madereraLa república (bananera) maderera

Bienvenida la inversión extranjera. Bienvenida la forestación. Y bienvenidas también las zonas francas. Pero… ¿Con qué condiciones? ¿Sin límites? ¿Quién y cómo se planifica su inserción en la economía nacional para que redunden en beneficio del país y sus habitantes? ¿Cuál es la estrategia de desarrollo? ¿Quién la está diseñando? ¿Quién controla los impactos ambientales? En otras palabras ¿El Uruguay tiene una planificación estratégica soberana o ésta depende de la voluntad de las empresas transnacionales y de los organismos financieros mundiales?

 Aníbal Steffen
La falta de rumbo de nuestro gobierno frenteamplista ha quedado claramente de manifiesto, una vez más, en los últimos días.
Es cierto que los cambios políticos, científicos, culturales en todo el mundo se han vuelto vertiginosos. Resulta difícil planificar a largo plazo. Pero es necesario tener algunas líneas rectoras.

Hace ya muchas décadas, alguien acuñó el término “repúblicas bananeras”. Es despectivo, antipático y bastante discriminatorio. Alude a naciones que viven de la exportación de materia prima con escaso o nulo valor agregado. Materia prima que es producida o extraída por grandes empresas trasnacionales, que se van adueñando del país y terminan mandando más que el gobierno.

Esos gobiernos se dejan deslumbrar por las grandes inversiones extranjeras que compran tierras (extranjerización), instalan fábricas en zonas francas y suelen llevarse mucho y dejar poco, ya que gozan de grandes beneficios fiscales que no se conceden a la producción nacional.
Bravo por la forestación, por la soja, por la industria frigorífica. Pero ¿no habremos perdido el equilibrio? ¿No cree el lector, igual que yo, que la verdadera economía del país, el trabajo, el empleo, siguen dependiendo de las pequeñas empresas nacionales? Esas que están abrumadas por los impuestos, las tarifas, los costos del Estado y que no reciben nada a cambio.

No veo que exista una política nacional, una planeación estratégica destinada a insertarnos en el mundo con productos de alto valor agregado elaborados por calificados trabajadores uruguayos.
Lo que nos acaba de pasar con Brasil (las trabas a las exportaciones de lácteos), es la demostración más patética de que la apuesta tozuda e infantil a “más y mejor Mercosur” es una estupidez que nos está condenando a convertirnos en una isla, cada vez más alejada de los grandes mercados. Y con los cercanos, no sabemos negociar. El gobierno desconoce los rudimentos más elementales de las relaciones exteriores. Y, mientras Ytamaraty juega en las grandes ligas, nosotros, como dijo el diputado Umpierrez “jugamos en las divisiones inferiores”.

Refiriéndose al problema surgido con los lácteos, el diputado Omar Lafluf, expresó que el problema es que este gobierno “no tiene idea de lo que es la lechería”. Por eso, parece no comprender, ni supo anticipar, una jugada de Brasil, a cuyo gobierno provocamos todos los días con gestos inamistosos por razones ideológicas.

Ahora, el gobierno se aferra a una última ilusión: la tercera planta de celulosa. Todavía no conocemos las condiciones que pone la empresa y que el gobierno mantiene en secreto. No están suficientemente claros los impactos negativos que los vertidos de la nueva planta puedan provocar sobre la calidad de las aguas de un rio de escaso caudal como es el Río Negro. No es lo mismo la planta de Nueva Palmira sobre el Rio Uruguay, que ésta, de cuya localización en el Departamento de Duranzo, su propio Intendente se enteró por la prensa.

Bienvenida entonces la inversión extranjera, pero en el marco de una planeación estratégica que tenga metas nacionales y priorice la generación de valor agregado. De lo contrario, como no tenemos bananas, nos convertiremos en una república maderera.

Quincenario LA DEMOCRACIA - Montevideo -  URUGUAY - 20 octubre 2017