INIA China 1La alianza entre INIA y China que proyecta a Uruguay en el mapa de la innovación agropecuaria

Más de una década de trabajo conjunto ha transformado la relación científica entre Uruguay y China.En el mundo de la investigación agropecuaria, la cooperación internacional se considera una necesidad estratégica para mantenerse en la frontera del conocimiento.

Por lo tanto, el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), desde su creación, ha tejido una red global de vínculos científicos que hoy abarca desde Oceanía hasta Asia, pasando por América y Europa. Pero en los últimos años, un socio en particular ha marcado un antes y un después: China.

Desde el 5 de abril de 1993 los gobiernos de Uruguay y China celebraron un Convenio de Cooperación Técnica y Científica que “tiene como objetivo fomentar la cooperación técnica y científica entre los dos países, a través del intercambio de conocimientos y experiencias adquiridos en el terreno técnico y científico, para promover un mayor desarrollo económico con base en la colaboración amistosa y el principio de igualdad y beneficios mutuos”. En el mismo año, ambos países también firmaron su primer acuerdo de cooperación agrícola y ganadera y ahí comenzó un largo viaje que continúa vigente.

Diario La R entrevistó a quienes, desde dentro de la institución, trabajan para que este tipo de vinculaciones internacionales se mantengan vigentes y, sobre todo, generen beneficios para ambos países. Se trata de Nicolás Gutiérrez, integrante de la Unidad de Cooperación Internacional de INIA, y del ingeniero agrónomo Sergio Ceretta, Líder del proyecto de mejoramiento genético de soja del Instituto. Juntos, han estado desde los inicios impulsando la creación de un Laboratorio Conjunto China-Uruguay para trabajar el mejoramiento de la soja.

La historia de esta colaboración se remonta a más de una década, cuando INIA y la Academia de Ciencias Agrícolas de China (CAAS) pusieron en marcha un ambicioso laboratorio conjunto enfocado en el desarrollo de soja de alta calidad, adaptada a las demandas del consumidor chino.

“Desde su propia creación, INIA siempre ha tenido una política muy fuerte de vinculación a nivel internacional”, explica Nicolás Gutiérrez. “Históricamente nos hemos conectado con países como Nueva Zelanda, Australia, Estados Unidos, Holanda…y nuestros socios de la región, Argentina, Brasil, Chile, Paraguay entre otros… Esto ha sido clave tanto para formar capital humano como para acceder a conocimiento y capacidades de frontera”.

La apuesta por China, sin embargo, implicaba un desafío adicional, ya que no solo se trataba de tender un puente científico hacia una de las principales potencias mundiales en investigación y desarrollo, sino también de romper barreras culturales, de idioma y logísticas. “Haber sido el primer proyecto de este tipo para Uruguay significó avanzar en una realidad que no conocíamos mucho, con diferencias culturales grandes. Los primeros años fueron de mucho aprendizaje y avances lentos, pero valió el esfuerzo”, recuerda Gutiérrez.

Soja: del commodity a un cultivo con valor agregado

Cuando comenzó el proyecto, la soja no era solo el principal producto agrícola de Uruguay, sino también su mayor exportación a China. La visión fue articular la relación comercial con una alianza científica que abriera nuevas oportunidades.

Sergio Ceretta, investigador de INIA y Líder del programa de mejoramiento genético de soja, detalla que en el año 2011 el Instituto comenzó a trabajar de manera formal en el mejoramiento de soja. “Nuestros objetivos eran mejorar la productividad, la estabilidad de los rendimientos y la adaptación a las condiciones locales, así como la resistencia a las enfermedades más prevalentes en el país”.

Una de las limitantes identificados en ese momento fue el acceso a variabilidad genética, a lo que comparten que se volvía “muy difícil hacer un salto en calidad de grano, contenido de proteína o aceite si no accedíamos a germoplasma que no teníamos”. Nos cuenta, que la colección de la Academia de Ciencias Agrícolas de China, “es la más grande del mundo, y para nosotros era estratégico poder trabajar con ese material”.

El primer intercambio de germoplasma se concretó en 2021, abriendo la puerta a un trabajo conjunto que combina recombinaciones genéticas, selección avanzada y pruebas en ambos países. Según Ceretta, “los materiales que introdujimos de China están entre 47 y 48% de proteína, frente al 39-40% habitual. El objetivo es combinar esa mejora con un aumento de la productividad, evitando la correlación negativa que suele existir entre ambas variables”.
Más allá de la soja: una cooperación en expansión

Gutiérrez afirma que el éxito del laboratorio conjunto “fue una experiencia que sirvió de modelo y de ejemplo para que otros actores pudieran recorrer caminos similares”. De hecho — antes de vincularse con actores de China — han venido a conocer de primera mano la experiencia con este país”. Desde cómo el instituto logró vincularse, los caminos recorridos, las puertas a golpear y “los escollos a los que uno se puede enfrentar”, afirma Gutiérrez.

Destaca que este modelo de laboratorios conjuntos se incorporó como herramienta dentro de la cooperación del Ministerio de Ciencia y Tecnología de China siendo el del INIA y la CAAS, el primero para Uruguay. “Hoy ya firmamos un acuerdo con la Academia de Ciencias Agrícolas de la provincia de Jilin para un nuevo laboratorio conjunto, en este caso vinculado a la producción de ganado de carne sustentable, con un foco fuerte en mejoramiento genético animal y transferencia de genética”, explica.

Además, se proyecta ampliar la alianza con China a otros cultivos estratégicos para Uruguay, como arroz, trigo y cebada. “En el primer proyecto decidimos enfocarnos en un solo rubro para garantizar un trabajo sostenido y de calidad. Ahora, con la confianza y el conocimiento mutuo ya establecidos, estamos en condiciones de expandirnos”, apunta Gutiérrez.

Por su parte, Ceretta agrega que la cooperación es de doble vía: “El material genético que enviamos desde Uruguay ha demostrado un gran potencial en provincias productoras de soja en China”, por lo cual, “existe interés en producir semilla para su comercialización” en China. “Esto no solo valoriza nuestro trabajo, sino que abre la posibilidad de generar ingresos por regalías en un mercado enorme”.

Intercambio de conocimiento y capital humano

Si bien la pandemia interrumpió temporalmente las visitas presenciales, el intercambio de investigadores ha sido un pilar fundamental desde el inicio. “Hemos tenido estadías de formación en China y visitas técnicas recíprocas. Este año esperamos recibir a dos postdoctorados chinos en Uruguay”, cuenta Gutiérrez.

Sin embargo, reconoce que aún hay desafíos para atraer a estudiantes uruguayos a realizar posgrados en China: “El idioma y la competencia con otros destinos influyen, pero la oferta de becas ha mejorado y estamos trabajando para fortalecer esa movilidad, porque es clave para construir vínculos duraderos”.

Generar confianza, conocer las capacidades del otro y desarrollar actividades de cooperación duraderas a través del intercambio de investigadores y estudiantes, son los pilares que consideran desde el instituto necesarios para continuar desarrollándose ya que “con reuniones virtuales no es suficiente”, comenta Gutiérrez.

Ciencia con impacto productivo y comercial

Ambos entrevistados coinciden en que este tipo de proyectos apuntan a un doble impacto, en la investigación y en el comercio. “No solo buscamos mejorar la productividad y la sustentabilidad, sino también generar oportunidades comerciales para Uruguay”. Pone como ejemplo su participación en una delegación mixta con exportadores, autoridades y técnicos la cual “permitió establecer sinergias valiosas”, señala Gutiérrez.

Mirando hacia adelante, la expectativa es alta. Ceretta considera que respecto al trabajo en mejoramiento de soja “hay una valoración muy positiva de ambas partes del avance de los resultados”. De parte de China, lo que se visualiza es un interés muy grande, tanto de la Academia de Ciencias Agrícolas de China, el Ministerio de Agricultura y del Ministerio de Ciencia y Tecnología, de avanzar, tanto en mejoramiento de soja como en la apertura hacia a otros cultivos.

El siguiente paso es llevar el laboratorio de soja a un nivel de Laboratorio Conjunto Internacional, considerándolo “una relación mucho más estrecha en la colaboración científica”. Ceretta cree que la cooperación no debe de ser por tiempo determinado, sino que se establ

ezca una cooperación en el largo plazo, “que en la medida que haya objetivos interesantes, seguir trabajando”. Tanto para Uruguay, China y el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria, se visualizan señales “muy positivas”, concluye.

Ambos agradecen el nivel de involucramiento de diversos sectores como el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, el Ministerio de Relaciones Exteriores, el Ministerio de Educación y Cultura, la embajada de China en Uruguay y de Uruguay en China, así como el soporte y apoyo de la Universidad de la República en diferentes etapas de su labor.

En un mundo donde el conocimiento y la innovación marcan la competitividad de los países, la alianza entre INIA y China es mucho más que un proyecto científico. Es una apuesta estratégica para posicionar a Uruguay como un actor relevante en la investigación agropecuaria global, aprovechando el potencial de sus recursos y el talento de sus investigadores, pero también entendiendo que la ciencia, cuando se combina con la cooperación, no conoce fronteras.

 Grupo R Multimedio -Montevideo - URUGUAY - 21 Agosto 2025