Cinco años después: ¿qué agro encontrará Lacalle Pou al comenzar su gobierno?
Recibirá un agro con problemas, pero dinámico.
Nicolás Lussich | Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
El próximo presidente, Luis Lacalle Pou, encontrará un sector agropecuario bastante diferente al que Tabaré Vázquez encontró al iniciar su gobierno, 5 años atrás. En aquel tiempo, el campo venía de protagonizar un crecimiento histórico en la mayoría de los rubros. Hoy, casi todos los precios han bajado, y la producción está estancada o en retroceso en buena parte de los productos, con excepciones que confirman la regla. No es un escenario sombrío, pero sí difícil.
Como la producción agropecuaria suele tener fluctuaciones anuales importantes, por circunstancias del clima y los precios, resulta más ilustrativo comparar promedios de períodos más largos; en este caso, promediamos los 3 años previos a la asunción (cuadro).
Los datos muestran que la agricultura tuvo un importante descenso en el área, en especial por el ajuste a la baja en la superficie de soja y trigo. Otros cultivos estuvieron más estables o crecieron, como la cebada.
El sector ganadero se ha mostrado más estable en la comparación: tuvo un avance modesto en los años previos a la segunda presidencia de Vázquez y más recientemente ha tomado impulso, aunque no exento de tensiones: la carne vacuna uruguaya se valora bien en todo el mundo, pero tenemos problemas de acceso a mercado. El aumento de las exportaciones en pie de hace un par de años lleva a que la oferta inmediata de ganado para faena esté hoy limitada y el próximo presidente arrancará su gestión con una faena acotada. Sin embargo -si los problemas con China se superan- la ganadería empujará a la economía.
La producción láctea ha tenido más dificultades: Vázquez arrancó su administración con una remisión que alcanzaba récords, cercanos a los 2.000 millones de litros anuales. Pero Lacalle asumirá con un sector con menos industrias (varias quedaron por el camino), menos productores y una remisión algo menor, con dificultades para retomar el crecimiento.
Al mismo tiempo, este agro con problemas de competitividad y costos, tiene más exigencias: tanto desde los mercados internacionales como por disposiciones locales, establecer los sistemas de producción -en muchos rubros- es más complicado. No quiere decir que no haya valor en esto: notoriamente la necesidad de mejorar el cuidado de los recursos básicos (calidad de agua, suelos), exige una tarea permanente, tanto a nivel de promoción de sistemas cada vez más sustentables como en la vigilancia y sanción, para que las reglas se cumplan. Si todo esto apunta a valorizar la producción en su globalidad -dando garantías de inocuidad y trazabilidad a los consumidores finales- y se produce cada vez mejor, el resultado será positivo. Pero no puede perderse de vista que todo esto genera costos -implícitos y explícitos- para la producción, justo cuando los problemas de competitividad son más acuciantes y los márgenes se achican.
Más productividad. Lacalle Pou recibirá un agro con problemas, pero dinámico: es un sector más productivo, con rendimientos agrícolas que han subido permanentemente en la mayoría de los casos. La productividad ganadera y lechera, también avanzan. La inversión en infraestructura -más adentro que fuera de portera-, la genética, el conocimiento y la tecnología en general, están dando rédito en las chacras, tambos y campos. Es un elemento alentador a futuro: si se dan las condiciones para mejorar la competitividad y se abren más mercados, con mejor acceso, el sector puede responder haciendo pie en dicha mayor productividad, expandiendo recursos para aumentar la producción y los ingresos. Si eso se logra con mayor inclusión, renovando y -ojalá- aumentando el número de productores, sumando técnicos y servicios, el sector puede ser nuevamente un motor de crecimiento y mejora social en todo el territorio, como lo fue cuando protagonizó la recuperación de la economía luego de la crisis de 2002.
No será la misma historia: Uruguay está mejor, pero con problemas serios que no son fáciles de superar. La macroeconomía no ayuda y el Estado pide más de lo que da. Se requerirá un gobierno que gestione con eficacia y mirando a mediano y largo plazo. Y que no solo trabaje mejor en lo suyo, sino -tal vez lo más importante- confíe en que -si se dan las condiciones- el campo responde. Así, tal vez, los números de 2024 serán mejores que en 2019.