Desarrollo positivo
Hace 35 años, la forestación era una actividad poco relevante para el país en términos de empleo, exportaciones y aporte al PBI. Hoy, la historia es otra. Una mirada al camino recorrido y los desafíos a futuro, siendo el primer sector exportador del país y generando 30.000 puestos de trabajo de manera directa, indirecta o inducida.
Desde estos editoriales siempre se ha tratado de aportar a un mejor entendimiento del sector forestal por parte de la sociedad. Un sector que, retrocediendo en el tiempo, a fines de los ochenta y principios de los noventa era algo nuevo para el país (salvo por la acción de algunos pioneros tanto en el sector público como privado). No era relevante en términos de empleo, ni de exportaciones, ni PBI y tampoco en recaudación impositiva. Hoy, 35 años después, podemos decir todo lo contrario.
Contamos con más de 30.000 personas trabajando en el sector ya sea de manera directa, indirecta o inducida. Las exportaciones se multiplicaron por ocho en 15 años, y estamos, en este mismo año, convirtiéndonos en el primer sector exportador del país. Aportamos un 7% del PBI de Uruguay y hemos cambiado la cultura de la forma de trabajo en el interior del país. Esto generando empleos de calidad en toda la cadena, desde la fase primaria productiva hasta la fase industrial, con altos niveles de salarios, capacitación y estándares de salud ocupacional y seguridad laboral. Además, somos impulsores del trabajo femenino en el agro, trabajando en diferentes áreas como viveros, plantación, transporte, cosecha y en la fase industrial. Asimismo, cerca del 10% de la energía eléctrica generada en el país es por biomasa forestal, con potencial del 20% en picos de demanda.
Todo esto desde una concepción de sostenibilidad: produciendo hoy, pensando en el futuro, en el cuidado del ambiente, de las comunidades circundantes a las plantaciones, además del componente económico. Por ello en Uruguay más del 90% del área plantada está certificada por los más altos estándares de manejo forestal sostenible (sellos FSC y PEFC).
IMPULSO CRECIENTE
Pero ¿qué pasó para que en tan poco tiempo podamos tener un grado tan importante de desarrollo? Creemos que son dos grandes factores los que llevaron a esto.
Por un lado, la generación y el sustento de una política de Estado, con sus primeros intentos en la década del sesenta, pero que, con la promulgación de la Ley 15.939 en 1987, se consolidó. Esta fue impulsada y votada por todos los partidos políticos, y apoyada hasta la fecha por todos los gobiernos que se sucedieron. Sin duda, un respaldo fundamental para su desarrollo.
De las 60.000 hectáreas forestadas de la década de los noventa, ahora hemos superado el millón de hectáreas con nuevas inversiones y, también, con empresas pioneras que continúan, hasta el día de hoy, en permanente actualización, adaptándose a los nuevos desafíos del sector y los mercados
En ese aspecto ‒y pensando en el presente y el futuro‒, si bien entendemos que las regulaciones deben acompañar y adaptarse al desarrollo del sector, insistimos una vez más en la necesidad de contar con reglas claras y definidas que se mantengan en el tiempo, que no estén en constante cambio y que permitan que inversiones de este tipo -que son a tan largo plazo- se puedan desarrollar de la mejor forma. El segundo gran factor que hay que mencionar como clave para el desarrollo del sector fue y sigue siendo el empresariado: productores que confiaron en esta política y apostaron a algo nuevo, a trabajar con altos estándares de calidad y a invertir y buscar inversiones para desarrollar la actividad forestal. De esta forma, de las 60.000 ha forestadas de la década de los noventa, ahora hemos superado el millón de hectáreas con nuevas inversiones y, también, con empresas pioneras que continúan, hasta el día de hoy, en permanente actualización, adaptándose a los nuevos desafíos del sector y los mercados.
Pero esta evolución no se detuvo en la fase agraria, también se ve reflejada en la foresto-industria. En este último año la producción de celulosa está totalmente desarrollada, con tres plantas de primer nivel en el país, lo que coloca a Uruguay como el quinto productor mundial de ese producto. Paralelamente, la industria de la madera sólida se encuentra en pleno crecimiento generándose, en los últimos tres años, inversiones por casi 300.000.000 de dólares con al menos seis grandes proyectos, en su mayoría en el interior profundo; algunos de ellos ya están en funcionamiento o en desarrollo.
TRABAJO CONJUNTO
Para que lo anterior fuese posible siempre fueron necesarias acciones coordinadas entre lo público y lo privado, por eso no es novedad que se haya creado, en 2019, el Centro Tecnológico Forestal Maderero, del cual formamos parte junto con el Ministerio de Industria, la OPP y la Asociación de Empresarios de la Madera y Afines (Adema). Se suman la elaboración de la “Hoja de Ruta para la Construcción en Madera para Vivienda Social”, impulsada por el Ministerio de Vivienda y Ordenamiento Territorial, y la conformación de la Comisión Honoraria de la Madera, que declara de interés general la promoción del uso de la madera con fines constructivos de vivienda, carpintería de obra y mueblería, entre otros ejemplos.
Otro aspecto por destacar es la permanente preocupación de los actores del sector desde las primeras épocas por diagnosticar, analizar y, a partir de ello, elaborar estudios prospectivos. Como hito destacado se pueden citar los trabajos del JICA en los ochenta y como ejemplo actual, culminamos el año con la realización del quinto Desayuno Forestal, donde se presentó un trabajo realizado por Ceres: “La producción forestal en Uruguay – Un sector líder y sostenible”. En este número encontrarán información y datos del mencionado estudio.
Dos grandes factores influyeron en el importante desarrollo del sector forestal en las últimas décadas: la política de Estado adoptada a partir de la Ley 15.939 en 1987 y la capacidad del empresariado que trabaja en esta actividad
La integración de la forestación con otras producciones también es un aspecto a resaltar. Hoy en día abarca a más de 1.200 productores ganaderos que decidieron diversificar su producción plantando bosques (lo que significa al menos un 20% del área forestada total). Además, está el impulso que últimamente ha tomado otra forma de integración del sector con la actividad pecuaria: el desarrollo del silvopastoreo. Se ha creado la Sociedad Uruguaya de Silvopastoreo -SuSilvo- y se realizó el XII Congreso Internacional de Silvopastoreo, que reunió a productores que integran la cadena del sector agropecuario y forestal y contó con la participación de expertos nacionales y del exterior. Todo esto sin olvidar la obtención de otros productos forestales no madereros como la miel de excelente calidad (certificada por PEFC) y la recolección de hongos.
VISIÓN A FUTURO
Nos queda ahora mirar al futuro, donde el sector tiene todavía un rol muy destacado y de más desarrollo, en el que surgen grandes desafíos.
En octubre de 2022, Uruguay realizó la primera emisión de bonos soberanos asociados a indicadores ambientales. Los indicadores seleccionados fueron: (i) reducción de la intensidad de las emisiones de gases de efecto invernadero expresado en CO2 equivalente por unidad de PIB y (ii) conservación del área de bosque nativo respecto al año 2012.
¿Cuál es el papel de la forestación en estos indicadores? ¿Qué valor tiene la forestación para su concreción? ¿Qué papel cumplen los bosques productivos en la conservación de monte nativo y en la captura de gases de efecto invernadero? ¿Cómo se miden estos indicadores? En este número también abordamos este tema.