El malla oro
Federico Holzmann de Un solo Uruguay explica por qué la denominación de “malla oro” es “más que merecida, simpática y justa” para el productor rural que soporta señalamientos equivocados y muchas veces no se le reconoce todo el aporte que realiza a la sociedad Desde distintas organizaciones civiles, políticas e idealistas se ataca permanentemente al recientemente denominado “Malla oro”.
Una denominación más que merecida, simpática y justa, además de histórica; nunca hubo en este país algún otro sector que genere tanto con tan poco, de quien a base de mucho sacrificio logra ganar cada etapa, el premio de la cima el embalaje final y hasta la contra reloj, como lo ha marcado esta pandemia.
Nadie debiera dudar de esta denominación cuando se habla del productor rural de rostro curtido, manos rasgadas y un sin fin de sueños y esperanzas que renueva cada día.
Se le ofende, tratándolo de castigador y explotador como en tiempos de la conquista. Suele ser el capitalista de 4x4 que todo lo tiene y que además es el responsable de todos los males de esta sociedad.
Al “Malla oro” no se lo toca, ironizó el director del semanario Voces, Alfredo García, en el programa Esta boca es mía de la Boca en la televisión.
Como periodista debiera conocer y saber de lo que es capaz de desarrollar un productor rural, la importancia que éste tiene en su entorno, desde generador de mano de obra a dinamizador de la economía del país entero, porque cada dólar generado circulará más de 6 veces en la economía interna, distribuyendo como ningún otro sector a su sociedad.
Capaz de atender los problemas de vivienda de su gente, como lo es la formidable creación de don Alberto Gallinal y su Mevir, llevando casas dignas a los puntos más remotos del territorio uruguayo.
Aporta para que varias instituciones como INIA, entre otras, lleven adelante los programas de investigación agropecuaria, logrando los mejores productos, los más sanos y sustentables para la mesa de cada ciudadano.
Generador de exportaciones que son capaces de mover varios puertos, pero sobre todo uno, que concentra todos los recursos y ha vivido eternamente de espaldas a él. Despachantes, transportistas oficinas públicas y privadas, las cuales consumen en toda la cadena de servicios públicos como, comunicación, energía, combustibles, y otros más diversos.
En las contra reloj, como lo marcó la pandemia, el “Malla oro” no dejó de dar pedal, contra todos los pronósticos volvió a invertir mucho más que las grandes multinacionales presentes.
Fue de los mayores colaboradores con casi 100 millones de dólares a los de menores recursos, se comió un aumento de impuestos, pese a la promesa electoral, en un denominado Fondo Coronavirus.
e dejó sacar el Mevir para que lo lleven a la capital.
En estos días le volverán a tomar de su esfuerzo, los fondos generados por un impuesto que sólo él paga destinado a Colonización, para atender miles de ciudadanos afincados en los asentamientos.
Según un renombrado economista, cada familia vinculada a Colonización recibió un subsidio (promedio) de 375.000 dólares en una única asignación. Esta afirmación carece de todo rigor profesional, es tan absurda que da bronca ensayar una defensa y explicar algo:
1ero., la tierra sigue siendo del Estado, no se le regala a nadie.
2do., ¿cuántas veces devuelve esa familia en poco tiempo ese supuesto subsidio?, considere que lo que produce se multiplica por más de 6 en la cadena de valor.
3ero., además paga renta.
4to., inculca a sus hijos la cultura del trabajo y del gratificante resultado del esfuerzo propio.
¿Cuánto más caro le cuesta al Estado, por lo tanto, a toda la sociedad, una familia que vive en un cantegril? Subsidiando de por vida una inmensa estructura de servicios, transporte, conectividad y acceso a internet, educación, salud, asfalto, agua corriente, luz, asistencia económica, psicológica, recreación, seguridad, etc, etc, etc… Todas falencias mayoritariamente allá, donde habita “el Malla oro”.
No hay intensión de generar una polémica productor rural vs asentamientos, pero vale la pena poner todas las pesas en la balanza.
Esto es solo una parte de las obligaciones y el compromiso que el productor rural tiene. Se ironiza, seguramente desde una sesgada visión ideológica y no creemos que se desconozca todo esto antes detallado.
Aprovechamos a realizar una pregunta: ¿A cuántos de los empleados se les dan adelantos de sueldos, se les sale de garantía, se les resuelve la vivienda y la alimentación permanentemente para toda su familia como lo hace la mayoría de los “Malla oro”?
Ésta es la realidad que el productor rural vive día a día, casi en un desierto poblacional y de servicios, y que quienes son beneficiados por el gran aporte social a la economía debieran respetar; “los canarios”, como además se los denomina en alguna audición radial forjaron, forjan y seguirán forjando el Uruguay del respeto, la educación, la cultura del trabajo sin pedir casi nada a cambio.