunos procesos que se van a dar en torno a la nueva planta de celulosa de UPM que se instalaría en Durazno.
Pereyra explica que para la investigación visitaron “diferentes sitios” y relevaron “distintos testimonios de actores vinculados a la temática”. “Actores que tenían una perspectiva crítica y una visión más de los riesgos sociales. Los riesgos sociales son los clásicos, los de cuando llega a una ciudad pequeña una industria que involucra tanta cantidad de gente, sobre todo en la etapa de construcción. Significa un montón de gente trabajando en un pueblo muy pequeño”, agrega Pereyra.
Es que el proyecto aborda la construcción social del riesgo tomando las visiones de los actores sociales relacionados, así como analiza la gestión del riesgo en las pasteras “a partir de la idea de que la implementación de las políticas de seguridad de las empresas no se constituye en un campo autónomo de acción, sino que se articula con formas de organización y con políticas de gestión de recursos humanos que se desarrollan desde las jerarquías empresariales”.
En las entrevistas e intercambios surgieron con mucha fuerza los riesgos vinculados a la etapa de la construcción, aunque esa etapa ya se había superado. Nión menciona que se relevaron riesgos como la explotación sexual y el consumo de sustancias, teniendo en cuenta que en la etapa de construcción “se manejan salarios súper buenos y las comunidades que no tenían ciertos problemas, empiezan a tenerlos”. “Lo que hay que ver bien es la diferencia de los riesgos asociados a la etapa de construcción del emprendimiento con los asociados al funcionamiento de la planta, que son bien distintos. Si bien el proyecto era siempre dirigido a relevar los riesgos de la etapa de funcionamiento de la planta, ellos empezaban siempre y se retrotraían a la etapa de construcción. Es tan importante esa etapa, que aunque vayas a hablar sólo de la planta siempre va a surgir lo que pasó anteriormente. Es como un impacto fuerte que queda marcado”, dice Nión. En cambio, la socióloga destaca que el impacto del funcionamiento de la planta “está mucho más integrado a la vida cotidiana”.
Uno de los aspectos que detectaron en las pasteras es la presencia de trabajadores que llegaron de otras partes, que tienen un buen salario y que “no tienen en qué gastarlo”. “Por ejemplo, se quieren comprar un auto determinado y no hay automotoras”, dice Nión.
Riesgo: juntar los opuestos
Para la investigación, lo primero que hicieron fue “hacer un relevamiento de quiénes estuvieron involucrados en cuestiones de riesgo en la producción de pasta de celulosa a nivel general”, como “ministerios, organizaciones de la sociedad civil, academia, empresas, técnicos prevencionistas asesores”. “Ahí vemos las políticas más generales de riesgo, no tanto en la planta en sí”, dice Nión. La metodología que utilizan implica reunir a personas vinculadas a las plantas que tienen diversas funciones y que a veces ni siquiera “se ven entre sí en el trabajo”. “Uno a vences piensa que se van a terminar peleando. Sin embargo, se entienden bien y les gusta”, agrega.
Pereyra añade: “Invitamos a polos muy opuestos, y gente que trabaja en este momento pudo dialogar y terminó reconociendo que fue una instancia muy interesante”. Para las sociólogas a veces se naturaliza que entre trabajadores de las plantas, empresarios, vecinos, ambientalista, etcétera, no existen “puentes de diálogo”. “Si lo describimos así no podemos hacer nada, pero tenemos que ver qué pasa, y no pasa nada malo; se intercambia, y no es que se suavizan los argumentos, al contrario. Entonces ellos mismos definen lo que son los riegos, nosotros tomamos el material y lo clasificamos”, expresa Nión.
Una de las primeras constataciones de la investigación es que tanto UPM como Montes del Plata “parecen lograr niveles de seguridad superiores al promedio de las empresas uruguayas y a las empresas de la rama forestal instaladas anteriormente”. “La formalización del empleo, los altos niveles de automatización de los procesos de trabajo y el marco de relaciones laborales donde predomina el diálogo y la negociación establece un contexto laboral y productivo mejor articulado con las modernas políticas de seguridad inspiradas en los modelos HRO [organizaciones de alta confiabilidad]”, dice el resumen. “La gestión del personal en ambas empresas se realiza de acuerdo al modelo de competencias, que implica valorar capacidades técnicas y conductuales por encima de la experiencia práctica o la trayectoria laboral. Estos criterios modifican la lógica patrimonialista y rentista de los empresarios uruguayos, cuya forma de gestión de los recursos humanos se concibe generalmente como la extensión del modelo de organización familiar a la empresa, basado en vínculos particulares y lealtades personales. En términos de organización del trabajo, ambas empresas manejan el modelo ‘multiskill’ o de múltiples calificaciones, expresión que alude al desarrollo de formas de polivalencia, en el marco de procesos de gestión asociados a las Nuevas Formas de Organización del Trabajo”, agrega el documento. El trabajo también destaca que ambas empresas le dan importancia “a la comunicación entre las diferentes áreas de la organización y entre jerarcas y trabajadores”. “Si bien hay horarios y obligaciones que cumplir, la política de ambas empresas apunta a que el trabajador se autogestione sobre una base de confianza que la empresa deposita en su buen desempeño”.
Para los investigadores, la seguridad en las pasteras se sustenta “en una articulación eficiente entre la tecnología, la organización del trabajo, los procesos de formación y socialización internos y el fomento de relaciones de confianza y comunicación más horizontales”, y por eso se supera “la lógica securitaria sustentada en el control y en las normas y procedimientos, aunque no las descarta”. “Las normas se establecen en un contexto de autonomía y confianza en la acción de los trabajadores, que desarrollan competencias y capacidades para dar cuenta de las perturbaciones del funcionamiento de la organización y de sus posibles riesgos. La regulación de la gestión del riesgo la realizan los actores del proceso productivo, fuertemente acoplados al funcionamiento global de la organización. Las políticas apuestan a la transparencia y a la honestidad, erradicando el ocultamiento de errores y el miedo a explicitar los mismos, conducta típicas de la industria tradicional uruguaya”, establece el documento.
Nión dice que “estas organizaciones son totalmente atípicas para lo que es Uruguay, tienen todo súper protocolizado, aunque después hay que ver qué riesgos se tienen, porque para la sociología del riesgo toda actividad tiene riesgo. Seguramente van a tener los riesgos clásicos de los oficinistas, como el sedentarismo, que en otros lugares no sucede”. Además, Nión señala que las dos empresas, que son exportadores de lo que producen, “tienen muchas exigencias de quienes compran y desde las casas matrices”. “Está muy desarrollado el aprendizaje organizacional, que es aprender de los errores, de comprometer a los trabajadores. A nivel de las relaciones laborales hay mucho diálogo entre empresa y trabajadores, y hay muchas coincidencias”, agrega.
Sin embargo, uno de los hallazgos de la investigación en que “hay que seguir profundizando” es que al final “se vuelve a una idea media primitiva para la sociología del riesgo, que es que el error vuelve a ser sólo de aquel que no se quiere ajustar a las normas. Eso se pensaba antes, que las personas se desviaban y que era culpa de uno”.
Una de las complicaciones en materia de riesgos de accidentes laborales que tienen ambas empresas es cuando realizan las “paradas de mantenimiento”, ya que en esos períodos ingresan a la planta gran cantidad de trabajadores de empresas tercerizadas, a los que “si bien se les exige de todo en materia de seguridad laboral, supuestamente no tienen la misma cultura” que los trabajadores permanentes de las plantas.
Finalmente, el documento plantea que la presencia de este modelo en Uruguay “aporta experiencias e insumos técnicos valiosos para los especialistas y gestores en seguridad, en la medida en que encuentran un referente empírico para los diseños y aplicaciones de políticas de seguridad”.