Las enseñanzas de UPM2 y Vaca Muerta
Se deben trasladar las mismas soluciones al resto de las actividades exportadoras, existentes o nuevas
Simultáneamente con el anuncio de UPM de la elevación a su directorio del proyecto de inversión en la nueva planta, se conocieron las últimas cifras de la producción e inversión en Vaca Muerta, la milagrosa área de explotación de hidrocarburos argentina.
No son emprendimientos equivalentes en importancia y trascendencia, pero muestran características comunes que llaman a reflexionar sobre el mejor modo de lograr el progreso y el bienestar general, supuestamente la razón de la política.
Ambos proyectos son fruto de la continuidad en el accionar de gobiernos disímiles y a veces drásticamente opuestos. En el caso uruguayo, una concepción estratégica desde cero, sostenida como política de Estado por sobre ideologías y dificultades. En el caso argentino, originada en un estudio de 1931 de la temida americana Standard Oil, que confirmó la cuestionada mixta YPF en 2011 y comenzó a desarrollar con inusitada sensatez Cristina Kirchner, sostenida luego con un fuerte impulso por Mauricio Macri.
Las dos explotaciones chocan con desafíos ecológicos que requieren una combinación de desmitificación de ciertos preconceptos y de un enfoque serio y científico en la protección del medio ambiente. Desafíos que, por otra parte, estarán presentes en todas las actividades del futuro. Recuérdese el discurso de Tabaré Vázquez en su primera campaña: “los países que necesitan empleo no pueden elegir”. Asimismo, hay todo un desarrollo tecnológico generador de oportunidades tan solo en el tratamiento antipolucionante.
Otro punto en común es el reconocimiento a la necesidad de la gestión privada para la explotación de los recursos estratégicos. El Estado fija el marco normativo, despeja el camino cuando corresponde, concesiona. La empresa privada toma los riesgos, usa su conocimiento técnico y capacidad financiera y exportadora. No hay ideologías en la explotación de estos recursos. Quienes participan son los líderes mundiales en la materia, no importa país ni concepción política. Visible en el negocio de la celulosa y mucho más en el caso del shale oil y el shale gas, donde compiten empresas chinas, locales, americanas, holandesas, canadienses, británicas.
Hasta existen coincidencias en las negatividades. Como las negociaciones secretas por UPM2, que deberían dejar de serlo muy pronto. Similar a las cláusulas secretas de los contratos del gobierno argentino con las petroleras, empezando por los acuerdos con PAE, la argentino-china, de la sospechada concesión prorrogada alevosamente por Néstor Kirchner en Cerro Dragón, o las cláusulas secretas del acuerdo con Chevron firmado por la autora de Sinceramente. (La cuasi abogada podría alegar que Chevron es la sucesora legal de la descubridora de la cuenca, Standard Oil). Pero esos elementos negativos no son centrales, ni invalidan la decisión de fondo, aunque merezcan el escrutinio de la Justicia y la política, un ejercicio que debería ser sistemático, y que es más difícil cuando la gestión empresarial es del aparato estatal y no de los privados, sintomáticamente.
La mayor semejanza está en las excepcionalidades a que se recurrió para posibilitar las inversiones. Uruguay debió garantizar exoneraciones impositivas, tratamientos fiscales y aduaneros especiales, mecanismos de intermediación estatal para litigios laborales y otras salvaguardas secretas por ahora, más la construcción de una infraestructura que el Estado debería asegurar siempre, mejor si bajo gestión privada.
Argentina logró lo impensable: un acuerdo laboral específico para el área, una clave que posibilita todo el accionar del complejo Vaca Muerta y le permite aspirar a ser competitivo con el mundo, además de la garantía implícita y explícita (secreta) de un tipo de cambio flotante y libre giro de dividendos, que aleja la amenaza de cualquier cepo cambiario.
El efecto de ambos proyectos no es equivalente. UPM agrega algún punto de porcentaje de PIB, pero un punto magro por las concesiones fiscales y su producción industrial primaria. En ese sentido, las cifras que se divulgan de empleo y otros efectos económicos lucen exageradas, como lo es la cuantificación de la supuesta presión bajista sobre el tipo de cambio originada en su inversión local. (Futura nota)
Esa supuesta alza del peso no debe ser tomada como una ventaja, como se sostiene, sino como una grave amenaza a la salud de la economía y el empleo, que felizmente tiene cómo evitarse. (Futura nota)
Vaca Muerta, en cambio, por la naturaleza del negocio y el tipo de producción, es un motorizador central, que desarmará la suicida dependencia importadora inventada por los ahora presos kirchneristas y convertirá a Argentina en un país petrolero y gasífero. De paso, en breve puede resolver el problema de abastecimiento de gas domiciliario de Uruguay y ampliar su escuálida red.
La lección de fondo es que el futuro es exportar. Estos proyectos muestran el cómo. Gestión empresaria privada, menos impuestos, acuerdos laborales a nivel empresa o subramas de actividad, mucha más flexibilidad laboral, menos litigiosidad, menos conflictos sindicales inventados. Acuerdos con empresas extranjeras con capacidad exportadora.
Daniel Martínez ha hecho el mejor resumen: “Es una buena noticia, pero Uruguay tiene mucho por hacer para que se convierta en una mucho mejor noticia”. Argentina, por su parte, debe avanzar hacia la eliminación del precio subsidiado en boca de pozo para que las empresas hagan la exploración y explotación a riesgo propio.
Una enseñanza oculta, pero no menos importante: toda exportación empuja el tipo de cambio hacia abajo y tiende a frenar las futuras exportaciones. La solución adecuada es importar más. Preparen las excusas.