haçia donde vamos¿Hacia dónde vamos?

Los últimos datos relativos a la evolución del nivel de actividad muestran un repunte en el nivel de actividad sobre fines del año pasado. Ello llevó a que los distintos analistas, entre los que me incluyo, elevemos las proyecciones de crecimiento para el presente año. Algunos un poco más, otros un poco menos, en promedio se espera que el PIB aumente en el entorno al 2% con respecto al año anterior.

 

Horacio Bafico 
Pero más allá de este crecimiento puntual, subsisten problemas de fondo que impiden alcanzar mayores tasas de crecimiento. Por acción u omisión el gobierno no los ha encarado adecuadamente y al ir promediando su mandato parece difícil que los enfrente dados los costos políticos que le pueden acarrear. Uno se va resignando a que queden para ser resueltos por la próxima administración que asuma en el año 2020.

El crecimiento estimado para este año tiene un fuerte componente de arrastre del año anterior, estimado en el 1,5%. El resto se explica mayoritariamente por la cosecha de soja, que será muy buena, y lucirá mejor aún al compararla con la de la zafra anterior que se vio afectada por factores climáticos adversos, y el efecto Macri, que se vio reflejado en una temporada turística excepcional.

Claramente la soja y el turismo son dos actividades muy importantes en nuestro país, de las principales generadoras de divisas. Pero la actividad económica en su totalidad abarca muchas otras. La pregunta relevante entonces pasa a ser qué pasa con esas actividades.

Y la respuesta es que no la están pasando muy bien. Si se las mide en términos físicos, las exportaciones de bienes, incluidas las zonas francas (ZF), alcanzaron un pico hacia el año 2012, permaneciendo relativamente estancadas desde entonces.

Si bien medidas en dólares continuaron creciendo hasta el año 2014, ello se explica por los mayores precios, que precisamente a partir de ese año revirtieron la tendencia al alza experimentada desde 2003 y comenzaron a caer.

La información anterior se complementa con otro dato revelador. Casi la cuarta parte de las exportaciones totales del Uruguay en el último año fueron realizadas desde ZF porcentaje que era prácticamente inexistente previo a la instalación de las plantas de celulosa.

Se deduce de lo anterior que la oferta exportable del país no ha aumentado en los últimos años, y que la misma se canaliza crecientemente vía ZF, es decir territorios donde no se pagan impuestos.

A su vez se puede inferir que esa oferta exportable que globalmente en volumen físico no cambio, si registro variaciones en su composición interior.

Esos cambios tienen que ver con la radicación de importantes emprendimientos en ZF. Las dos plantas de celulosa son las más notorias, pero también está radicada Pepsi que elabora concentrados para refrescos y emprendimientos farmacéuticos.

Si crecieron notoriamente esos sectores, pero la oferta global no lo hizo, quiere decir que en su conjunto los restantes sectores cayeron.

Esa evolución es la que muestra la industria manufacturera, con una tendencia al estancamiento, pero con cambios importantes a su interior. Esos cambios están íntimamente vinculados a la competitividad que enfrenta el sector productivo.

Varios son los factores que están detrás de la competitividad. A largo plazo las mejoras en la productividad, inducidas éstas por las inversiones y las mejoras en la asignación de los recursos, la calidad de los mismos y la forma en que se combinan. Se trata de procesos de largo aliento, que son más duraderos en contextos de estabilidad y perspectivas de crecimiento.

No es casualidad que cuando el viento de cola comenzó a frenarse hacia el año 2013 lentamente las distintas economías latinoamericanas comenzaron a tener problemas. De una forma más gradual y sin entrar en recesión como sus vecinos, Uruguay también se vio afectado. El ritmo de crecimiento del PIB se desaceleró notoriamente al tiempo que la IED, que cumpliera un rol fundamental en el crecimiento de los años previos fue cayendo hasta situarse actualmente en niveles similares a los de una década atrás.

Esto frenó el proceso de mejora en la productividad al que asistió la economía uruguaya. Desde entonces, ante el incremento de los costos y la caída de los precios internacionales se redujo la rentabilidad global del sector exportador.

Pero la rentabilidad no sólo se vio afectada por esos factores externos, sino que también incidieron acciones internas. La política macroeconómica en general no dio las respuestas adecuadas para enfrentar el shock negativo que soportó la economía uruguaya en los últimos años.

En particular la política fiscal. Ya van tres años de déficits globales cercanos al 4% del PIB, fruto de un gasto creciente, que sobrepasa los ingresos derivados del aumento de impuestos vigente en el ajuste fiscal en marcha. Por los datos del primer trimestre difícilmente el déficit se reduzca sustancialmente en el presente año.

Ello es grave por varios motivos. En primer lugar, porque necesita financiarse. La deuda ya es muy alta y las calificadoras han advertido al gobierno que de seguir endeudándose y no ajustar el déficit pueden bajar la calificación del país.

Por el momento no hablan de perder el grado de inversión, pero la advertencia hecha está. En tal sentido es interesante entender esa advertencia a la luz de la historia reciente, en la que Uruguay recuperó el grado de inversión perdido durante la crisis de 2002, ascendiendo dos escalones en la escala, con comentarios elogiosos de las calificadoras. El tono ya no es el mismo.

A su vez, y esto es algo de lo que se habla poco, el gasto público tiene una incidencia muy grande en los precios relativos de la economía, presionando al alza los precios no transables y deteriorando en consecuencia el tipo de cambio real de la economía.

En el corto plazo el tipo de cambio real se ve afectado por la dispar evolución entre el tipo de cambio nominal y los restantes precios. Por el contexto internacional y la política de tasas del BCU el dólar disminuyó su cotización en el mercado interno. Por el otro lado, las tarifas, los salarios y los restantes precios siguieron aumentando (aunque a un ritmo menor). El resultado fue un encarecimiento en dólares que afectó la competitividad.

Esta situación es la que afecta al sector productivo, que reduce sus exportaciones y sólo crecen aquellas radicadas en ZF, que son las que pueden evitar la pesada carga fiscal.

Pero estas actividades, al igual que las restantes actividades que exportan desde el territorio fiscal, tienen la característica de ser muy poco intensivas en el factor trabajo. De hecho, hace tiempo que Uruguay no exporta productos intensivos en mano de obra. El aumento que está registrando el desempleo no es casual y responde a la baja productividad de la mano de obra y su encarecimiento relativo.

Ante la falta de efectividad de las políticas macro y la inacción del gobierno para encarar reformas imprescindibles, que permitan entre otras cosas mejorar el empleo, es que uno se pregunta hacia dónde vamos.

Es importante aclarar que no se está previendo que Uruguay ingrese en una crisis profunda. Por el contrario, la economía crecerá este año y probablemente lo vuelva a hacer el próximo. Pero el punto relevante es que lo va a hacer a tasas moderadas, inferiores a las registradas en promedio a lo largo de la última década, que fueron excepcionales, pero inferiores incluso a las de la tendencia de largo plazo, con la frustración que ello trae aparejado.

Portal EL TELESCOPIO -  Montevideo -  URUGUAY -  26 mayo 2017