El campo como solución
Tanto el gobierno como los productores rurales deben dejar las diferencias de lado y liberar al campo de todas sus trabas, algo que le hará mucho bien al Uruguay
La presencia de una decena de aspirantes a la presidencia en el Congreso de la Federación Rural es una buena señal de la importancia que se le otorga al campo en Uruguay, pero no alcanza.
Dicho hasta el cansancio no deja de ser cierto que el país no puede vivir de espaldas al campo. Parte del problema es que el peso de las decisiones que se toman en Montevideo es demasiado alto para el desequilibrio productivo en relación con todo lo que genera el interior.
Salvo excepciones contadas con el dedo de una mano las disposiciones institucionales y de gobierno que son vitales para el sector agropecuario son incomprendidas desde las oficinas de la capital porque directamente no entienden la dinámica productiva y social que se vive en el campo. Tampoco su potencial.
El 102 Congreso de la Federación Rural que se celebró en Paso de los Toros fue una nueva muestra de la importancia superlativa del sector para la economía y de las visiones diferentes que tienen los políticos sobre cómo relacionarse desde el Estado con la producción agropecuaria.
La presencia de una decena de precandidatos en Paso de los Toros, cerca del lugar donde presumiblemente se instale la segunda planta de UPM, alcanza como botón de muestra para comprobar que el campo no tiene una unanimidad de miradas sobre cómo impulsarlo hacia adelante; sencillamente carece de una política de Estado que trascienda los partidos, los gobiernos y las ideologías.
Desde que, en tiempos de la Corona, Hernandarias introdujo a comienzos del siglo XVII la ganadería en la Isla del Vizcaíno el peso decisivo de la producción bovina y luego de la agricultura les marcó el ritmo a estas tierras devenidas luego en República independiente.
En los últimos años hemos padecido como país el drama de la aftosa y bebido de las mieles del boom sojero. Padecimos los tiempos de sequía y vimos cambiar el paisaje con los plantíos de eucaliptus. Hoy nos enfrentamos al problema de la contaminación del agua de los ríos al mismo tiempo que el mundo exige más alimentos con una creciente demanda de carne natural y producción orgánica. La revolución digital y la aplicación de tecnología a la producción multiplica los rindes y la calidad de las cosechas al mismo tiempo que lamentablemente ha recrudecido el vil abigeato.
Es triste ver en el interior poblaciones vacías de juventud mientras que los asentamientos en los cinturones urbanos importantes están llenos de gente joven sin destino ni futuro. La pregunta es si no ameritaría sentarse a pensar bien en los equilibrios de este país y soltarle de una vez y para siempre la rienda al campo para dejarlo ir a la velocidad que quiera. Obviamente que acompañando desde el Estado con políticas públicas proactivas que al mismo tiempo que impulsan la producción, cuidan la naturaleza y abren mercados para colocar nuestros productos.
Los reclamos del movimiento Un Solo Uruguay hace dos años en Durazno fueron el síntoma de un sector que clama por condiciones justas para poder trabajar y producir.
Gobierno, políticos, productores e industria agropecuaria deben dejar de lado las anteojeras, pensar en grande y asumir que liberar al campo de sus trabas estructurales, burocráticas e impositivas le harían mucho bien a todo el país, incluso a Montevideo