fondo monetarioRecetas para mantener el subdesarrollo en Uruguay

Reiteremos una vez más que el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) fueron pensados por John Maynard Keynes en 1944 (junto a una incipiente organización mundial del comercio y el Plan Marshall para reconstruir Europa) como instituciones que fueran la base para construir un mundo desarrollado equilibradamente, basado en un capitalismo con alta intervención y regulación del Estado para sostener la actividad privada, en el que no volviera a haber guerras mundiales como la de 1939-1945, que el gran economista inglés trató de evitar con su libro Las consecuencias económicas de la paz, donde criticó el leonino Tratado de Versailles y anunció que provocaría el renacimiento del militarismo alemán.

 

Carlos Luppi
Las consecuencias del Tratado y la Segunda Guerra fueron, entre otras, la destrucción de Europa, el Holocausto y 70 millones de muertos, además del nacimiento de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la URSS, que -detenidos por la imposibilidad de enfrentarse directamente en una guerra nuclear- provocaría enfrentamientos en países vicarios, como la Guerra de Vietnam y las dictaduras latinoamericanas “de la Seguridad Nacional”.

En 1944, ante la inminencia de la derrota del Eje nazifascista, se reunieron las grandes potencias en Bretton Woods, New Hampshire, por convocatoria de Keynes (que luego de su profecía de 1919, había escrito La Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero, y brindado a Franklin Roosevelt los instrumentos para derrotar la Gran Depresión de 1929, y era respetado como el mayor economista mundial), para construir un sistema institucional internacional que hiciera posible un mundo desarrollado, equilibrado, justo y, en consecuencia, pacífico.

Sin embargo, las tesis de Keynes fueron derrotadas por la rapacidad de las grandes potencias vencedoras y se crearon un FMI y un BM que pronto se transformaron en “síndicos (meros representantes de los intereses de los accionistas) de las potencias desarrolladas”, como afirmó Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía 2001, que bien los conoce por haber sido presidente del Consejo de Asesores Económicos (1995-1997) del entonces presidente William Bill Clinton, y primer vicepresidente y economista jefe (1997-2000) del Banco Mundial.

El FMI, carcomido por los altísimos sueldos que pagaba a sus propios funcionarios (mientras imponía ajustes fiscales salvajes a las naciones pobres) y por el abandono de varios de los receptores de sus “programas” (entre ellos Argentina, Brasil y Uruguay), estuvo a punto de colapsar hacia el 2000, pero fue salvado cuando el G20 lo eligió en 2009 como organismo ejecutor, y lo recapitalizó, en lo más profundo de la Gran Recesión 2007-2010.

Volvió con la misma soberbia y doble discurso de antes, y tres de sus directores ejecutivos, Rodrigo Rato, Dominique Strauss-Khan y Christine Lagarde están procesados por la Justicia.

Los informes de Consulta del Artículo IV
El lector de Caras y Caretas ya sabe que, anualmente, el FMI envía una Misión a cada uno de los 189 países miembros (tengan o no programas en ejecución con el organismo) y emite un Informe de Consulta del Artículo IV, que es ratificado por el Directorio y tiene carácter no vinculante.

Examinando esos informes en sus versiones para Estados Unidos, China y Alemania o Argentina, Brasil y Uruguay, hemos visto cómo existe un claro doble discurso del FMI. Mientras a las grandes potencias se les recomiendan políticas monetarias expansivas de claro corte keynesiano, y abundante inversión social en educación y en infraestructuras, a los subdesarrollados se les “sugiere” permanentemente proceder a ajustes fiscales contractivos y recesivos (los mismos que Angela Merkel bautizó con el irónico nombre de “austeridad”, que ella jamás practicó en Alemania), reducción de los programas y gasto social, reducción de salarios y jubilaciones, y sobre todo, la venta de sus empresas y bancos públicos. Está todo escrito, el lector de Caras y Caretas ha visto estos documentos.

En diciembre de 2018, el FMI divulgó su Informe correspondiente a dicho año para Uruguay, pero el 13 de febrero publicó las consideraciones del Directorio, bajo el título “El Directorio Ejecutivo del FMI concluye la consulta del Artículo IV con Uruguay 2018”.

Es un documento muy interesante que confirma lo que temíamos: que al abandonar su cargo de economista jefe el Dr. Maurice Obstfeld (hombre de la “barra del MIT”, junto con Krugman, Bernanke, Yellen, Draghi, Fischer y otras eminencias mundiales de las ciencias económicas), tras un corto período de verdad, el FMI volvería a ser lo que fue siempre. Así ocurrió.

El Informe del 12 de febrero
La primera parte está referida al dictamen de los técnicos de la Misión que trabajó en Uruguay, y está plagada de elogios. Comienza afirmando que: “en un entorno externo en deterioro, Uruguay se ha diferenciado exitosamente de sus vecinos, gracias al progreso en la diversificación del mercado de exportación, una gestión prudente y coordinada de activos y pasivos del sector público, la prefinanciación de importantes necesidades de financiamiento externo, menores vulnerabilidades del sector bancario y amplias reservas. Como resultado, los costos de endeudamiento del sector público se han mantenido bajos a pesar de las presiones de depreciación significativas y, aunque el crecimiento se ha desacelerado, a un 2,1% estimado, sigue siendo positivo. Sin embargo, la inversión privada se ha mantenido lenta y los resultados del mercado laboral son débiles”.

Por lo pronto dice una verdad que muchos de nuestros compatriotas niegan u ocultan: Uruguay ha entrado en su 16o. año de crecimiento económico ininterrumpido (el mayor ciclo en su historia), con inclusión social; y se diferencia notablemente de sus enormes y riquísimos países vecinos, que solamente han experimentado caídas en sus indicadores económicos y sociales de gran magnitud, sin que haya una clara previsión de revertirlos.

Destaca que la inflación se encuentra en torno al 8%, pero agrega un párrafo envenenado al afirmar que “la reducción del déficit fiscal se ha estancado y el tiempo para alcanzar la meta del 2,5% del PIB se ha extendido hasta 2020. El déficit fiscal continuo a 12 meses se ubicó en 3,8% del PIB en noviembre de 2018 (excluyendo el impacto de una gran transacción relacionada con transferencias de activos de pensiones), lo que sugiere que el logro del objetivo de 2018 (3,3% del PIB) y la meta de 2020 es difícil”.

Observación: el déficit fiscal, elaborado de acuerdo a los manuales del FMI, se ubicó a fin de 2018 en 2,7% del PIB. Si eso se debió al “efecto cincuentones” o a que el gobierno obtuvo una herencia multimillonaria no debe ser tenido en cuenta, o ser objeto de un comentario posterior: la única verdad es la realidad. Guiados seguramente por la explosión de rencor que vivieron tantos economistas y periodistas conservadores del Uruguay, los técnicos del FMI se olvidaron de su propio manual, lo cual no es técnicamente correcto. Comentario: ¿qué ocurriría si hubieran afirmado que el PIB crecerá 4,5% en 2019 si se instala UPM II y se construye el ferrocarril central, con una inversión de casi 9% del PIB?

Las dos veces se cometería el mismo error: se debe registrar lo que las cifras dan, y luego formular los comentarios que se quieran.

Tras efectuar consideraciones sobre la cuenta corriente, la Misión afirmó que “a pesar de la agitación del mercado regional, el sector financiero se ha mantenido resistente, lo que refleja los vínculos limitados con Argentina y la supervisión mejorada desde la crisis de 2002. Con las mejoras en la relación entre el capital regulatorio y los activos ponderados por riesgo y las ganancias bancarias, el sector bancario tiene cómodos colchones”.

Sin embargo, pese a todos estos comentarios positivos, al llegar a los párrafos finales, la Misión, como es su deber, señala que “existen riesgos tanto importantes como negativos para la perspectiva, dado el entorno externo más difícil y los grandes proyectos de infraestructura. Un abrupto endurecimiento en las condiciones financieras globales, causado por un fuerte aumento en las primas internacionales de riesgo junto con un mayor fortalecimiento del dólar estadounidense, podría tener repercusiones negativas para la economía de Uruguay. Una mayor desaceleración en los socios comerciales también podría empeorar las perspectivas de crecimiento”.

Pero vuelve a destacar: “Al mismo tiempo, las políticas macroeconómicas prudentes y las instituciones sólidas han mejorado la capacidad de Uruguay para resistir los choques regionales, y los planes para la construcción de una gran planta de celulosa, un sistema ferroviario asociado y otros proyectos de infraestructura son un gran riesgo al alza. A mediano plazo, la baja inversión y la disminución del empleo, si no se revierten, podrían reducir el crecimiento potencial”. Como en diciembre, no entendemos cómo la instalación de la segunda planta de una gran corporación multinacional que supone la mayor inversión de nuestra historia, y la construcción de un ferrocarril que viene a enmendar un “error” garrafal de nuestras políticas públicas recientes son consideradas “un gran riesgo al alza”, pero su explicación acaso no nos interese demasiado. Acaso la influencia de ciertos economistas y periodistas que hubieran muerto por obtener estos logros bajo otros gobiernos expliquen todas estas confusiones.

Pero la Misión técnica, que habitualmente es aprobada en todos sus términos, parece que esta vez (ahora que se fue el Dr. Obstfeld, que era el verdadero hombre fuerte del FMI y tenía otra visión del mundo) no fue suficiente. Tuvo que venir el Directorio o Junta Ejecutiva agregando sugerencias de marcado tono político en todo el sentido, también electoral interno, de la palabra.

La Evaluación de la Junta Ejecutiva
El importante añadido, tan extenso como el informe de la Misión, también comienza muy bien y pone una bala envenenada: “Los directores ejecutivos señalaron que las políticas macroeconómicas prudentes combinadas con una sólida implementación de la reforma y las instituciones de calidad han permitido a Uruguay mantener la estabilidad macroeconómica, acumular logros importantes, mejorar los resultados sociales y diferenciarse en la región. Los directores señalaron que las prioridades políticas a futuro deberían centrarse en mantener la resiliencia, mantener la deuda pública en un camino sostenible, mantener una baja inflación e implementar reformas estructurales (subrayado nuestro) para impulsar el potencial de crecimiento de la economía”.

La Junta Directiva parece considerar que el Uruguay no está bien conducido, porque si no, no habría necesidad de aconsejar algo tan grave como “reformas estructurales”.

Sin embargo, obligados por la verdad, tras poner el veneno, el Directorio continúa: “Los directores acogieron con satisfacción el compromiso de las autoridades de mantener la sostenibilidad fiscal. Consideraron que el aplazamiento de la meta de déficit fiscal en un año es apropiado dadas las perspectivas actuales. Sin embargo, los directores subrayaron que se necesitarían medidas fiscales adicionales para lograr el objetivo de déficit. Destacaron que la sostenibilidad fiscal podría beneficiarse de un marco fiscal de mediano plazo que se enfoca en el sector público no financiero y está respaldado por una regla fiscal apropiada. Los directores alentaron a las autoridades a introducir medidas para poner la deuda pública en una trayectoria descendente. También recomendaron que los esfuerzos de ajuste deberían centrarse en reducir el gasto corriente y mejorar su eficiencia para aumentar el gasto de capital”.

Realmente nos cuesta creer que el Directorio del FMI le haya tenido que decir al ministro de Economía, Cr. Danilo Astori, que priorice disminuir el déficit fiscal, la deuda y la inflación, porque estos son los objetivos casi únicos del secretario de Estado desde hace muchos años.

Pero acá vienen las dos grandes balas envenenadas de la “evaluación” del Directorio: “También debe darse prioridad a seguir avanzando en las reformas del sistema de pensiones y las empresas estatales”.

Sepan, señores del FMI, que se pagan enormes sueldos con nuestros aportes, que el pueblo soberano del Uruguay resuelve sobre estas cuestiones, lo hace mediante su sistema democrático republicano (ustedes en cambio, apoyaron a todas las dictaduras latinoamericanas desde su creación) y ya hemos resuelto el tema. En todo caso, lo discutimos nosotros, en nuestro país.

En todo caso, envíen estos consejos a gobiernos que tienen una deuda externa de más del 100% del PIB y amenazan al mundo con sus guerras comerciales, o tienen una “banca en las sombras” que constituye reconocidamente una bomba de tiempo, o bien que alientan, como ustedes, políticas de ajuste fiscal en sus vecinos para mantenerlos en la miseria.

No necesitamos sus consejos.
Ni siquiera necesitamos sus elogios finales. En efecto, el documento finaliza afirmando que “los directores agradecieron el éxito de Uruguay en la reducción de la pobreza y la desigualdad. Para fomentar el crecimiento inclusivo y asegurar la convergencia continua de los ingresos a niveles de países avanzados, alentaron a las autoridades a mantener la implementación de reformas estructurales. Los directores destacaron que los esfuerzos de reforma deberían centrarse en aumentar aún más la inversión pública, el empleo y la participación en la fuerza laboral, mejorar la competitividad y mejorar el entorno empresarial general y los resultados educativos”.

Reiteramos, no necesitamos sus consejos.

Conclusiones preliminares
Qué afortunados somos al haber podido cerrar todos nuestros programas con el FMI y no estar en una situación como la de Argentina, que por haber pedido US$ 57.100 millones, está obligada a implementar un ajuste fiscal que si no la lleva a un estallido social total será solamente por una enorme disciplina política.

Los diagnósticos y sugerencias del FMI han vuelto a ser contractivos y recesivos para los países subdesarrollados, es decir, recetas para mantenernos en el subdesarrollo. A pesar de sus inevitables elogios, no pueden reconocer las intenciones de los gobiernos en pro del desarrollo y la inclusión social.

Este FMI y este BM no sirven para los objetivos que fueron creados, y siguen traicionando el espíritu de Bretton Woods, inspirado en el deseo de eliminar para siempre las dictaduras que nacen de la miseria de los pueblos, como ocurrió con el nazismo tras el Tratado de Versailles. Los organismos multilaterales de crédito siguen siendo manejados por supuestas tecnocracias que no brindan soluciones genuinas y ni siquiera, entiéndase esto bien, sirven para desarrollar un capitalismo global que funcione, como ocurrió en la llamada “edad dorada del capitalismo”, que se dio entre 1945 y 1973, al influjo de las políticas keynesianas, las mismas que vencieron la Gran Recesión 2007-2010.

Esto es lo que podemos responderle al FMI: que no sirven para conducir un verdadero sistema económico mundial que funcione, sino que llevan a recesiones, desempleo y miseria con sus consecuentes guerras, estallidos populistas y de extrema derecha, como en la década del 30 del siglo XX.

Son una carísima pseudotecnocracia inútil y contraproducente.

CARAS y CARETAS - Montevideo - URUGUAY - 24 febrero 2019