El puente del Paso del Gordo.
Es muy difícil trasladar el sentimiento de la gente del lugar; además la importancia o trascendencia de la obra se la da la gente que vive de un lado y del otro del puente, que durante tanto tiempo acarició un sueño que se hace realidad.Hay hechos que suceden ajenos a los medios de comunicación pero que son importantes para el lugar y la gente de ese lugar en el que ocurren.
La presencia del presidente de la República, Luis Lacalle, como de algunos de los ministros, jerarquiza ese acontecimiento y llama la atención de los medios de comunicación que entonces lo informan y el país en general toma conocimiento del hecho.
Es lo que sucede con el puente del Paso del Gordo, en el límite de Durazno y Cerro Largo, y su inauguración que será el 4 de abril próximo.
Imagino a una persona alejada de la realidad agropecuaria a la que le digan y que por primera vez escuche que el presidente inaugurará un puente en Paso del Gordo. Lo primero que se generará será una sonrisa por el nombre del lugar, y en segundo lugar preguntará qué es lo que están haciendo, y se le explicará que están sustituyendo un viejo puente de madera, el cual se tornó peligroso, y ahora tendrá un nuevo puente con mayor seguridad.
Frente a la explicación imagino también el comentario: “¿Y para eso va el presidente de la República?”.
Sí, porque la importancia o trascendencia se lo da la gente que vive de un lado y del otro del puente. Algo que fue largamente deseado por todos aquellos que durante años debieron superar el riesgo de pasar sobre una estructura que no ofrecía todas las garantías.
Lo decía uno de los alcaldes: “Tuvimos miles de tropiezos, muchas veces en alguna gestión o papel olvidado en un escritorio, pero otras veces alguien lo tomaba con mayor calor y lo aceleraba”. Todo eso es lo que se va a festejar el 4 de abril.
Es muy difícil trasladar el sentimiento de la gente del lugar, como dice la canción, si no se ha vivido alguna vez cosa parecida.
Recuerdo que en el ramal 44, la carretera que va desde Fraile Muerto hacia Ramón Trigo -la ruta 7 no estaba terminada, llegaba hasta Fraile Muerto y no continuaba hasta Bañado de Medina para entroncar con la ruta 26 y allí poder seguir hacia Melo-; en ese ramal 44 a un par de kilómetros antes de llegar a Fraile Muerto viniendo desde Ramón Trigo, había un puente de madera –“el puente negro”, le decíamos-, más angosto que los puentes de material, y cuando se transitaba sobre él las tablas sonaban con el pasar del vehículo.
Cuando iba con mi madre que en aquellos tiempos no era una avezada conductora, al llegar al puente negro nos hacía bajar y mirábamos como ella lentamente pasaba y llegaba al otro lado. Entonces nosotros, chicos, salíamos corriendo para pasarlo y nuevamente tomar el vehículo.
Esa es una experiencia que es muy difícil de trasladar. Luego el tiempo paso y con los años uno comenzó a conducir y los ruidos de las tablas se nos hicieron familiares y no nos ocasionaba mayor temor, aunque el puente seguía siendo angosto.
La inauguración del puente del Paso del Gordo posiblemente no tenga toda la difusión que mereciera, pero con la gente del lugar se pueden producir fenómenos como el que pasó a mí el otro día: me llamó un buen amigo mío y me preguntó si iba a ir a la inauguración del puente del Paso del Gordo. Pues vamos a ir juntos porque yo viví ahí, se lo largamente deseado que ha sido, y aunque de antemano sé que posiblemente no estén las personas de mi época, sí voy a tener el gusto de participar con todos ellos de la alegría de ver cristalizada una obra tan esperada, que implicó muchas gestiones, y que hoy logra una posibilidad de comunicación, poder acceder, salir o entrar a un lugar a través de una buena ruta o un buen puente.
Yo recordaba “mi puente negro” y a mi madre que trataba de ser solo ella la que corría el riesgo como conductora. Pero puentes de madera está lleno en todo el país, es la forma de superar la geografía, esos accidentes geográficos chicos a veces, o torrentes en otras, porque esos sangradores que uno ve, cuando llueve fuerte se vuelven verdaderos huracanes que más vale mirarlos y no pasarlos porque el peligro está latente.
Realmente, en lo que tiene que ver con la gestión del presidente Lacalle en obras públicas y carreteras, nunca se vio una inversión de este tipo. Cambió nuestra campaña, logró sueños que eran difíciles de imaginar y que hoy disfrutamos.
Con el paso del tiempo y no tanto, bastará un año o dos, empezaremos a considerar que esas obras son naturales, porque a lo bueno nos acostumbrados rápidamente. Olvidamos lo que significa pasar el Olimar o el Cebollatí en una balsa a cincha de un tordillo. Eso quedará en la historia y la memoria, pero consideremos que el puente que hoy disfrutamos y que la gente transita, fue sueño y deseo de muchos, y hoy se puede disfrutar. La historia se hará a partir de él pero no prescindiendo de él.
Igual ocurrirá con el puente del Paso del Gordo: toda la historia anterior quedará en la memoria de quienes lo vivieron, de aquí para adelante esa historia solo será un recuerdo y disfrutarán quienes tienen esa posibilidad. Y serán otros los nuevos sueños que se acariciarán y por lo que habrá que pelar para que se cristalicen.
Pero en este caso especial, el 4 de abril, la gente festejará y el propio presidente comprometió su presencia. Como también lo hizo mi amigo en honor a aquellos que lo acompañaron en aquellos momentos cuando vivía por allí. Estará como testigo de que la obra se llevó adelante y aquello que era una barrera hoy simplemente será recuerdo.
Si todo transcurre tal como está armado, el jueves 4 de abril estaremos mirando el corte de cinta.