CALIDAD DE VIDA
Kunze, un ingeniero industrial que eligió vivir entre las abejas
Kunze eligió vivir del oficio que heredó de su padre, maneja 1.200 colmenas en tres departamentos y su miel llega a Estados Unidos y Europa.Ruben Kunze nació entre colmenas. Norbert, su padre, era apicultor y él atesora muy lindos recuerdos de cuando tenía unos 10 años y con frecuencia con su padre, su tío Eckard y varios primos iban a donde estaban las colmenas, porque eso significaba un lindo paseo: había montes, arroyos, animales, pesca… así fue heredando la profesión de su padre y eso terminó siendo el sustento de su familia, durante ya casi 40 años.
“Mi padre vino de Alemania con siete años, sin nada. A los 11 empezó a trabajar, no pudo terminar ni el liceo, pero salió adelante con gran sacrificio. Yo quería ser apicultor, pero él me inculcó que estudie, me dio la oportunidad de ser profesional, me recibí de ingeniero industrial y por el ‘87 trabajé en una fábrica varios meses, pero finalmente elegí ser apicultor. Me dio mucho trabajo ir armando mi empresa, de tal modo que pudiera vivir de la apicultura, pero lo logré y luego de mucho palo y palo, hoy lo estoy disfrutando”, explicó.
Volviendo a su infancia, “cada vez que íbamos al campo éramos una tropa: los viejos –así llamó cariñosamente a su padre y a su tío–, los primos, amigos, algún empleado… íbamos a trabajar unos y a disfrutar otros, pero todos la pasábamos bárbaro”, detalló.
Kunze tiene su casa en Colonia Nicolich, cerca de la ruta 102, en un área suburbana de Montevideo. Allí tiene la sala de extracción y envasado, un taller para reacondicionar colmenas y otras labores y el depósito de tambores con los que remite su producción. También, en lo alto de un árbol, curiosamente se armó una colmena y, aunque lejos del lugar ideal para producir, las abejas también están en su predio.
Este apicultor tiene solo un empleado. Sus hijas no han seguido el legado: Franziska estudia medicina y Federika trabaja en turismo, en Dinamarca (“¡Y me va a hacer abuelo!”, dijo él con orgullo). “Pero algo de la apicultura les quedó a mis hijas, les gusta la miel”, dijo Kunze sonriendo.
Aprendiendo por la colza
Maneja unas 1.200 colmenas. Llegó a tener 1.500, pero tuvo que achicarse. Están en el sur de Florida, cruzando el río Santa Lucía, en predios próximos a las rutas 5, 6 y 7, pero también en Lavalleja y Durazno. El 90% está como máximo a 80 o 100 kms de donde vive.
Las abejas se alimentan con miel y excepcionalmente (al final del invierno), por factores climáticos u otros, debió llevarles comida extra: miel, azúcar o jarabe.
Esas abejas se nutren de floraciones variadas: campo natural, montes ribereños y de sierras, praderas para uso ganadero –trébol blanco y rojo, lotus, avena y alfalfa–, eucaliptus y cultivos extensivos, sobre todo últimamente la colza, que ha tenido un avance muy grande en los campos.
“Estamos aprendiendo con la colza. Tiene ventajas porque la floración es temprana y permite que la colmena empiece a trabajar antes, pero también contras, por un uso mayor de agroquímicos, eso nos ha matado muchas abejas, no porque el agricultor sea malo, es su negocio y a veces no tiene en cuenta las colmenas y hace aplicaciones pensando en su actividad y no en la nuestra”, reflexionó.
Añadió que “a veces no es que te mate toda una colmena, pero te baja la población y si bien eso a la larga se repone, porque la abeja se recupera, en cierto momento te puede costar hasta 20 kilos de miel menos por colmena”.
Momentos intensos y otros light
Kunze, a propósito de labores camperas que demandan más o menos esfuerzo, explicó que en su caso tiene una actividad intensa desde la primavera al otoño, pero durante el invierno “es más light”.
Las primeras mieles aparecen en octubre, desde la colza. Después hay un hueco y al cierre de la primavera llegan desde montes nativos. Luego, donde haya llovido bien, de las praderas, “que históricamente fueron del 70 al 90% de nuestras mieles, pero hubo varios veranos secos y esa floración la comen las vacas de los tambos, no tanto los novillos, y eso nos afecta”. Ya en verano, “hay sojas que dan miel, al norte sobre todo”. Por último, en febrero comienza la llegada de la miel de eucaliptus y eso se extiende hasta abril.
Si bien hay una variabilidad, dependiendo de la colmena, su ubicación y el momento del año, en promedio el rendimiento ha oscilado de 20 a 25 kilos de miel por colmena. Antes se lograba más, 40 kilos, incluso 50, pero los constantes escenarios de déficit hídrico pusieron un freno.
Sobre su miel, “no tengo nada diferente, tengo miel de pradera, bien clarita, lo que los mercados más buscan, también otras más oscuras, de montes o eucaliptus, eso cuesta un poco más venderlo porque Estados Unidos y Europa reclaman miel clara y casi sin sabor, por el uso que le dan”.
El 100% de la miel Kunze la remite a Urimpex, firma exportadora que coloca la producción en mercados como Estados Unidos y países de Europa (como España y Alemania), en tambores de 200 litros, o sea unos 300 kilos. Solo se reserva algo para consumo particular, en su casa o para sus amigos
Ser libre en cada mañana
“Ser apicultor es lo único que hago, me permite levantarme cada mañana y decidir qué hacer, ser libre, tener calidad de vida, en primavera y verano hay que meterle, estar arriba, pero en otros meses hay tiempo para disfrutar y eso a otros no les pasa”, admitió.
Eso no lo deja al margen de problemas comunes a todos los productores, como los relacionados con el estado del tiempo: “Acá vivimos viendo los pronósticos, a ver si llueve, el agua es vital para todo y también para las abejas”.
Otro foco de atención está, señaló, en el valor del dólar. “Tenemos un producto que se vende en dólares y un montón de costos en pesos, ahora el dólar bajó un 10% en el año y hay un 10% de inflación, en pesos constantes voy perdiendo un 20%”, lamentó.
A eso se le suma el precio del producto: “Está en la mitad del valor de hace un año, US$ 1,40 a US$ 1,50 el kilo. Si bien depende de cada apicultor, el costo productivo anda en los US$ 2. Hoy pierdo plata y sigo porque es lo que sé hacer, lo que me gusta y porque con tantos años uno sabe que hay momentos malos en los que no queda otra que aguantar”.
“Estamos trabajando a pérdida, pero ya cambiará, Estados Unidos está bien de stock y estamos esperando que vuelva a comprar, estamos en un pozo, pero yo creo que el precio va a volver a US$ 2,40 o US$ 2,50. Si bien estaría abajo del promedio de U$ 2,70 y el pico de US$ 3 de hace un año, no es un mal precio”, agregó.
Kunze aprendió el oficio “en la cancha, con mis padres”, pero fue mejorando año tras año aprovechando cursos, la herramienta del Internet y gracias al intercambio con colegas. Hace cuatro o cinco años, cuando la miel tenía un precio de ruina, US$ 1 por kilo, “nos juntamos, hubo reuniones, se formaron grupos, como Apican, en whatsapp intercambiamos mucho y ese ida y vuelta nos ayudó a todos”. Y si bien siente que domina el oficio, con énfasis remarca que “cada día se aprende algo”.
"Aguantar y seguir adelante"
Para Kunze, el año cierra de un modo algo amargo para los apicultores, con base en un combo de problemas: atraso cambiario (dijo que “eso ha pasado con todos los gobiernos, no es algo solo de ahora”); costos altos; se viene de una sequía y es la tercera anual consecutiva; mercados quietos; y un precio que no cubre la inversión.
Además, remarcó, “siento que no tenemos el apoyo de otros sectores de parte del Estado, y además hay cosas que nos afectan a todos, acá es caro producir, yo tengo que pagar $ 80 mil a $ 90 mil de patente por una 4x4 que capaz piensan es para ir a Punta del Este, pero la realidad es que es una herramienta de trabajo, yo tengo que mover miles de colmenas, pagar eso por una herramienta es un disparate”.
“Lo bueno es que todo lo malo siempre pasa”, subrayó. Por lo tanto, dijo, “hay que aguantar y seguir adelante”. Para eso, “tenemos dos grandes ventajas para competir en el mundo, dado que nuestra producción casi toda se exporta: el apicultor es bueno en su oficio y produce muy buena calidad de miel”.
Lo que vale la abeja
Kunze valoró que “de a poco me parece que la sociedad está empezando a entender más el valor de la abeja y la tarea del apicultor, no solo por la miel y otros productos, que tienen mucha importancia y no solo como alimentos, también pensando en la tarea de polinización, indispensable y vital para toda la humanidad”.
Falta mucho por hacer, “pero si todos sumamos mejor, veo muy bien a colegas que están yendo a las escuelas para ayudar a que se conozca la importancia de la abeja y del oficio del apicultor”, indicó.
“Lo fundamental es la importancia de la polinización, algunos dicen que eso multiplica por tres o por cinco la importancia de lo que da la abeja, pero para mí la importancia es 10 veces mayor por todo lo que permite”, concluyó.
Diario EL OBSERVADOR -Montevideo - URUGUAY - 23 Diciembre 2022