Colza libre de transgénicos en Uruguay
Toda la semilla que se comercialice a partir de ahora deberá tener un certificado de análisis, según estipula INASE.En las últimas horas el Instituto Nacional de Semillas anunció por sus canales oficiales que el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca aprobó la modificación del estándar específico de colza en Uruguay. El nuevo requisito establece que toda la semilla que se comercialice a partir de ahora en nuestro territorio deberá contar con un certificado de análisis de libre de transgénicos.
Tal como establece el artículo oficial de INASE, publicado en su página web, esta normativa entró en vigencia a partir del viernes 10 de febrero.
En función de la necesidad de continuar con el status de producción de semillas de Brassica Napus (dentro de los que está la colza, el nabo y otros) libre de eventos transgénicos, el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca modificó el estándar específico de esta especie.
La colza ha tenido un espectacular crecimiento en Uruguay, ya sea desde el punto de vista de la comercialización, como en la superficie, los rendimientos y otros factores que la desarrollan.
Según aseguran productores, comerciales, exportadores e investigadores, aún hay espacio para mejorar en el desarrollo del cultivo, sobre todo en los momentos de siembra y cosecha. Al tratarse de un cultivo con menos años en nuestro territorio, y no ser tan conocido por los productores como si sucede con los otros cultivos de invierno como pueden ser el trigo y la cebada, los techos de rendimiento y el espacio para mejorar es muy amplio.
En lo que refiere a rendimientos promedio, el de 2022 fue de 1.687 kilos por hectárea. Esto es un buen rendimiento, superior al de 2020 pero inferior al de 2021, cuando se alcanzaron casi los 1.800 kilos por hectárea.
De todos modos, es importante precisar que la superficie sembrada de colza a nivel país creció en un 114% de un año hacia otro, logrando implantar en el pasado invierno unas 348.145 hectáreas, según información de la encuesta de primavera de DIEA.
El incremento de los rendimientos promedio está sujeto también al nivel de la expansión: si se aumenta la superficie en un 114% en un cultivo que aún tiene mucho para desarrollar en investigación y manejo, es probable que el rinde promedio no crezca exponencialmente, al menos no se espera al principio.
A esto se debe sumar el factor climático. Como es de público conocimiento estamos transitando el tercer año con lluvias por debajo de los promedios, y particularmente en esta última zafra el déficit hídrico comenzó ya a sentirse desde los meses de agosto o setiembre. Este aspecto, sumado a algunas heladas fuera de fecha, golpea especialmente los rendimientos de colza.
De todos modos, respaldado por un clima frío que llegó casi hasta noviembre y aspectos que favorecieron la etapa de llenado de grano, las casi 350.000 hectáreas de colza que pintaron el país de amarillo dieron rendimientos por encima de lo esperado.
A su vez, la colza tiene grandes beneficios dentro de las rotaciones agrícolas: es un cultivo con un costo por hectárea menor que sus competidores, permite cortar con el ciclo de gramíneas como cebada y trigo y de este modo tener un mejor manejo de enfermedades y malezas en chacra, entrega un buen rastrojo para el cultivo de verano pero especialmente libera el campo temprano, y si la soja es el cultivo de cabecera puede sembrarse una oleaginosa en fechas de primera atrás de la cosecha de colza.
Esto, acompañado a los buenos precios que tuvo el cultivo, que en algún momento llegó a pisar los US$ 700 por tonelada, ayudaron al crecimiento en todo el territorio.
Todo lo antes mencionado es importante, al igual que la nueva regulación que requiere certificaciones de libre de transgénicos para la exportación. Uno de los aspectos más importantes que ha tenido el desarrollo de “la soja de invierno” en el territorio nacional, está empujado por el acceso en exportaciones a los mercados más exigentes del mundo, como sucede con la Unión Europea.
Allí, Uruguay debe entregar de forma seria y responsable un producto que raye en los estándares más exigentes, y es allí donde cobra importancia la labora a nivel país que asegure esa inocuidad, ese producto de calidad y toda su historia de producción.
La colza goza de buenas perspectivas dentro de las rotaciones agrícolas uruguayas, pero también en el marco de un mundo que demanda cada día más aceites, con una población creciente y una producción de granos con ese fin que cada vez está más presionada, sobre todo por las afectaciones al girasol de las zonas de Rusia y Ucrania, sumado a algún quebranto productivo en Canadá. Las oportunidades de Uruguay con la colza gozan de un buen momento, pero se respaldan en argumentos estructurales.