Uruguay es un “estudiante malo” con escasas áreas protegidas y sus monocultivos provocan impacto negativo en la biodiversidad
Una especie de ave en peligro de extinción es un símbolo de todo lo que está mal detrás. Algo cambió, se modificó el entorno en el que vivía antes, se acabó el alimento que ingería. Las aves son un indicador de la “salud” de un ecosistema y por eso estudiarlas y tomar en cuenta si su población aumenta, disminuye o varía en un lugar u otro es importante, arroja señales de lo que allí está ocurriendo, explicó el especialista en aves Zoltan Waliczky, coordinador global del Programa de Áreas Importantes para las Aves y la Biodiversidad (IBA por su sigla en inglés) de la organización no gubernamental (ONG) Birdlife International.
Waliczky se define como “pajarero”. Hijo de un “cazador naturalista” que sacaba fotos y también mataba aves para embalsamarlas, a los 14 años se prometió nunca más tocar un arma y proteger a los pájaros y su hábitat. Lleva más de 20 años trabajando en conservación de bosques, aves migratorias y especies amenazadas y viajó a Uruguay para participar de la jornada lanzamiento de las KBA Uruguay, organizada por Montes del Plata, Birdlife y Aves Uruguay y dar un taller acerca del tema.
Sobre el impacto de la forestación en el ambiente y en las aves y el pobre papel de Uruguay en la protección de áreas para conservar habló Waliczky con Búsqueda.
A continuación un resumen de la entrevista.
—Si un ave desaparece de un ecosistema, ¿qué significa y qué impacto tiene para el ambiente?
—Las aves son buenos indicadores de la salud del ambiente, de la naturaleza de los ecosistemas. Las aves están ubicadas bastante altas en la cadena de alimentación dentro de los ecosistemas. Son consumidoras de otros organismos. Entonces, cuando una especie de ave desaparece o está en declive, eso significa no solo que el ave está en problemas. Probablemente también lo están en todos los niveles la población de insectos e incluso las plantas pueden estar teniendo problemas. Estos problemas en plantas o insectos no son tan visibles porque hay menos investigación e información sobre estos tipos de organismos, pero las aves que se alimentan de insectos nos indican que algo anda mal.
Las aves están en todos lados, son vistosas y hay mucha gente que las observa, se interesa, y tenemos bastante información acumulada sobre este grupo de animales.
—El acceso a dinero para destinar a conservación es siempre una limitante para las ONG, pero hay épocas mejores que otras. ¿Qué ocurre hoy?
—Mi percepción personal es que han disminuido los fondos que provienen de los gobiernos y las instituciones como fundaciones para las ONG porque hay más competencia.
Otra de las razones es que hay una preferencia de los gobiernos por canalizar fondos directamente, y no siempre están disponibles para las ONG. Un ejemplo son los fondos de cambio climático, casi todos están dirigidos a los gobiernos nacionales y luego las ONG tienen dificultades para acceder. También en temas de conservación, por ejemplo, el Global Environment Facility (GEF), reparte los fondos a los gobiernos y acceder no siempre es muy sencillo.
Ahora vemos una oleada de políticas que van contra el ambiente que están favoreciendo a la minería y la explotación de recursos, la infraestructura grande que no favorecen la conservación. Las ONG tienen una posición un poco más difícil en este momento. Otros fondos no restringidos de gente privada, personas o empresas es un poco más difícil. Hay iniciativas de cómo trabajar con las empresas y creo que es algo que como conservacionistas tendríamos que explotar un poco más. La sensibilización del público y de la gente sobre por qué la naturaleza es esencial para la supervivencia humana tiene que ser fuerte.
Aunque en este momento la agricultura es la mayor amenaza a los ecosistemas, a la biodiversidad, hay maneras de trabajar juntos para hacer un uso más sustentable de la naturaleza. Hay una situación de ganar-ganar que podríamos generar entre conservacionistas, la gente de cambio climático, los agricultores, productores, y llegarle a la gente urbana.
—¿Y este escenario todavía no está instalado?
—No, no está, hay iniciativas interesantes, pero son muy pocas y muy puntuales y es un reto contribuir a un medioambiente más saludable al que tenemos hoy.
—En 2004 en el congreso de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza se definió que la manera de medir el impacto sobre los ecosistemas se haría mediante el uso de una forma de trabajo conocida como KBA, Áreas Clave para la Biodiversidad en español. ¿Por qué se necesitaba un estándar único?
—En Birdlife habíamos inventado el concepto de áreas importantes para las aves (IBA) y desarrollamos algunos criterios a escala global para identificar esas áreas. Nuestro ejemplo fue seguido por otras organizaciones que desarrollaron criterios similares para otros organismos, como áreas importantes para plantas, para mariposas o para murciélagos. Empezaron a identificar estos sitios independientemente de las aves. La idea en 2004 surgió para unificar estas metodologías bajo un solo paraguas que es el estándar de KBA y así utilizar los mismos criterios para la identificación de los sitios importantes para todo tipo de organismos, aves, mamíferos, plantas. Que tengan el mismo marco de criterios permite que podamos decir que estos sitios tienen la misma importancia a escala global para poder comparar a la de otros sitios utilizando la misma metodología.
En 2016 se adoptó el estándar global de KBA y llevó 12 años de desarrollo. Es bastante, pero fue muy consultativo con miles de expertos involucrados en el proceso y eso demoró bastante. Este año se publicó un manual de cómo aplicar los criterios en la vida real, que son bastante complicados, y hay todavía algunos que faltan.
En este mismo año se formó la “alianza KBA”, que incluye las organizaciones globales de conservación más grandes del mundo como UICN, Birdlife, WWF, Conservación Internacional, la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestres (WCS) y las organizaciones que proporcionan fondos como el GEF o el Fondo de Alianzas para los Ecosistemas Críticos. Estas organizaciones se unieron para impulsar el proceso de usar el estándar e identificar KBA y ahora están formando varios grupos de trabajo en el mundo. Estamos muy al inicio del proceso.
—¿Qué vínculo tiene este trabajo con el Convenio de Biodiversidad?
—El año que viene van a renegociar el marco estratégico de la conservación del Convenio de Biodiversdiad. La meta actual es 17% del área terrestre y 10% del área marina bajo alguna forma de protección. Esta es la meta que los gobiernos deberían cumplir hasta el año que viene. Algunos países están bien pero otros no.
Uruguay solo tiene el 1% de su territorio bajo protección, esta muy lejos de esa meta. El estudiante malo es Uruguay y otros países que no cumplen con esta meta. En 2019 tienen que renegociarla y quizás algunos países quieran bajarla. Las ONG vamos a cabildear por un porcentaje mucho más alto. Algunos dicen 30%, otros dicen 50% bajo alguna forma de protección. El año que viene vamos a negociar, o pelear… sobre el nuevo marco estratégico. Dentro de esto queremos lograr una referencia a las KBA que deberían ser parte de esos porcentajes protegidos, por ser los sitios más importantes para la conservación de especies amenazadas, especies con un rango restringido o especies que tienen concentraciones muy altas en algunos sitios particulares.
Queremos incluir las KBA de alguna forma en cualquier marco estratégico que acuerden el año que viene.
Ya en algunas de las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) hay KBA. Ahí desarrollamos indicadores para apoyar la implementación de estas metas y los gobiernos ya tienen la obligación de cumplirlas.
—¿Cuál es su opinión sobre el impacto que genera la forestación en la biodiversidad y específicamente en las aves?
—Mi opinión personal es que la plantación de especies exóticas como el eucalipto o pino, que son monocultivos, es decir, una sola especie, sí pueden tener un impacto negativo en la biodiversidad. Esto sobre todo si establecen las plantaciones en ecosistemas naturales como pastizales naturales o humedales o reemplazando bosques nativos. En un ecosistema natural hay cientos de especies funcionando naturalmente. Se destruye esto y se reemplaza con una plantación de una sola especie que no funciona realmente muy bien como un ecosistema, y de la misma edad. Esto reduce la biodiversidad pero también puede tener otros impactos como en la hidrología o el suelo.
Diferentes tipos de monocultivos tienen diferentes impactos y los eucaliptos tienen un efecto negativo sobre la biodiversidad. El número de especies de plantaciones de eucalipto es mucho más baja que en bosques nativos, pastizales nativos o humedales, pero tienen otros impactos menos llamativos. Quizá estén aportando algunos servicios ecosistémicos como la integración de carbono o impactos negativos en el suelo como la acidificación. Pueden tener impactos ligeramente positivos como de retención de agua. Una plantación de eucalipto puede ser también más beneficiosa que un cultivo de trigo o soja o incluso un pasto con vacas.
Hay grados de impacto, un eucalipto es menos dañino al ambiente que un campo de cereal de trigo, pero esto no significa que los eucalipto sean buenos para el medioambiente.
—¿Cuál es su percepción sobre lo que ocurre en Uruguay? Usted estuvo recorriendo predios pertenecientes a Montes del Plata.
—Hay iniciativas superinteresantes. La empresa tiene plantaciones muy extensas de eucalipto en donde el impacto ambiental es bastante fuerte y negativo. También entiendo que tienen zonas que son cortafuegos o vegetación nativa o algunos claros que representan un 30% del área con posibilidad de manejo y conservación además de áreas de reservas dedicadas a conservación. Visité un bosque que puede ser un KBA incluso. Hay una iniciativa superinteresante que puede compensar o mitigar los efectos negativos, pero hay que trabajar con estas empresas para mejorar.
BUSQUEDA -Montevideo - URUGUAY - 07 noviembre 2019