ENTREVISTA
Luis Felipe López-Calva: "Sin una buena gobernanza, es prácticamente imposible el desarrollo inclusivo"
El director regional del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) Luis Felipe López-Calva en entrevista con El País.
Es el director regional del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) para América Latina y el Caribe, además de ser el subsecretario general de las Naciones Unidas.
Experto en temas como desarrollo humano, desigualdad social, gobernanza y pobreza, Luis Felipe López-Calva visitó Uruguay en el marco de la asunción del nuevo presidente y dialogó con El País sobre los desafíos estructurales y coyunturales de América Latina, las formas para alcanzar el desarrollo social, económico y humano y los factores comunes que están detrás de las recientes protestas en Chile, Bolivia y Ecuador. A continuación, un resumen de la entrevista:
—El 2019 fue un año particular para América Latina ¿cuáles considera que son hoy los principales desafíos de la región?
—Separaría entre los retos más estructurales de mediano y largo plazo y los que hay que sobrevolar en los próximos meses. Entre los primeros, lo que ocurre es que América Latina, siendo una región de renta media, no ha logrado consolidar una sociedad de clase media.
—¿En qué sentido?
—En el sentido de lo que implica ser una sociedad de clase media. Con un motor de crecimiento y de gobernabilidad estable. Hay una amplia proporción de la población que está en condición de vulnerabilidad. Es decir que básicamente no son pobres, porque la región mejoró muchísimo en los últimos 20 años, pero están en una situación que puede caer otra vez en pobreza en condiciones de un ciclo macroeconómico negativo o de algún otro evento.
—¿Cómo se puede combatir esto?
—Para tratar de aspirar a lograr los objetivos de desarrollo sostenible hemos planteado una carretera de tres carriles que son los que veo como los actores estructurales: productividad, inclusión (social, económica y política) y resiliencia. La contraparte de la productividad es un bajo crecimiento, muy dependiente de los bienes primarios. La contraparte de la inclusión es la alta desigualdad no solo de ingresos sino también la territorial, la alta desigualdad entre hombres y mujeres, indígenas y afrodescendientes. La contraparte de la resiliencia es la alta vulnerabilidad. Para combatir ese bajo crecimiento, alta desigualdad y alta vulnerabilidad se debe mejorar la productividad, tener políticas de inclusión y mejorar la capacidad de los hogares de manejar estos choques.
"La desigualdad en términos de ingreso, es el resultado de otras desigualdades"
—¿Qué tanto influye la política en esa tarea?
—Mucho. Necesitamos gobiernos que funcionen y que entreguen resultados. Eso es lo que decimos desde el PNUD, que la máquina que pavimenta ese camino es la gobernanza, la gobernabilidad efectiva. (Ver recuadro).
—Los ciclos económicos de América Latina ,y por ende su prosperidad o vulnerabilidad, han estado definidos por las alzas y caídas de los precios de las materias primas a nivel internacional. ¿Cómo puede la región lograr mayor estabilidad?
—Exactamente. Tenemos que transitar hacia economías con mayor valor agregado, que dependan menos de las exportaciones de bienes primarios. Latinoamérica secularmente ha sido una región que depende de su riqueza natural y dependemos mucho del ciclo económico de estos mercados. Cuando los precios de los commodities son altos, Latinoamérica entra en un período de auge y después viene la contracción. Desde el punto de vista económico, no hemos realmente logrado transitar hacia una economía más diversificada.
—¿Y desde el punto de vista político?
—Ahí tenemos que fortalecer las instituciones de representación política. Mucho de lo que vemos en nuestra región es descontento, crisis aspiracionales, grupos amplios de la población que pensaron que se beneficiarian del ciclo económico positivo pero que se da cuenta ahora, que viene el ciclo negativo, que no se beneficiaron de ese crecimiento. Eso crea una crisis de aspiraciones. Se han debilitado los mecanismos políticos de representación para procesar esas tensiones en la región y eso lleva a una situación muy inestable desde el punto de vista político.
—¿Quién diría que es entonces el “enemigo” del desarrollo en América Latina?
—Creo que la falta de gobernanza efectiva. Sin una buena gobernanza es prácticamente imposible el desarrollo inclusivo. Tenemos procesos políticos muy dañinos para el desarrollo.
—El PNUD lanzó un nuevo informe sobre desarrollo humano que pone el foco en la “desigualdad más allá del ingreso” ¿a qué refiere exactamente?
—Es la desigualdad en muchas manifestaciones. Tendemos a pensar en la desigualdad solo en términos del ingreso, en que unos concentran mucho y otros poco. Pero eso es en realidad el resultado de otras desigualdades como por ejemplo la que está representada en que las mujeres no puedan participar del mercado laboral porque no hay una oferta de cuidados infantiles o de otro tipo. Esa desigualdad al final se refleja en diferencia de ingreso pero viene de una desigualdad más profunda. También hay desigualdad en la representación política.
—¿Qué la genera?
—Es que hay un círculo vicioso entre desigualdad y gobernanza porque los que concentran más ingreso, más riqueza tienen y más influencia sobre las decisiones (políticas). Entonces estas desigualdades acaban reproduciéndose por eso no solo nos preocupa la desigualdad como resultado de un proceso que no es equitativo, sino que nos interesa la desigualdad porque genera desigualdad.
—La percepción de injusticia social en la región viene en aumento constante desde el 2012 ¿a qué se debe?
—A que la riqueza se ha concentrado, la gente se siente más vulnerable aunque tenga un mayor nivel de ingresos. Esto es porque sabe que en presencia de cualquier choque (económico) va a volver a caer en la pobreza. Ya sea porque no tiene acceso a protección social, porque está en el mercado laboral informal o porque no tiene acceso a la salud.
TENDENCIA
"La nueva desigualdad"
López-Calva indicó que "los dos nuevos motores del crecimiento son el cambio tecnológico y el cambio climático y tenemos que adaptarnos a ellos. Hay desigualdades que se han ido reduciendo o acortando, como ocurrió a nivel de acceso a educación básica por ejemplo. Pero la generación de la nueva desigualdad refiere a que si no hay una acción pública que acompañe la adopción tecnológica, que permita que las personas generen su propia energía, tengan acceso a conectividad, inclusión financiera e inclusión digital, se pueden generar estas nuevas tendencias”.
—¿Ese fue el factor común detrás de las protestas en Chile, Ecuador y Bolivia?
—Claro porque esa percepción de vulnerabilidad lleva a esa percepción de injusticia. Eso hace que la gente no solamente perciba que el sistema no es justo sino que también pierda la confianza en las instituciones. El Estado no responde a estos retos de manera efectiva, se pierde la confianza en la capacidad y se empieza a cuestionar el status quo.
—¿Cómo está Uruguay posicionado en ese sentido?
—Uruguay es sin dudas una de las economías más exitosas en la región en los últimos 25 años A pesar de las desigualdades que existen en Uruguay, que son muy importantes,en el contexto de Latinoamérica es el país que ha tenido más éxito en términos de reducir la desigualdad.
—¿Cuál es el reto que debe afrontar Uruguay?
—Lograr el balance entre la diversificación económica, el acceso a la economía del conocimiento como motor, pero manteniendo el compromiso que tiene con la equidad social.
Los 4 pilares de una gobernabilidad democrática
—¿Qué características tiene una gobernabilidad democrática?
—Hay cuatro pilares de lo que es una gobernabilidad democrática: los partidos políticos, las organizaciones y movimientos sociales, la deliberación pública y el cuarto pilar es la capacidad de conectar todo esto, que se vuelvan mecanismos para procesar las tensiones. En Latinoamérica ha habido sistemas políticos más representativos, que podían argumentar tener una mayor representatividad y también hemos tenido movimientos sociales importantes que han llevado a cambios. Hoy incluso, legalmente, vemos en el mundo que hay 40 países que han cambiado legislación que ha debilitado el espacio de la sociedad civil.
—¿Por qué sostiene que se ha dado este debilitamiento?
—Porque los partidos políticos se han desconectado de los ciudadanos a los que representan. También los movimientos sociales encuentran un espacio más reducido y la deliberación pública se ha contaminado mucho con las noticias falsas y de la incapacidad, muchas veces de los actores, de procesar y de discriminar entre lo que es información y lo que no.
—¿Cuál es el rol de la ciudadanía en eso?
—Hay tres falacias importantes tener en cuenta. Una es la idea de que el acceso a la información es mayor conocimiento. Eso no es así, hay mucha información pero eso no significa que todos tengamos la capacidad de procesarla. Segunda falacia es la idea de que la legitimidad la da la popularidad. Yo puedo ser muy popular, tener muchos seguidores, tener gente que está de acuerdo conmigo en todo lo que digo en redes. Pero eso no es equivalente a tener legitimidad y esta relación entre popularidad y legitimidad se ha vuelto un distorsionante en el mercado político. Y la tercera es la idea de que la identidad digital es equivalente a tener voz en la arena pública. Opinar en redes no es participar en la vida política, no es el tipo de involucramiento de la acción política.