La odisea para registrar a la fauna uruguaya: denuncian robo de cámaras trampa
Investigadores del Centro Universitario de la Región Este utilizan estos artefactos para estudiar el comportamiento de las distintas especies de animales.Estás en un bosque uruguayo en plena noche. Todo está oscuro y silencioso. No parece haber más movimientos que el de las ramas de los árboles ocasionados por el viento. De repente, se cruza en tu camino un jabalí y un destello blanco irrumpe toda la zona como si fuera un relámpago. ¿Cómo ocurrió esta situación? Gracias a las cámaras trampa.
Por Lautaro Brum - Especial para Cromo
Son dispositivos utilizados por investigadores del Centro Universitario Regional del Este (CURE) y de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República.
Sus investigadores realizan trabajos de campo para recolectar información de las diferentes especies de animales de los bosques o praderas de Uruguay. Para hacerlo cuentan con dispositivos especiales que se colocan en distintas zonas para captar sus movimientos y así lograr un acervo fotográfico que permita conocer la fauna local.
Cómo funcionan
Las cámaras trampa surgieron como un mecanismo activo. ¿Qué quiere decir esto? Antes de que existieran las cámaras, el animal debía cortar un cable o pisar una plataforma para activar los aparatos en cuestión.
Luego, aparecieron las cámaras de sensores pasivos y ya no había necesidad de que el animal genere el clic que hace el registro (también llamado gatillado). Los modelos más modernos pueden medir el cambio de temperatura que se genera en el campo visual a donde apunta la cámara y además cuentan con sensores de movimiento: detectan un desplazamiento en forma instantánea y lanzan la foto. Las mejores cámaras del mercado gatillan entre 0.2 a 0.7 segundos.
Cada cámara tiene un campo visual de alcance determinado y un ángulo que cubre cierto radio, dependiendo dónde se coloque. Estas características pueden determinar qué tan buena es la cámara.
Qué lugares elegir para las fotos
Los investigadores toman la decisión de dónde sacar las fotos o filmar el entorno dependiendo de las preguntas de investigación que existan. Además, pueden programar en qué momento del día quieren que se registren, como también la duración y calidad de los videos.
La batería de esta tecnología varía según la modalidad que elija el usuario. En formato video dura un mes. “Cuando sacás fotos el proceso es más ágil. El video hace que la batería baje más y que se llene rápido la tarjeta de memoria”, contó a Cromo Alexandra Cravino, licenciada en Ciencias Biológicas, y una de las impulsoras de esta actividad científica.
Si solo se sacan fotos, la batería puede durar entre seis y nueve meses. Sin embargo, una memoria de 16 gigas se puede acabar en cinco días al llegar a los 200 videos.
El trabajo también exige un flash. Los blancos o los de xenón son los más utilizados en las investigaciones. Se usan cuando hay que conseguir datos rápidos y en una sola instancia, ya que el animal no vuelve al lugar donde se encuentra la cámara luego de haber estado expuesto al flash.
Los aparatos resisten al agua pero no son sumergibles, así que hay que tener cuidado con las inundaciones. Uno debe colocarla lejos de las zonas donde se producen más crecidas.
Para extraer una buena cantidad de datos e imágenes de las especies, es necesario cubrir todo el espacio elegido a la hora de colocar las cámaras. “Mientras menos espacio se cubra, más rotaciones de los equipos se van a tener que hacer. Se capta la heterogeneidad del lugar si se colocan una buena cantidad de artefactos. Uno elige el total dependiendo que quiere ver, pero por lo general se utilizan seis dispositivos si se quiere cubrir completamente una zona”, explicó Cravino.
Los investigadores también utilizan la tecnología térmica que se usa en la caza, especialmente en terrenos con pasto alto donde cuesta diferenciar a los animales. Es una herramienta para usar en cualquier momento del día, pero en la noche es más favorable. “El sol te juega malas pasadas porque hace que la cámara guarde el calor. Se usa mejor en la noche, ya que te da un pantallazo de lo que está presente, y el visor hace la foto cuando capta movimiento y temperatura”, señaló Cravino.
Los robos: un problema naturalizado
Hoy, esta investigadora trabaja en proyectos ecológicos, sanitarios y de educación ambiental junto al CURE y la Facultad de Ciencias. La licenciada ha sufrido algunos obstáculos para realizar esta tarea. El más difícil es el hurto de cámaras.
Cravino está trabajando en ocho áreas y en todas les robaron los equipos. Los ladrones conocen de su existencia en lugares abiertos y son una amenaza permanente. A veces, roban los equipos completos y en ocasiones solo la tarjeta de memoria.
Esto genera una gran pérdida económica y de tiempo para los investigadores, ya que se toman el trabajo de ir a cada uno de los campos y colocar minuciosamente los artefactos.
Estas herramientas tan indispensables para el registro de la fauna uruguaya están ubicadas en los bosques durante un año y van entre cuatro y cinco veces a revisarlas. En algunas oportunidades, les roban hasta tres meses de datos. “Nos anula el cerebro pensar toda la información que nos quitan. Este año perdimos toda la temporada fría”, sostuvo Cravino.
Los robos no han sido denunciados en todas las oportunidades. Según Cravino, solo se hace si el propietario del campo lo decide.
No se sabe si los ladrones son furtivos, ni cómo planean sus robos o por qué lo hacen. “No entiendo como se cruzaron con todas las cámaras, hasta yo me olvido donde están. Uno debe anotar los detalles del lugar en donde las colocó para recordar dónde buscar”, comentó la experta en Ciencias Biológicas.
Consultada si es posible controlar a estos ladrones, Cravino explicó que no se puede monitorear el equipo desde Montevideo, ya que en los campos no hay señal o es muy mala. “Tenemos 120 cámaras colocadas en el país y para tener buena señal hay que tener contrato telefónico. Si el artefacto tiene internet podría enviar las fotos, pero los costos son demasiado altos”, aseguró.
La tecnología que utilizan no tiene reconocimiento facial ni funciona como videovigilancia. Solo cumplen un objetivo científico: qué mamíferos hay, a qué hora se mueven o cuánto tiempo pasa entre que aparece un animal y luego el siguiente. El humano no forma parte de sus preguntas.
Cravino va a usar datos de las temporadas frías de otros años para su doctorado en Ciencias Biológicas. Tiene esperanzas de llegar a un buen resultado por la cantidad de cámaras que tenía en años anteriores.
Lo que más preocupa de los robos es la tarjeta de memoria. “Si necesitamos equipos buscaremos fondos para financiar. La gente no conoce lo que hacemos y piensan que los buscamos a ellos, pero hay cinco tesis en juego”, manifestó Cravino.
Las cámaras trampa son la herramienta indispensable para que las investigaciones de campo logren dar frutos. Los investigadores buscan acercarse a la fauna local para conocer más sobre las especies y estudiar su comportamiento. El comportamiento humano no forma parte de sus investigaciones, pero aún así se ha convertido en una piedra en el camino para los expertos de la fauna local.
Diario EL OBSERVADOR -Montevideo - URUGUAY - 02 Noviembre 2021