SALTO GRANDE POR DENTRO A 50 AÑOS DE SU CONSTRUCCIÓN
Túneles, turbinas y mucha agua en las entrañas de la represa de Salto Grande: así es por dentro una de las obras de ingeniería más grandes de Uruguay. Un lugar donde todos los salteños quieren trabajar. De telón de fondo, las denuncias por los sueldos y designaciones directas. Y la idea de convertirse en empresa pública.
Por Karen Parentelli
Desde el cielo se puede ver cómo la fuerza del río Uruguay es detenida por un paredón. Arrinconada como energía potencial, descansa el agua en una laguna a la espera de ser transformada en electricidad. El río pasa por un centro de máquinas generando energía cinética y luego hidráulica. Tras recorrer las hélices de las turbinas, el agua regresa a su curso con total tranquilidad.
En segundos sucede la magia. La fuerza del agua es transformada y enviada a la velocidad de la luz por cables de alta tensión hasta Montevideo, para que UTE le baje el voltaje y sea de uso doméstico.
La represa tiene 52 metros de ancho y 69 metros de altura. Para hacerse una idea: más o menos como el Estadio Centenario de alto o 51 automóviles uno arriba del otro.
Al ingresar al predio de 550 hectáreas del Complejo Hidroeléctrico Binacional de Salto Grande, todo llama la atención. Hay varios caminos internos que llevan a distintas áreas, como talleres, almacenes, laboratorios y sala de máquinas. El movimiento de las camionetas 4×4 que circulan por esos caminos es continuo. Muchos de los trabajadores dicen que es un pueblo, es que hay hasta un puente interno por el que se puede llegar a territorio argentino sin ningún tipo de trámite.
Estamos en tierras binacionales a la altura del río, no hay aduana ni migraciones, tampoco free shops para comprar. Hay turbinas, hay generadores, hay gente trabajando con casco de seguridad y chaleco reflector. Es una central produciendo las 24 horas del día, los 365 días del año; la frontera natural que impone el río Uruguay no existe a esta altura. Los operarios son argentinos y uruguayos y, como lo fue desde su construcción, se busca una paridad. Esta es tan solo una de las tantas particularidades de esta obra que se comenzó a ejecutar el 1° de abril de 1974, en plena Guerra Fría y con Uruguay ya en dictadura. Se terminó a inicios de 1983, cuando los regímenes militares se acercaban a su fin en ambos países. La construcción implicó el trabajo conjunto de Unión Soviética, Japón, Italia y Francia.