EL PIB CRECERÁ EN 2019 Y 2020 SEGÚN EL FMI
¿Estamos en estanflación?
La actual coyuntura económica de Uruguay puede motivar una discusión que supere lo técnico y lo social para provocar reflexiones sobre las opciones y el destino nacional, acaso similares a las de épocas cruciales de nuestra historia. Ante indicios de estanflación (recesión con inflación), podemos optar entre la resignación neoclásica que nos mantiene en el subdesarrollo y privilegia a los más poderosos, o iniciar de una vez la aventura del desarrollo auténtico. Algunos pilares (como el impulso que viene del agro con una gran cosecha en ciernes, el Ferrocarril Central, o UPM II, y hasta un inesperado apoyo del FMI) están servidos, pero se requiere un esfuerzo concentrado de voluntad política e ideológica. Toda discusión estará teñida de política en 2019, pero sepamos que si optamos por seguir con las recetas contractivas iremos por el camino de Mauricio Macri, hacia el desastre, y la responsabilidad será exclusivamente nuestra.
Adam Smith, Karl Marx y John Maynard Keynes pueden leerse como un discurso continuo sobre el progreso de nuestra civilización, que espera al continuador que enfrente los problemas del siglo XXI, como la gobernanza en una globalización asimétrica, el cambio climático y sus implicancias en la producción; la interferencia de la inteligencia artificial, la robótica y la biotecnología en el trabajo y las relaciones internacionales de producción, y el inmenso nuevo marco regulatorio que supere a los de Bretton Woods de 1946 y de la “revolución conservadora” de1976, teniendo en cuenta la pavorosa decadencia de las “clases políticas”, que parece afectar a casi todo el mundo.
Uruguay se encuentra en un cruce de caminos acaso similar al que enfrentaron José Batlle y Ordóñez en 1905; la CIDE en 1966; Wilson Ferreira Aldunate y Liber Seregni en 1971, y los economistas que aplicaron medidas heterodoxas ante la Crisis de 2002, al final de la misma.
O nuestro país entra en un proceso de estanflación (anglicismo que implica recesión con inflación), con las consecuencias que conocemos (quedando además, definitivamente fuera del mundo que nace), o acomete vigorosamente un impulso desarrollista que sirva de base a un nuevo proyecto nacional acorde a los nuevos turbulentos tiempos globales que vivimos, cuyas perspectivas de una nueva crisis financiera (recientemente admitidas también por Martin Wolf, editor y principal columnista económico del Financial Times, considerado el mejor del mundo en su especialidad) hacen palidecer a las vísperas de la Gran Depresión de 1929 o a la Gran Recesión 2007-2010.
Ahora bien, la situación uruguaya es compleja y admite varios escenarios posibles que, reiteramos, dependen de nuestras decisiones y no tanto de externalidades, como siempre se pretende.
¿Estamos ya en recesión con inflación?
Lo primero es plantear la situación desde el punto de vista estrictamente técnico y con cifras y definiciones precisas.
Según el Informe de Cuentas Nacionales del Banco Central del Uruguay (BCU) correspondiente al año 2018, publicado el 28 de marzo pasado: “La economía uruguaya acumuló en el año 2018 un crecimiento de 1,6% en el Producto Interno Bruto (PIB), en relación al año anterior (en el que marcó 2,5%, N. de R.). En el cuarto trimestre del año, el PIB presentó una tasa de crecimiento interanual de 0,6%, equivalente a una caída en términos desestacionalizados de 0,1% respecto al trimestre inmediato anterior”.
Esto marca un lapso de crecimiento económico ininterrumpido de 16 años, el mayor ciclo positivo de nuestra historia económica, a la vez que señala que el desempeño del cuarto trimestre presentó una caída en términos desestacionalizados respecto del tercer trimestre.
Según el Informe Trimestral de Cuentas Nacionales del BCU correspondiente al (tercer) trimestre julio-setiembre 2018, publicado el 13 de diciembre: “En el tercer trimestre del año 2018, la actividad de la economía uruguaya creció 2,1% en términos interanuales. El Producto Bruto Interno (PIB) medido en términos desestacionalizados se mantuvo en los mismos guarismos del período inmediato anterior”, es decir, del segundo trimestre del año.
El 12 de setiembre de 2018, el BCU publicó el Informe Trimestral de Cuentas Nacionales abril-junio de 2018, donde informó que: “En el segundo trimestre de 2018 la economía uruguaya creció 2,5% en términos interanuales. Además, en relación con el período inmediato anterior (enero-marzo, N. de R.), el Producto Interno Bruto (PIB) aumentó 0,2%”.
En la literatura económica se considera a la recesión, en términos generales, como una caída o contracción generalizada de la actividad económica de un país. Pero en términos de los manuales aceptados por la ONU y los organismos multilaterales de crédito, se considera que un país entró técnicamente en recesión cuando acumula dos trimestres consecutivos de caída de la actividad económica medida en el Producto Bruto Interno.
Si observamos los tres últimos informes de Cuentas Nacionales emitidos por el BCU, vemos una ralentización en el crecimiento experimentado por la actividad de cada trimestre en relación al anterior, con una cifra negativa (-0,1%) en el cuarto trimestre, 0% en el tercero y un crecimiento de apenas 0,2% en el segundo, siendo todas las anteriores de signo positivo.
Ateniéndonos estrictamente a la definición técnica en uso, y dado que por el momento sólo se ha dado una caída en la actividad económica (en el cuarto trimestre), mientras que hubo estancamiento en otra (el tercero) y crecimiento en los anteriores, Uruguay no habría entrado aún técnicamente en recesión, aunque la tendencia marque que ello es inminente.
Por otra parte, la sensación mayoritaria en la población y la sociedad (más allá de indicadores puntuales como los viajes al exterior y el gasto en determinados consumos) es de una severa contracción en la actividad y el empleo.
“No hay un peso en la calle” es la expresión popular (reiteramos, más allá de indicadores puntuales, del movimiento en viajes y shoppings, y de sectores privilegiados que ganan siempre y pagan menos, y que bien conocemos) y esto es congruente con la política monetaria contractiva (desarrollada con el objetivo explícito de bajar la inflación, considerada la primera prioridad por el equipo económico), llevada adelante por el BCU hasta el 3 de abril pasado, en el cual un comunicado del Comité de Política Monetaria (Copom) del BCU, firmado por su nuevo presidente, Alberto Graña, informó a la población que la autoridad monetaria cambió “moderadamente” el sesgo contractivo de su política, priorizando la actividad económica sobre el comportamiento de la inflación.
La menor contracción monetaria (una excelente noticia) implica una mayor expansión de la masa monetaria -al contrario de lo que ocurre, por ejemplo, en Argentina- liberando más dinero al mercado, lo que repercute favorablemente en el consumo y la actividad económica.
Sin perjuicio de esta muy buena noticia, el dato concreto es que la economía uruguaya, tanto en la sensación de una gran mayoría de los agentes como de acuerdo a las definiciones técnicas, se encuentra estancada o entrando directamente en recesión, tendencia que viene perfilándose desde hace por lo menos un año y medio.
Como se señaló en el muy interesante artículo ‘Winter is coming’, publicado en Brecha el viernes 5 con la firmas de Gabriel Oyhantcabal y Rodrigo Alonso: “En los cuatro años completados de gobierno de Tabaré Vázquez, el PBI creció un promedio de 1,57% por año, muy lejos del 5,4% promedio de los primeros dos gobiernos del Frente Amplio”.
Estas son las grandes cifras sobre la tendencia reciente de nuestra economía.
Caras y Caretas no efectuó valoraciones ni apreciación de causalidades ni eventuales responsabilidades, si es que las hay. Hemos solamente comenzado a responder si Uruguay está o no en un proceso de estancamiento, o ingreso a recesión con inflación, y la respuesta es positiva con los datos de la coyuntura.
Desde el punto de vista técnico, vamos o estamos en estanflación.
Ahora bien, ¿cómo son las previsiones de corto y mediano plazo?
Acá encontramos que tanto el Fondo Monetario Internacional como el Banco Mundial, que no son generosos con los países subdesarrollados, prevén que Uruguay crecerá en 2019, o sea que, implícitamente, no habrá recesión.
En la última actualización disponible de su informe Perspectivas Económicas Mundiales, documento presentado el 9 de abril, el FMI señala que Uruguay crecerá 1,9% de su PIB en 2019 y 3% en 2020; en tanto que en declaraciones a El País, el economista jefe del Banco Mundial para América Latina y el Caribe, Dr. Carlos Végh Gramont, pronosticó un crecimiento de 0,9% para la región y de 1,9% para Uruguay.
Según Búsqueda, Deloitte confirmó “un diagnóstico de estancamiento económico”, Aldo Lema prevé una expansión de 1% del PIB en 2019; analistas de CPA/Ferrere señalaron “una recesión técnica”; el asesor del Partido de la Gente, ec. Javier de Haedo, afirmó que “la economía está en recesión” (lo mismo opina Jorge Caumont en Economía & Mercado, N. de R.), en tanto que Christian Daude, jefe de asesores del Ministerio de Economía y Finanzas sostuvo que: “Yo no hablaría de recesión, sino más bien de una meseta”.
Como hemos señalado, la situación descrita y la discusión política en ciernes (que corre el peligro de manejar antojadizamente y aún manipular cifras, como ocurrió con el déficit fiscal, que fue 2,7% en 2018, pero muchos cuestionaron con el pretexto del “efecto cincuentones”) brinda una buena oportunidad de discutir conceptos de largo plazo que hacen incluso a nuestro destino como nación independiente.
Uruguay: cautela o desarrollo
En marzo Caras y Caretas comentó una muy interesante columna de Jorge Caumont, Economista por la Udelar y Master of Arts en Economía de la Universidad de Chicago, sobre ‘El actual keynesianismo local’, publicado en el suplemento Economía & Mercado.
Caumont encaró dos subtemas. ‘Nosotros hoy’, afirma: “Nuestro país vive un momento difícil desde el punto de vista productivo: la economía está en recesión. Tal vez por razones estadísticas eso no lo refleje la marcha del PIB […] Pero aun así, como la economía se mueve por debajo de su tasa de crecimiento potencial, está en recesión”.
El segundo subtítulo del artículo es ‘Solución ineficaz’ y nos lleva al tema central. Dice Caumont: “Se menciona en estos días desde algunos sectores oficiales y sindicales que para sobrellevar la situación, y a pesar del alto déficit fiscal, el gobierno debe aumentar el gasto público financiándolo con mayores impuestos. No se dice, pero sobrevuela que la otra forma de financiar el mayor gasto para mejorar la actividad es el endeudamiento. Las dos formas de contar con ingresos tienen su contrapartida. El keynesianismo con mezcla de ‘lucha de clases’ está detrás de esas propuestas y se impulsa en momentos en que la política monetaria es restrictiva y la cambiaria un corolario de ella. Si el gasto público aumenta para solucionar la recesión y se financia con mayor presión impositiva, por más que se la haga aparecer más justa porque recaería sobre los que ‘ganan más’ y los que ‘tienen más’, su contribución a la solución del problema será negativa”.
No es necesario recordar que Keynes, padre del intervencionismo estatal en la economía como sostén de la actividad privada, aconsejó aumentar el gasto y aun el déficit público en tiempos de crisis (y así sus ideas, adoptadas por las grandes potencias, derrotaron la Gran Depresión de 1929 y todas las grandes crisis recurrentes del sistema capitalista hasta la reciente Gran Recesión 2007-2010); consideraba que el principal problema de la economía es el desempleo (“un error económico y un crimen social”) y aconsejaba programas de educación, de empleo y, siempre, grandes obras de infraestructura productiva.
Uruguay, en estos tiempos turbulentos, tiene en marcha un gran proyecto, la mayor inversión de su historia (10% del PIB), con UPM II y la construcción del Ferrocarril Central, que según el presidente Tabaré Vázquez (que es quien se puso ambos proyectos al hombro), “se hará con o sin UPM” y constituye una histórica reivindicación del medio de transporte más eficiente y barato, principal en el mundo desarrollado, eliminado aquí por razones que conocemos.
Discrepando con Caumont, Caras y Caretas afirma que es oportuno y necesario que haya planes para, al costo que haya que asumir (y luego hablaremos del financiamiento), realizar la magna obra e implantar, estimular y fomentar centenares de proyectos productivos a ambos lados del ferrocarril, utilizando tierras fiscales o expropiadas (contemplados en los planes de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto), que a su vez traerían comercios, escuelas, liceos, y nuevos centros universitarios y todos los servicios conexos en el despoblado interior del país. Keynes hubiera pensado en cadenas productivas agroindustriales (porque al contrario de lo que dicen algunos precandidatos, Uruguay no debe ser sólo “campo”, sino también industria y servicios, particularmente, turismo) que tengan negociada su inserción en el Mercosur y, a través de la Alianza del Pacífico, en los grandes mercados de la cuenca del océano Pacífico.
Esas grandes inyecciones de inversión (en capital físico y capital humano) pueden financiarse con mayores impuestos, como afirma el Pit-Cnt, pero centrados en el 1% más rico de la población (que ha aumentado su riqueza fabulosamente en estos últimos 16 años) y no en los trabajadores, ni los jubilados ni los pequeños productores y comerciantes. “Que paguen más los que tienen más” no es un eslogan, sino la base de todo sistema impositivo serio, como era el de Estados Unidos, por lo menos hasta Donald Trump, y el del Estado de Israel, así como las principales potencias europeas.
Podrían también, como afirma el Pit-Cnt, reverse algunas de las grandes exoneraciones que no benefician a pequeñas empresas y que, generalmente, no son de origen nacional.
Y si con ello no bastara para la magna empresa que se ha emprendido, podría también aumentarse la deuda, aunque esta debería ser la última opción.
El FMI y el desarrollo nacional: una sorpresa
Lo que el economista Jorge Caumont llama “el modelo de Keynes”, que utilizan las grandes potencias, sigue siendo la mejor política posible para navegar en las aguas turbulentas y las crisis recurrentes del sistema capitalista, en el que viviremos nosotros, nuestros hijos y nietos.
Volvemos a citar el muy interesante artículo ‘Winter is coming’ (Brecha, 5 de abril, sobre cuyos muchos aspectos destacables volveremos una y otra vez), que afirma que: “Las estaciones económicas no son algo exclusivo de Uruguay. Los ciclos económicos de expansión y crisis son inherentes a las sociedades capitalistas y no porque las crisis sean una anomalía o el resultado de malas políticas, sino porque, por el contrario, son la fase necesaria para preparar una nueva etapa de expansión […]”.
Efectivamente los ciclos del capitalismo son así, pero lo importante es navegar en ellos, mucho más en los tiempos oscuros que vivimos.
Lo importante en tiempos de crisis es actuar vigorosamente: contra las recesiones y las depresiones, contra el desempleo y la miseria, contra la desigualdad, y eso hacen las grandes potencias como Estados Unidos, China Popular, Alemania y Japón, mientras el FMI aconseja a los países subdesarrollados políticas como ajustes fiscales permanentes, disminución del gasto público, menor intervención del Estado para sostener la actividad privada, menor gasto en retribuciones y jubilaciones, privatización total o parcial de las empresas y bancos públicos (que son el soporte de economías pequeñas como la nuestra) y otras medidas contractivas y recesivas.
Sin embargo, esta vez, tenemos una gran sorpresa: en un artículo titulado ‘Cinco conclusiones que se extraen de las perspectivas económicas de Uruguay’, publicado el 21 de febrero pasado en la página web oficial del FMI, podemos leer:
“He aquí cinco conclusiones principales del último informe que arrojan luz sobre la salud económica de Uruguay y sus perspectivas.
Crecimiento.
Aunque el consumo siguió respaldando la demanda interna, la inversión privada sigue estando alicaída y las exportaciones netas (el valor de las exportaciones totales del país menos el valor de sus importaciones totales) se tornaron negativas, lo que entorpece el crecimiento. Además, una fuerte sequía en el primer trimestre de 2018 perjudicó la cosecha de los cultivos de verano (sobre todo la soja). Para 2018 y 2019 se proyecta que el crecimiento ronde el 2% debido a la floja demanda de los socios regionales combinada con el repunte previsto de la agricultura y la inversión, y para 2020 se proyecta que se recupere a 3%.
Instituciones sólidas.
Será necesario mantener la firme trayectoria de Uruguay -fundada en instituciones sólidas y políticas económicas prudentes- para hacer frente al empeoramiento de la coyuntura externa. Uruguay es una economía abierta pequeña, lo que la hace vulnerable a los cambios en la actitud de los mercados internacionales y a los efectos de contagio regionales. Gracias a sólidas políticas económicas -como la diversificación de las exportaciones y sus destinos, el manejo prudente de la deuda, el prefinanciamiento de las necesidades de fondeo externo y a las menores vulnerabilidades del sector bancario y al gran monto de sus reservas internacionales-, Uruguay ha podido soportar algunos shocks regionales. En el futuro, a fin de salvaguardar los avances logrados en materia social en la última década y de apuntalar el crecimiento, el gobierno debe aprovechar las ventajas institucionales de Uruguay para reforzar los marcos de política fiscal y monetaria e impulsar nuevas reformas para mejorar los resultados de educación y fomentar la competitividad y la inversión del sector privado.
Deuda.
Encauzar la deuda por una trayectoria descendente puede ayudar a contener los riesgos fiscales. Una reducción del déficit presupuestario global del gobierno, que habría de basarse en la disminución del elevado gasto corriente, ayudaría a situar la deuda en una firme trayectoria a la baja. Además, las tarifas de los servicios públicos deberían modificarse en función de la estructura de costos y las necesidades de inversión de las empresas públicas.
Inflación.
Es importante bajar la inflación hacia la mitad del rango meta a fin de anclar las expectativas inflacionarias. Desde mediados de 2018, la inflación ha estado por encima del rango meta, debido a la sequía y a la depreciación del peso, y actualmente es de 7,4%. La orientación de la política monetaria debe seguir ajustándose hasta que la inflación y las expectativas inflacionarias se acerquen al punto medio del rango meta (5%).
Reformas.
Las políticas estructurales pueden ayudar a garantizar que los ingresos continúen convergiendo hacia los niveles de las economías avanzadas. Una posibilidad sería crear un mayor margen para el gasto presupuestario público a fin de incrementar la inversión en infraestructura, como por ejemplo con el reciente proyecto ferroviario. Una reforma del sector educativo puede ayudar a preparar a los que buscan empleo para un mercado laboral impulsado por la tecnología. Además, para fomentar la inversión privada se puede mejorar el clima general de negocios y el acceso al financiamiento”.
Este texto oficial puede verse en la página oficial del FMI: Uruguay crecerá en 2019 y 2020 y explícitamente se señala que “una posibilidad [de avanzar] sería crear un mayor margen para el gasto presupuestario público a fin de incrementar la inversión en infraestructura, como por ejemplo con el reciente proyecto ferroviario”.
Hasta el FMI apoya para Uruguay los proyectos desarrollistas del gobierno encabezado por Tabaré Vázquez, con hincapié en el proyecto ferroviario; y en su último informe del martes 9 informa que Uruguay crecerá 1,9% de su PIB en 2019 y 3% en 2020.
La nueva cosecha, especialmente en el maíz y la soja, el comienzo de construcción de UPM II y la construcción del Ferrocarril Central (ambos proyectos tan resistidos por tantos) son instrumentos que tenemos para salir de la incipiente recesión y prepararnos para nuevas instancias que nos conduzcan a un auténtico desarrollo nacional.
Cumplir la gran tarea transformadora que nos marcaron nuestros mayores.
Las condiciones están dadas, a pesar de los datos inmediatos y de la ferocidad de los adversarios.
En la voluntad, la tenacidad y el esfuerzo para continuar en este camino de desarrollo nos va la vida como nación independiente.