Los bosques contribuyen a saciar la sed urbana
Las cuencas y los humedales forestales proporcionan un 75% de los recursos mundiales de agua dulce
René Castro Salazar (FAO)
Plantación de árboles para combatir la desertificación en Luxor (Egipto).
Plantación de árboles para combatir la desertificación en Luxor (Egipto). © FAO Rosetta Mesori La próxima vez que abra el grifo para llenar la cafetera de agua, recuerde que un bosque lo ha hecho posible. Puede que esté a 100 kilómetros de distancia —o más— de donde usted está sentado, pero lo más probable es que les deba su taza de café, al menos en parte, a los árboles que ayudaron a capturar el agua y a filtrarla en su largo viaje hacia el consumidor.
No se debe subestimar la importancia de los bosques respecto del ciclo del agua. Los bosques ralentizan el flujo de agua, que se infiltra gradualmente a través del suelo, garantizando un suministro estable todo el año, incluso durante las estaciones más secas. Al mismo tiempo, filtran el agua que entra en nuestros ríos, lagos, arroyos y aguas subterráneas, aumentando así la calidad de este recurso vital. La investigación en Burkina Faso ha demostrado cómo un solo árbol puede contribuir a la recarga de las aguas subterráneas: protege la evaporación del agua del suelo y su sistema radicular permite que el agua de lluvia se filtre más profundamente, suministrando así agua potable limpia y sana.
El vínculo profundo y esencial entre los bosques y el agua es el tema del Día Internacional de los Bosques de este año. En la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) queremos destacar la función fundamental que desempeñan los bosques en el suministro de agua de buena calidad para la creciente población mundial. Además de salvaguardar el suministro de agua de calidad, la ordenación forestal reduce la pobreza mediante la creación de puestos de trabajo, la producción de alimentos, la prevención de incendios forestales, la protección de cuencas hidrográficas y la prestación de otros servicios, tales como la eliminación de dióxido de carbono del aire que respiramos.
A nivel mundial, las cuencas hidrográficas y los humedales boscosos proporcionan un considerable 75% de nuestros recursos de agua dulce. Eso puede no ser sorprendente en zonas rurales. Pero piense en las grandes ciudades, como Bombay, Tokio, Bogotá y México, y pregúntese de dónde viene el agua. La verdad es que un tercio de las ciudades más grandes del mundo obtienen una importante cantidad de su agua potable de los bosques protegidos, y esta cifra seguirá aumentando a medida que los centros urbanos crezcan en tamaño y población. Tomemos el caso de Nueva York, una de las ciudades más densamente pobladas del planeta. Allí, dos sistemas forestales —repartidos en 5.180 kilómetros cuadrados y situados lejos, aguas arriba de la propia ciudad— suministran agua para nueve millones de personas, distribuyendo 4.900 millones de litros todos los días.
Como cualquier organismo vivo, los árboles transpiran, y al hacerlo, aumentan los niveles de humedad en el aire y en última instancia favorecen o propician la lluvia o la nieve. En promedio, el 40% de las precipitaciones sobre la tierra se origina a partir de la evapotranspiración —nombre dado a este proceso—de las plantas, incluyendo los árboles. En algunas zonas, la cifra es aún mayor. Por ejemplo, más del 70% de la pluviometría en la cuenca del Río de la Plata se origina a partir de la evapotranspiración de la selva amazónica.
Piense en las grandes ciudades, como Bombay, Tokio o México y pregúntese de dónde viene el agua
Cuando se ordenan de manera sostenible, los bosques también contribuyen de manera significativa a reducir la erosión del suelo y el riesgo de deslizamientos de tierra y avalanchas, catástrofes naturales que a su vez pueden alterar las fuentes y suministros de agua dulce. También pueden reducir los efectos de las inundaciones y prevenir y reducir la salinidad de las tierras áridas y la desertificación. Mediante el almacenamiento del agua, los árboles pueden fortalecer la resiliencia frente a las sequías, que son uno de los síntomas más devastadores del cambio climático.
La señal es clara: la inversión en las políticas forestales e hídricas orientadas a la ordenación sostenible tiene un sólido sentido económico. Puestos a elegir entre una estrategia de protección de los recursos forestales o instalar una planta para el tratamiento de aguas para los consumidores, los encargados de la planificación de la ciudad de Nueva York se dieron cuenta rápidamente de que no había punto de comparación. El sistema artificial hubiera tenido un costo de entre 6.000 y 8.000 millones de dólares estadounidenses, con entre 300 y 500 millones anuales en costes de operación. El coste total de ordenar de manera sostenible dos bosques aguas arriba —a uno y otro lado del río Hudson— era muyinferior, menos de 1.500 millones de dólares estadounidenses.
Un ejemplo significativo del valor económico de los bosques como proveedores de agua dulce proviene de China. La función de almacenamiento de agua de sus bosques se estima en un billón de dólares estadounidenses. Es decir, tres veces el valor de la madera que contienen.
Asimismo, el valor de los bosques también puede medirse puede medirse —y es el baremo más importante— en vidas humanas. En África, existen datos sólidos de que la deforestación intensiva que se lleva a cabo actualmente en el cinturón tropical central está produciendo un fuerte impacto en el suministro de agua en otras partes del continente, como Etiopía, en el Este. Como consecuencia, algunas poblaciones se han visto obligadas a emigrar de su tierra natal. Esto nos lleva a pensar que las decisiones inherentes a la ordenación forestal —o la falta de ellas— pueden tener un efecto devastador en las comunidades situadas a miles de kilómetros de distancia del lugar en el que se toman.
Sin duda, los vínculos entre los bosques, el agua y el bienestar humano son numerosos y no pueden ser ignorados.
René Castro Salazar es director del Departamento Forestal de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).