Los secretos detrás del matrimonio entre la vaca y el árbol
Las claves para el éxito de la sinergia entre dos rubros que se complementan de muy buen modo
La forestación está en pleno crecimiento y el precio del ganado alcanzó registros máximos en los últimos cuatro años. Ambas realidades dan renovados ánimos a productores que consideran el potencial de la sinergia entre ambos rubros e incursionan en sistemas silvopastoriles.
Complementar estas dos producciones permite mejorar los ingresos, disminuir los riesgos y ayudar al bienestar animal del rodeo, que obtiene sombra y abrigo.
El campo uruguayo comenzó a ser fuertemente forestado en la década de 1990, tras aprobarse la ley forestal. En ese marco, hubo ganaderos que se adaptaron a producir sus animales en sistemas pensados para el árbol.
Según la publicación Oportunidades y desafíos para los sistemas silvopastoriles en Uruguay, de la revista Veterinaria –de la Sociedad de Medicina Veterinaria del Uruguay–, la mayoría de los sistemas silvopastoriles que existen en Uruguay, y en los cuales se ha generado información científica, “no fueron diseñados específicamente para explotar la sinergia entre sus componentes”.
El documento menciona que, en su conjunto, los cambios producidos por los árboles en las propiedades del suelo, uso del agua y microclima son dependientes de la densidad con que se plantan los árboles y “el efecto más dramático”, la intercepción de luz, reduce la persistencia y producción del campo natural.
En el texto se determinó la necesidad de la creación de sistemas silvopastoriles planeados en forma conjunta con los destinatarios de esta tecnología y otras instituciones de investigación.
Carolina Viñoles es una investigadora de PDU Agroforestal, de la Casa de la Universidad de Cerro Largo y una de las autoras del nombrado documento. En diálogo con El Observador comentó que si bien son muchos los ganados que viven debajo de los árboles, son pocos los productores que desarrollan la técnica del silvopastoreo de una forma profesional, es decir, pensando en una sinergia entre todos los componentes.
Esa unión implica tener un marco de plantación adecuado, con una distancia entre árboles apropiada –se calcula dejar entre siete y 20 metros de distancia entre los troncos–, con una orientación adecuada y un manejo del árbol correcto, ya sea mediante raleos o podas para obtener una calidad de madera óptima que permita el ingreso de luz.
Y la categoría de animal más adecuada para producir bajo estos sistemas es la ternera de recría, porque es el animal que tiene menos requerimientos.
Beneficios del silvopastoreo
Son varios los beneficios que ofrecen los sistemas silvopastoriles. Uno de ellos es que en verano la calidad del forraje debajo de los árboles es mayor, porque se tiene una mejor calidad de proteína. Según Viñoles, esto sucede porque la planta, al no tener luz, empieza a funcionar fisiológicamente diferente y concentra más proteína, lo que es sumamente positivo para los animales.
Por otro lado, debajo del monte hay una menor temperatura y eso favorece al ganado, porque no tiene estrés térmico ni calórico e incrementan las ganancias.
En invierno, aunque aun no está comprobado, también puede ocurrir un efecto positivo, porque durante la madrugada se han detectado mayores temperaturas dentro del monte. La investigadora explicó que el árbol mantiene más constante la temperatura, entonces en verano es más fresco y en invierno más caliente. “La variabilidad de temperaturas siempre es menor que afuera”, afirmó.
De esta manera, se favorece el crecimiento, por ejemplo, de las terneras que hace que lleguen al peso de entore con mayor soltura y mejores tasas de ganancia. Eso arroja, por un lado, una preñez más temprana y, por otro, una longevidad y una productividad mayor de esa vaca de primera cría en el rodeo.
Respecto a los forrajes, aseguró que se ha detectado una mejor calidad de las pasturas, porque tiene un mayor concetrado de proteína y fibra que favorece un mejor crecimiento.
Uno de los mayores aportes de la forestación a los sistemas ganaderos es el aumento de la captación y almacenamiento de carbono en el suelo, que colabora en las estrategias para mitigar la producción de gases de efecto invernadero.
De acuerdo a estudios de comportamiento de los animales dentro del monte se ha comprobado que el pastoreo, durante el verano, ocurre en diferentes momentos del día y no solamente en las horas más frescas de la mañana y de la tardecita como ocurre en un campo natural.
Viñoles apuntó que aun se especula sobre el impacto económico que puede arrojar el silvopastoreo, porque los productores lo han adaptado hace pocos años y aun no han vendido el monte.
“Los economistas siempre dicen que hay que tener los huevos en diferentes canastas y las canastas en diferentes estanterías. El silvopastoreo es también un poco de eso: diversificar los ingresos y no quedarse trancado si algunos de esos negocios no salen como uno lo espera”, comentó.
Según la consultora Blasina y Asociados, es difícil saber cuánto ganado de Uruguay está siendo manejado en las áreas forestales. En tanto, estimaron que partiendo de un área cultivada de 1,119 millones de hectáreas con 839.000 hectáreas de superficie efectiva y 280.000 hectáreas las ocupadas por caminos y perímetros, unos 500.000 a 600.000 vacunos podrían manejarse en estos sistemas.
Menos y mejores árboles
José Dutra –productor de Tacuarembó– lleva adelante un esquema silvopastoril. Si bien es productor forestal desde los años 90, adoptó el sistema en 2015. “Los resultados que tuvimos con la forestación han sido muy buenos y por eso nos entusiasmamos para seguir en el tema”, afirmó a El Observador.
Hizo hincapié en las diferencias que mantiene la forestación tradicional y el silvopastoreo. En ese sentido, dijo que cuando un productor planta, lo hace como cualquier cultivo y quiere tener la mayor cantidad de árboles y de madera por hectárea.
Sin embargo, en un esquema silvopastoril hay que hacer un diseño previo sobre cómo asegurar la forestación y sumar la ganadería.
“Lo sustancial es generar un distanciamiento para que el sol, la luz, llegue al suelo para seguir manteniendo pasturas en el área forestada. Nosotros dejamos calles de 20 metros, se plantan dos líneas a cinco metros y de nuevo los 20. Al tener más espacio, tenes una madera de más diámetro”, sostuvo.
En su predio, los árboles son podados por dos motivos: para que las ramas no tapen el sol y para generar un tronco libre de nudo, para tener una madera de mayor valor. Así se tienen menos árboles por hectárea, pero más madera por árbol, una madera de mayor valor porque tiene más diámetro. Y en ese ámbito los animales se crían de buen modo, dándole sustento a un matrimonio feliz, el de la vaca con el árbol.
La cifra
200 a 250 árboles por hectárea como máximo debe haber en un esquema silvopastoril, menos que en otras explotaciones, pero se apunta a otro tipo de madera, una que brinde mejores rendimientos.
Diario EL OBSERVADOR - Montevvideo - URUGUAY - 27 julio 2019