BLOCK2 / OPINIÓN-Nicolás Lussich
Campo firme ante la crisis
Pandemia, nuevo ciclo de altos precios y múltiples desafíos en la agenda de los agronegocios. El primer año del Suplemento RURALES ha estado intenso. Que lo urgente no quite tiempo a lo importante.El mundo ha atravesado una circunstancia crítica e inédita ante la pandemia y el Uruguay no ha sido excepción.Principalmente por las restricciones que se tomaron para contener el virus la economía uruguaya cayó casi 6% en 2020.
El objetivo se logró, pero decenas de empresas cerraron y otras más redujeron facturación y plantilla, con impacto especialmente duro para los sectores de servicios presenciales como el comercio tradicional, la gastronomía y el turismo.
Por sus propias características de producción a cielo abierto y en todo el territorio, el agro se vio menos afectado y logró mantener la actividad en niveles más cercanos a lo normal, comparado con los sectores antes mencionados. Si bien el campo venía ya previamente afectado por problemas de competitividad previos que aquejaban y aquejan al Uruguay, no es menos cierto que logró expresar también sus numerosas virtudes durante la crisis. Por un lado, se sostuvo la actividad en varios rubros, con sus correspondientes empleos directos e indirectos. Tomado en su totalidad, al sector están vinculados 220.000 empleos: 140.000 en el campo y casi 80.000 en la agroindustria, según datos actualizados de Opypa (Ackermann, Cortelezzi 2020).
Por otro lado, el proyecto agroindustrial de UPM, con la construcción de su nueva planta de celulosa, actuó como impulso contra cíclico de actividad, mientras la economía se achicaba por el virus.
Ya a fines del año pasado y comienzos de éste, mejoró el escenario externo con el aumento en los precios internacionales y en las exportaciones. China -principal destino de exportación- sufrió mucho menos la pandemia que las economías desarrolladas (EEUU y Europa) y siguió creciendo, demandando más alimentos y materias primas. Los agronegocios lo aprovechan en todos los rubros: granos, forestación, lácteos y – principalmente- carnes. Mayor hubiera sido el impulso a la producción de no ser por la complicada sequía que recortó fuertemente los rindes de la soja y otros cultivos. Aun así, el agro incorporó este año una dinámica muy positiva y virtuosa, que sigue ayudando a compensar las dificultades que trajo la pandemia.
Porque fue durante este año 2021 que el virus pegó más duro en Uruguay: la llegada de la variante P1 encontró al país con aun bajos niveles de vacunación, y en un proceso de levantamiento de las restricciones a la actividad alentado por el éxito previo en la contención del virus. Fue el momento letal: el Covid se cebó con el Uruguay y se comenzaron a acumular centenares de fallecidos. La triste circunstancia llevo a una amarga discusión política y -transcurridos ya varios meses de aquel momento crítico- todo indica que el gobierno demoró la aplicación de restricciones, y eso costó mucho. Más virtudes tuvo en la implementación y ejecución del plan de vacunación, que ubica hoy a Uruguay en los primeros lugares del ranking por dosis completas administradas.
Hoy la situación sanitaria ha mejorado sensiblemente: se retomaron las clases y vamos en camino a la normalidad, que seguramente será nueva porque muchas cosas no volverán a ser las mismas. La pandemia aceleró la adopción de tecnologías de la información en los modelos de negocios en todas las actividades; buenas noticias para quienes están preparados -a nivel empresarial y personal- para agregar valor en estas tecnologías. Los que no, la tendrán complicada.
Asimismo, la pandemia abrió aún más las brechas sociales que – en Uruguay y el mundo- ya estaban expuestas. Remontar esta carga no será fácil y el desafío es lograrlo respondiendo ambas dinámicas: sumarse al vertiginoso cambio tecnológico con mejor educación y facilitando la adaptación y el crecimiento empresarial, al tiempo que se fomenta la inclusión de aquellos que pueden estar en riesgo de quedar por el camino.
Lo urgente y lo importante. Con este contexto, en el último año la agenda del MGAP ha estado particularmente movida. El gobierno se propuso desde el principio mejorar las condiciones de competitividad para el agro, un compromiso electoral. Se buscó reducir el precio del gasoil, algo que se logró (en dólares) aunque el reciente empuje del precio del petróleo y el cambio en la modalidad de ajuste de tarifas pusieron un freno a la baja.
A su vez, emergieron problemas políticos. Ya en el Proyecto de ley de Presupuesto la inclusión de artículos modificativos en la gobernanza de la UAM provocó una crisis política bastante seria, tanto en el vínculo entre oposición y gobierno como en la posición del entonces ministro, Carlos María Uriarte. Más grave fue el episodio de los problemas de etiquetado de carne para China, que dejó fuera de mercado durante meses a uno de los principales frigoríficos (BPU), además de complicar numerosos embarques de otras empresas. El episodio costó el cargo a dos principales funcionarios de los Servicios Ganaderos, y más tarde – junto a otros factores- derivó en la salida del propio ministro. Uriarte – históricamente blanco- había llegado al gabinete por su adhesión al sector Ciudadanos liderado por Ernesto Talvi. Al dejar éste la política, la posición de Uriarte se debilitó, lo que sumado a los factores mencionados y otros- derivó en la salida de su cargo y en la asunción de Fernando Matos como nuevo ministro. Matos ya hecho anuncios importantes, como la voluntad de reducir los impuestos al patrimonio en el agro, también compromiso de campaña.
Mientras, el ministerio ha tenido que desatar algunos nudos gordianos, entre ellos la reformulación del Fondo Lechero, finalmente aprobada por el Parlamento hace pocos días. La tarea le cupo especialmente al subsecretario Ignacio Buffa, que ahora iniciará un proceso parecido con el Fondo Arrocero. Asuntos poco heroicos pero necesarios para un mejor funcionamiento de estos sectores. Además, el MGAP está impulsando el nuevo plan de seguros agrícolas, para apuntalar la producción de granos en el largo plazo. Asimismo, se ha mejorado el proceso de aprobación de nuevos transgénicos, asunto clave para la competitividad de la producción de granos. Mientras, los productores siguen planteando su preocupación por los protocolos con China, que consideran exigentes en exceso. En ambas cuestiones es clave equiparar al Uruguay con sus competidores regionales.
El reciente proyecto de Rendición de Cuentas abrió capítulos políticos nuevos, como la revisión de los recursos del Instituto Nacional de Colonización y la reforma de la política de biocombustibles, con la propuesta de eliminar la obligación de mezclar biodiesel. En ambos casos se trata de revisar y modificar políticas que tuvieron amplios consensos, pero cuyos resultados no han sido del todo satisfactorios.
En efecto, hoy es necesario discutir a fondo los objetivos de Colonización. El fuerte proceso de urbanización cuestiona el objetivo de asentar gente en el campo como se pensaba hace un siglo. Facilitar el acceso a la producción -en especial a los jóvenes-, sigue siendo un objetivo compartible, pero seguramente hay que revisar las herramientas y sus costos.
En cuanto a los biocombustibles, lo que se planteó como una herramienta para promover la producción y la sostenibilidad, se ha configurado hoy en un esquema que genera altos costos para los consumidores de combustible, entre ellos los productores rurales.
Además, la firme demanda internacional por granos ha hecho que la producción de biocombustibles como promotor de producción tenga escaso fundamento. Por todo esto, muchos productores y asociaciones como la ACA (arroceros), han apoyado la iniciativa del gobierno.
Pero en la coalición gobernante aún no hay consenso sobre el asunto.
En cualquier caso, mientras Uruguay dirime sus batallas políticas internas, buena parte del futuro del agro se juega fuera.
Mercados y gases. Con la convicción de que el país está seriamente restringido en su agenda comercial por la cuasi parálisis del Mercosur, el presidente Lacalle Pou -con el respaldo de Brasil- pateó el tablero y anunció que buscará acuerdos con otros países. El objetivo es reducir aranceles y abrir más mercados para los productos uruguayos, lo que beneficiaría especialmente a los agronegocios.
Tampoco aquí hay un consenso claro y hay que ver hasta dónde llega la vocación de apertura comercial del Uruguay. En cualquier caso, es alentador que comiencen a darse pasos en este plano.
Otro asunto clave es la posición de Uruguay en la agenda ambiental global, que tiene varios capítulos y asuntos en juego. Uno de los principales es la posición de la ganadería como emisora de gases efecto invernadero. El asunto ha dado un giro interesante en los últimos meses, porque – aparentemente- la vaca no era tan fiera como la pintaban. Los vacunos, en efecto, emiten metano como producto de la digestión del pasto y (por sus características físico-químicas) es un gas con un efecto invernadero mucho mayor que el anhídrido carbónico. Pero permanece mucho menos tiempo en la atmósfera: a los 10-13 años, el metano emitido ya casi desapareció; el carbono en cambio se acumula por siglos. Uruguay debería liderar esta “aclaración”, nada menor.
Como puede verse, luego de este primer año del Suplemento RURALES, la agenda informativa del campo está más dinámica que nunca.
La seguiremos analizando.