Opinión- Por Ing. Agr. MBA Nicolás Lussich,
Agronegocios: lo permanente es el cambio
Las exportaciones siguen mejorando de la mano de la soja y la celulosa. En otros rubros, también hay mejoras, aunque las limitaciones comerciales que enfrenta Uruguay persisten.Se divulgaron en los últimos días los datos del desempeño exportador (cifras a septiembre), con el habitual protagonismo de los agronegocios.
Pero en la dinámica sector a sector hay cambios importantes. Comenzando por el liderazgo: como era esperable, la celulosa supera a la carne vacuna como principal producto de exportación, medido en dólares. La puesta en marcha de UPM 2 (que va mejorando su desempeño rumbo a capacidad plena) ha implicado un salto en la producción y la celulosa (con un acumulado de US$ 1.888 millones en 9 meses) aumenta 36% las ventas al exterior respecto al año pasado, y supera a la carne bovina (que acumula US$ 1.477 millones).
Sin embargo, sumando todos los productos de la ganadería -incluyendo ovinos y ganado en pie- la cifra de exportaciones se acerca a US$ 2.300 millones (cuadro). Esto ilustra la relevancia del sector ganadero. En cualquier caso, más allá de la dimensión relativa de los sectores, lo destacado para los agronegocios es cómo casi todos los principales rubros han podido crecer todos en las últimas dos décadas, multiplicando las exportaciones en base a un aumento histórico en la productividad del suelo uruguayo.
Esto se reafirma si sumamos la agricultura. Después de la sequía del año pasado, la soja retomó su lugar en el ranking exportador y quedó en el tercer lugar, sumando en lo que va del año US$ 1.048 millones. Si bien la producción se recuperó, no ha sido un año fácil para la oleaginosa por las dificultades en la cosecha y la pérdida de calidad en muchos lotes; además, los precios no ayudan, al retroceder justo en el momento de comercializar la mayor parte de la producción. Ahora hay cierta recuperación y los más optimistas aspiran a que retome los 400 US$/ton, no tanto para lo que resta por vender (muy poco) sino para el año próximo, pero ese precio aún está lejos.
A nivel técnico el cultivo de soja, que ha liderado la expansión agrícola de las últimas décadas, presenta desafíos y no puede andar solo: precisa de una rotación que diversifique y aporte productividad. El maíz también se ha expandido (con una notable incorporación de tecnología) y los cultivos de invierno son claves para sumar a la rentabilidad; de lo contrario la soja sola difícilmente sostenga todo el negocio. De manera que los fundamentos técnicos de las rotaciones están en revisión y buscan nuevos avances de productividad. Entre ellos, se destaca la iniciativa para el encalado, entre otros cambios.
Por todo esto también es interesante ver que el sector agrícola, sumando todos los rubros, supera los US$ 2.100 millones exportados en lo que va del año, cifra similar al sector forestal y al ganadero. Las tres “patas” del agronegocio exportador están bastante parejas. Asimismo, es importante agregar que el sector cárnico y varios del sector agrícola tienen también ventas muy relevantes en el mercado interno, lo que aumenta su dimensión económica.
Rubro a rubro.
En el sector cárnico el monto por ventas al exterior es casi el mismo que el del año pasado, pero con un fuerte cambio en los destinos: China sigue siendo el principal, pero EEUU le está pisando los talones y no sería de extrañar que termine el año empatando o ganando (cuadro). En buena medida, esto es reflejo de la dinámica reciente de las dos principales economías del mundo: mientras China está con dificultades para mantener su avance -que era arrollador, pocos años atrás- EEUU ha tenido un desempeño mejor al esperado, logró bajar la inflación y mejorar la demanda. Además, las propias circunstancias internas de la ganadería estadounidense (con precios que llegaron a un récord histórico recientemente) hacen que la importación (nuestras exportaciones) se activen notablemente, con mejores precios.
De hecho, si no fuera porque la exportación de carnes a EE.UU. está cuotificada, seguramente ya sería el principal destino. Pero Uruguay goza de una cuota de solo 20.000 toneladas a arancel mínimo; fuera de eso, tiene que pagar 26% de arancel. Y lo hace: buena parte del volumen que va al norte paga el arancel para entrar y se hacen los negocios. Si tuviéramos libre entrada, el ganadero uruguayo recibiría más precio y el consumidor estadounidense carne más accesible. Pero la realidad es más mezquina y, pese a los intentos, no se ha logrado avanzar en mejor acceso.
En cualquier caso, EEUU ha sido un actor clave para la exportación cárnica en el último año. Y en las últimas semanas se han sumado algunas otras buenas noticias: el precio de venta de los cortes de calidad a Europa avanzó y China está mejorando también los precios que paga por sus importaciones. Así, es de esperar que el sector cárnico, al cerrar el año, salga del “empate” y tenga cierto avance en las exportaciones, aunque hay que ver cómo se traducen esos mejores precios en mayores volúmenes exportados.
Otro ejemplo significativo acerca de los permanentes cambios que enfrentan las agroexportaciones es el del arroz. El área se achicó el año pasado por la seca, pero este año se está sembrando un área sustancialmente mayor por la mayor disponibilidad de agua y -principalmente- por la sustancial mejora que hubo en el precio. Esto fue consecuencia, principalmente, de la decisión de la India de suspender sus exportaciones de arroz, por la carestía interna. Ya no más: el gobierno indio anunció esta semana que retoma las ventas al exterior y los precios en Asia ya están incorporando la novedad, con ajustes a la baja.
La noticia no es buena, pero no sorprende al sector arrocero; se sabía que la suspensión era una circunstancia transitoria. Los precios en la región aún se mantienen altos, aunque habrá que ver qué sucede en las próximas semanas. Las exportaciones de arroz han buscado permanentemente componer el mejor precio al productor, incluso resignando elaboración al aumentar las ventas de arroz cargo y con cáscara. Pero también enfrentan restricciones comerciales. Ya hemos comentado lo de los aranceles europeos, a lo que cabe sumar lo que sucede en Centroamérica: esta semana el presidente de la ACA, Alfredo Lago (luego de asistir a una Expo internacional en Honduras), comentó en Twitter: “Las ventas de arroz uruguayo hacia Centroamérica ha sido voluminosa en los últimos años. La mayoría de ellas dentro de los ‘periodos de desabasto y/o contingencia’ decretados por los gobiernos, donde el arancel es 0. Fuera de eso es casi imposible vender por la alta carga arancelaria. Por ello urge el inicio de negociaciones comerciales con esa región. Las oportunidades son importantes no solo para arroz, sino también para otros productos, como leche en polvo”, destacó. Ciertamente, Centroamérica es un mercado de gran potencial, pero (como en la carne) las restricciones por cuotas y aranceles son trabas ostensibles para una mejor posición comercial de Uruguay.
Competitividad.
Además de los asuntos comerciales, la competitividad también se sostiene porteras adentro. Allí hay dificultades, con un “costo país” reconocidamente alto. Es cierto que la inversión reciente en infraestructura ha mejorado la logística en varias áreas, proceso que sigue. A su vez, está bajando el precio del combustible medido en dólares (gráfica), lo que es clave para el sector, en especial en la agricultura. Sin embargo, la guerra en Medio Oriente amenaza con elevar otra vez el crudo. Nada es para siempre.
A su vez, la reciente suba del dólar (por la incertidumbre que genera el plebiscito que impulsa el PIT-CNT) “licúa” los costos locales en pesos, lo que ayuda a mejorar el margen de los sectores exportadores a corto plazo. Sin embargo, persisten desafíos de fondo para mejorar la competitividad, tanto en negociaciones comerciales como en mejoras en reducción de costos internos.