La mala liga
Luis Romero Álvarez: "Este gobierno ligó mal, le queda poco tiempo para perfilar la gran gestión que se esperaba de él y Uruguay no puede y no debe ser una isla cara en un océano barato".Este gobierno ha ligado mal. Apenas asumió llegó la peor pandemia en un siglo con un nivel de devastación global nunca visto desde la gripe española de 1918.
Se perdieron vidas y empleos, cayeron empresas, bajó la recaudación de impuestos y aumentaron gastos, pero el gobierno fue un buen capitán en la tormenta y así fue reconocido internacionalmente.Luego, cuando el viento cambió y con la buena noticia de la mejora del precio de los commodities, la inflación se desbocó en todo el mundo (fruto de los sucesivos y abundantes aumentos de la emisión monetaria para contener primero la crisis de 2008 y luego la del covid) y los bancos centrales respondieron al unísono aumentando fuerte las tasas de interés, según receta de libro. De nuevo mala liga para Uruguay, porque sabemos que el precio de un activo es su renta dividida por la tasa de interés: subieron las rentas de los campos por los precios de los productos, pero al subir la tasa de interés el precio de los campos no saltó, no llegaron todavía las grandes inversiones que habían dinamizado la economía del país en la anterior suba del ciclo.
Entremedio, se cruzó la guerra que complicó a Europa y puso nerviosos a los mercados que siempre buscan lo seguro en caso de situaciones inciertas: lo más seguro siguen siendo los bonos americanos, no los campos uruguayos. Esto podría haber ayudado porque al correrse los capitales hacia el dólar éste se fortaleció contra las demás monedas, y si eso hubiese ocurrido con el peso uruguayo habría ayudado a bajar nuestros costos en dólares. ¡Pero no! Mala liga otra vez, porque el país se había embarcado en una cruzada para pesificar la economía (buscando que el peso sea como el real y se use para un boleto de ómnibus o la compra de un inmueble) y las acciones tomadas persiguiendo ese objetivo no solo impidieron que el peso se deprecie contra el dólar (como tantas monedas), sino que sucedió lo contrario: el pesito uruguayo se fortaleció contra el dólar.
La argumentación que sostiene que como el dólar flota vale lo que dice el mercado y si está bajo es porque entran muchos dólares por exportaciones o inversiones está equivocada.
Incluso ahora que las exportaciones se derrumbaron el dólar no sube, como sería la consecuencia lógica de la argumentación anterior. La suba de la tasa de interés internacional de paso encarece el servicio de deuda del país, en tiempos de déficit fiscal todavía alto y con tendencia al alza (aunque el gobierno en buena gestión y sin subir impuestos como prometió lo había reducido consistentemente, aún pandemia mediante).
Mala liga también por la debacle argentina que, barata a niveles de ruina, produjo un trasvase de compras de cientos de miles de uruguayos hacia la otra orilla.
Y entremedio tropezó China y se desmoronó el precio de la carne.
Tras cartón, llega la peor sequía del siglo, golpeando fuerte la producción agrícola, complicando la ganadera, lechera y granja y poniendo en situación crítica nada menos que el suministro de agua a la capital.
La voluntad clara y acertada del gobierno de abrir la economía patinó con las idas y vueltas con China, con el Mercosur y demás gestiones, manteniendo al país entre las economías más cerradas del mundo (y desde la funesta sustitución de Importaciones sabemos que una economía cerrada está condenada porque caen las importaciones, por ende la demanda de dólares y por tanto el tipo de cambio real, lo que arruina los motores genuinos del país).
A estos grandes golpes, todos concentrados en menos de cuatro años, se suman golpes domésticos menores pero dolorosos y perjudiciales: ligó mal el presidente con Astesiano y ligaron mal los ministerios de Interior y Relaciones Exteriores con el manejo del caso Marset.
Ahora le queda poco tiempo a este gobierno para perfilar la gran gestión que se esperaba de él.
Es el último momento para que el Banco Central del Uruguay (BCU) corrija el precio del dólar, lo puede y lo debe hacer.
La pesificación de la economía no funcionó, es tiempo de aceptarlo y reconocer los costos de cientos de millones de dólares que se perdieron en el intento a cambio de nada, a lo que debe sumarse el sacrificio al sector exportador, al turismo y a las empresas que producen para el mercado interno y deben competir con importaciones subsidiadas por un dólar muy barato.
Combatir la inflación es de buen gobierno, pero no a cualquier costo.
En la última encuesta de Equipos relativa a la ponderación de los problemas de la sociedad, la inflación puntea a nivel de 7% frente a más del 40% la inseguridad y más del 50% la economía y el desempleo unidos.
Uruguay no puede y no debe ser una isla cara en un océano barato.