soja3MOMENTO AGRÍCOLA
Sequías, lluvias, demanda de aceites para combustibles y ahora guerra: los granos por las nubes

Si Rusia prosigue con su invasión a Ucrania nadie puede imaginar donde estará el techo de los precios de los granos.En 2012 eran tiempos de picos inéditos en el precio de los granos. El siglo XXI había traído novedades: los chinos habían cambiado la bicicleta por el automóvil y la proteína animal desembarcaba en sus platos triunfalmente.

Como paliativo a un precio del petróleo desorbitado y una oferta que no lograba hacer frente a la demanda irrumpieron los biocombustibles, que encendieron más aún los precios del maíz, la caña de azúcar y las oleaginosas.

Una demanda incontenible por soja y petróleo empujaba persistentemente los precios hacia arriba y en ese contexto una grave sequía en Estados Unidos provocaba la pérdida de millones de toneladas de maíz y soja.

La agricultura, que ya llevaba varios años de un crecimiento inédito, tuvo su pico máximo de precios.

Luego vendría el fracking, como forma de dar un salto en la oferta petrolera, con graves costos ambientales pero logrando una victoria pírrica sobre la demanda.

Diez años después los precios vuelven a irse a las nubes. Sequías, lluvias excesivas, la necesidad de incorporar aceites a los combustibles y ahora guerra.

En un mundo caótico, los compradores han salido a buscar cereales y oleaginosos “al precio que sea”. Y en ese marco Uruguay ha contado con algunas circunstancias especiales: llueve en plena Niña.

Así, esta semana la soja en Nueva Palmira superó largamente los US$ 600 por tonelada y el trigo en Chicago superó también con holgura los US$ 300 por tonelada.

Y si Rusia prosigue con su invasión a Ucrania nadie puede imaginar dónde estará el techo de los precios.

Eso encuentra a Uruguay mejor posicionado que los países vecinos para captar el beneficio de los altos precios.

Hay veces que la suerte juega. El clima es el ámbito de interacciones no lineales, lo que lo hacen difícil de prever. Este año Niña se esperaba que faltaran las lluvias, como probabilísticamente cabe esperar de un año en el que el Pacífico está más de medio grado Celsius más frío de lo normal. Plantar cultivos de verano era asumir un riesgo diferencial.

Por dos veces los cultivos estuvieron muy cerca de verse dañados. La situación más dramática fue en los primeros 10 días de enero, cuando arrastrando el faltante de agua de diciembre y la ola de calor que sofocó al país los cultivos quedaron en alto riesgo. Pero las lluvias llegaron al 80% sur de Uruguay, donde está la gran mayoría de los cultivos. Y llegaron en abundancia.

El problema siguió estando desde Salto al norte, en el centro y norte de Argentina, en el sur de Brasil y en Paraguay.

Luego los cultivos volvieron a estresarse por falta de agua, pero no tanto, a mediados de febrero. Pero desde el 20 de febrero y probablemente hasta mediados de marzo recibirán lluvias frecuentes y generosas.

La combinación de buen rendimiento y alto precio está al alcance de la mano. El partido no está terminado. Si no lloviera en absoluto a partir del 15 de marzo los rendimientos se verán resentidos. Pero ya faltando pocas semanas para el cierre de la zafra de verano el escenario más probable es el de una combinación de muy buen precio con buen rendimiento.

Buen invierno, buen verano
Aunque los costos son altos, el Uruguay exportador tendrá en la agricultura una fuente de cerca de US$ 2.000 millones por la conjunción de una buena zafra de invierno y una cada vez más probable buena zafra de verano

También el precio del arroz se ha despertado, al menos en Brasil donde la sequía dejó sin agua a miles de hectáreas del cultivo de los arroceros.

En Uruguay el cereal viene de un rendimiento récord el año pasado y parece encaminado a otra cosecha de buena productividad y precios normales, sin euforia pero algo mejores de lo que se vislumbraba dos meses atrás.

Y aunque el maíz no se exporte, el crecimiento en área y los buenos rendimientos de los cultivos sembrados más tarde también permitirán una buena oferta interna para los productores de carne y leche.

Casi puede confirmarse una zafra de verano que puede ser radicalmente distinta a la anterior, cuando La Niña efectivamente golpeó duramente los rendimientos y la soja no llegó a los 2.000 kilos.

Esta vez será de alto precio y alto rendimiento, como para celebrar el regreso de la Expoactiva el mes que viene, tras dos años de suspensión por pandemia.

Áreas seguirán creciendo
Por otro lado, el crecimiento de las cosechas y la facturación probablemente retroalimentará el crecimiento en área. La fase invernal de la agricultura completó dos años muy buenos en la cosecha pasada. Las dos últimas fueron las zafras de mayor rendimiento de la historia. El clima ayudó y el esmero también. El rendimiento de trigo de Uruguay supera al de Estados Unidos por dos años seguidos.

Las señales serán fuertes para que apenas terminada la cosecha de verano empiece una buena siembra de invierno, en la que el precio del trigo por ahora parece relegado respecto a las cotizaciones internacionales. Pero en colza y cebada seguramente haya un nuevo aumento de área.

Este año va en camino de superar esa referencia y tal vez con cierta holgura. El millón de hectáreas de soja en vez de dar 2 millones de toneladas puede dar 2,5 millones. Y lo que podría significar un ingreso de US$ 1.200 millones puede pasar a ser de US$ 1.500 millones solo por un efecto volumen.

Si la oleaginosa hubiese tenido el precio de exportación de dos años atrás, en el orden de US$ 400 por tonelada, las 2,5 millones de toneladas “solo” habrían significado US$ 1.000 millones.

Las exportaciones de trigo y colza seguirán empujando, las de arroz se reactivarán.

Esto, sumado al crecimiento que persiste en la ganadería, permite suponer que 2023 puede ser un año nuevamente récord de exportaciones movido por los altos precios y los buenos resultados productivos, que amortiguan el efecto de altos costos y baja del dólar, al menos por ahora.

La exportación de granos (sin contar cebada malteada, harina u otros subrproductos) superó los US$ 2.000 millones solamente entre 2012 y 2014. En 2022 volverá a quedar arriba de US$ 2.000 millones (probablemente muy cerca de US$ 2.300 millones), porque además al impulso de la soja se suma el de la colza.

El mundo enfrenta una aguda escasez de aceites y una guerra en la zona que exporta el 70% del girasol del mundo agudiza los problemas de abastecimiento.

Después de 10 años, vuelve una situación agrícola inédita pero que encuentra a otros rubros muy firmes, lo que derivará en una competencia fuerte por la tierra.

ALUR exporta biodiesel por primera vez
La demanda global por aceites, en buena medida relacionada a la necesidad de sustituir a los hidrocarburos derivados de fuentes fósiles, llevó a un hito importante esta semana con la primera exportación de la historia de biodiesel de Uruguay a cargo de ALUR.

Luego de un proceso licitatorio y posteriores negociaciones comerciales para obtener de todos los oferentes un mejor precio que los recibidos en el mismo, ALUR aceptó la mejor oferta, hecha por Trafigura PTE, para la compra de 4.000 toneladas de biodiesel producido a partir de aceite de canola. El lote tiene la certificación ambiental alemana ISCC y la condición de venta es prepago, se informó desde la compañía.

Según la información recibida desde el comprador, el producto será embarcado con destino a Ámsterdam para ser almacenado en tanques propios antes de llegar a su destino final en los países escandinavos, donde se le da valor especial a los productos que contribuyen a la reducción de la huella de carbono global, indica un comunicado de ALUR.

Diario EL OBSERVADOR -Montevideo - URUGUAY - 24 Febrero 2022