RADIACIÓN SOLAR
Uruguay está en la parte más débil del campo magnético terrestre pero no tiene equipos para estudiarlo
La llamada "anomalía del Atlántico Sur" está creciendo, pero el Observatorio Geofísico de Uruguay no puede continuar su investigación por falta de financiamiento
"Desde hace un tiempo tenemos apagada la estación magnética. Se nos quemó todo el equipamiento por problemas de la red eléctrica rural y pedimos ayuda a UTE el año pasado y nos dijeron que nos podían ayudar a mejorar nuestro tendido eléctrico. ¿Pero para qué lo vamos a arreglar si ya no nos quedan equipos sanos?”, lamentó Leda Sánchez, geóloga y presidenta del Consejo Directivo del Observatorio Geofísico de Uruguay.
Leda Sánchez conoce de adversidades. Desde 2010 lidera la investigación sísmica en el país con muy poco financiamiento. Esta se complementaba con el estudio de la actividad magnética en temas como los riesgos para la salud de las tormentas geomagnéticas, la correlación entre cáncer y patologías cardiovasculares y la actividad solar o la incidencia en la red eléctrica (el último punto parece una ironía). Todos estos estudios se han paralizado.
“Se nos quemaron dos sismómetros y sus digitalizadores, acelerómetros, inversores de 12 voltios a 220, consolas de magnetómetros, fuentes de computadoras y otros insumos especializados. Todo eso es una torta de plata, sin contar la mano de obra y todos los que trabajamos allí. Tenemos dos magnetómetros que ya arreglamos y que debemos calibrar, pero sin todo lo demás, no los podemos poner en funcionamiento”, relató Sánchez.
La estación geomagnética está ubicada en un predio de Aiguá (departamento de Maldonado), donde la UTE “dijo que, efectivamente, está la peor red eléctrica rural”.
¿Y qué sucede mientras que la estación geomagnética no está operativa? Un área del campo magnético terrestre que se extiende desde África hasta América del Sur se está debilitando gradualmente, con un comportamiento que desconcierta a los geofísicos. La llamada “anomalía del Atlántico Sur”, que afecta al Río de la Plata, ya está provocando perturbaciones técnicas en los satélites que orbitan la Tierra, según datos de la llamada “constelación Swarm” de satélites de la Agencia Espacial Europea.
Y Uruguay se encuentra en el centro, por lo que está en la región planetaria más vulnerable a los cambios en la actividad solar.
Sánchez así lo explicó: “Se ha visto una clara disminución del campo magnético terrestre en la región del Río de la Plata con valores de intensidad total del orden de 22.800 nanoTeslas, valor anómalo y que debería ser superior a los 31.000 nanoTeslas. Sabemos que se podría llegar a valores inferiores; quizás cercanos a los 17.000 nanoTeslas para el 2100”. Un Tesla es la medida de la densidad de flujo magnético en el sistema internacional. Según estudios internacionales, el campo magnético ha perdido, de media global, alrededor del 9% de su fuerza en los últimos 200 años. Y, la anomalía del Atlántico Sur, que lleva una década formándose, ha acelerado su desarrollo en los últimos años.
El problema es que esta fuerzas dinámica es la que nos protege de la radiación cósmica y las partículas cargadas procedentes del Sol.
El poder de una tormenta geomagnética.
La velocidad del viento solar puede aumentar desde 400 kilómetros por segundo en un período de calma a cerca de 900 kilómetros por segundo. Este viento solar de alta velocidad desencadena tormentas magnéticas e ionosféricas y es conocido como Tiempo Espacial. Las mayores perturbaciones del campo geomagnético son las tormentas magnéticas, fenómeno que dura entre 24 y 48 horas, pudiéndose prolongarse sus efectos por más días. En la región de la anomalía del Atlántico Sur, cuando ocurren tormentas geomagnéticas, se absorbe mayor cantidad de partículas que en otras regiones, pudiendo afectar los sistemas de navegación radio-terrestres por un cambio en la densidad de las partículas cargadas modificando la amplitud y fase de las ondas, produciendo distorsión y fluctuaciones de la intensidad de las señales, pérdida gradual de la potencia, entre otros.
Según explicó Leda Sánchez, cualquier satélite o nave espacial tripulada que describa una trayectoria con una inclinación orbital de entre 35º y 60º atravesará periódicamente la anomalía del Atlántico Sur, exponiéndose durante varios minutos a una fuerte radiación. La Estación Espacial Internacional, por ejemplo, tiene una órbita con una inclinación de 51,6º y durante su construcción se la dotó de un blindaje especial para que sus tripulantes y computadoras pudiesen sobrevivir a la anomalía. Otro ejemplo es el famoso telescopio espacial Hubble, que no hace observaciones al pasar por esta región del planeta.
La posición de esta anomalía no es fija, sino que deriva lentamente debido a la rotación diferencial entre el núcleo terrestre y su superficie, desplazándose entre 0,3º y 0,5º por año, por lo que dentro de 700 a 1.000 años la debería completar un giro completo.
“Resulta importante participar de la red de Observatorios Permanentes Geomagnéticos. Esta red permite estudiar la intensidad total del campo magnético de la Tierra para evaluar su tasa de cambio anual. Así se pueden estimar los efectos inductivos sobre las redes eléctricas, grandes cañerías de gasoductos y oleoductos”, apuntó Sánchez.
Efectos de la radiación solar.
Pero también sobre la salud. Hay correlación entre los rayos cósmicos y una lista de patologías y trastornos que enumeró Sánchez: infarto agudo del miocardio, infarto o derrame cerebral, arritmia terminal, ansiedad, estrés, inestabilidad emocional, disminución cognitiva, aumento en el riesgo de suicidio, entre otros. Las llamaradas solares o tormentas geomagnéticas provocan “brotes y/o aumentos en migrañas, fluctuaciones del ritmo cardíaco, trastornos digestivos, ataques cardíacos, síndrome coronario agudo, riesgo de radiación para pasajeros de líneas áreas”.
Justamente, esta era una línea de investigación del Observatorio Geofísico de Uruguay. Hace unos años, sus técnicos realizaron un estudio preliminar de la relación entre la tasa de mortalidad para la enfermedad isquémica cardíaca y para enfermedades del aparato circulatorio y número de manchas solares que fue el primer acercamiento a una exploración de este tipo en la anomalía del Atlántico Sur. Los datos correspondieron a un ciclo completo de actividad solar: desde 1999 a 2008.
Así se determinó que la tasa de mortalidad aumenta más rápidamente para valores menores de manchas solares, por lo que debe considerarse como un factor más para la enfermedad.
En ese trabajo, Sánchez y colegas recomendaban realizar un monitoreo diario paralelo a la observación de la actividad geomagnética para ahondar más en la correlación entre los efectos biológicos y los factores heliogeofísicos y estudiar diferentes lapsos. Con la estación apagada, no se puede medir.
Tampoco se puede continuar con otro estudio: la influencia de una notoria baja intensidad magnética en la región en la posible asociación entre la detección de neoplastias. Por ejemplo, se pretendía analizar si existe relación entre la cantidad de pacientes que desarrollaron cáncer para una misma fecha de nacimiento y la actividad solar durante dicho año (representada por la cantidad de manchas solares promedio en el año).
A juicio de Sánchez, “sería muy importante monitorear el campo magnético terrestre en esta zona”, donde la población vive expuesta a variaciones geomagnéticas mayores y, por lo tanto, la protección de la atmósfera es menor.
Clima espacial severo y la tecnología
Es más probable que los satélites y otras naves que sobrevuelen la anomalía del Atlántico Sur experimenten fallos técnicos, dada la mayor debilidad del campo magnético en esa región, lo que permite que las partículas cargadas penetren hasta las altitudes de los satélites en órbita baja terrestre. El Observatorio Geofísico de Uruguay pretende, por un lado, analizar la correlación entre el clima espacial severo y las fallas en infraestructuras en vista a futuras prevenciones. “Una mejor y más amplia comprensión de estos temas, conlleva a la toma de conciencia de los riesgos que corremos y las vulnerabilidades que nos marcan a nivel de la tecnología y que nos afectan como sociedad profundamente dependiente de ella y su desarrollo”, dijo la experta Leda Sánchez. Y añadió: “El campo magnético funciona como un escudo o paraguas que nos protege de la radiación, partículas cargadas que vienen del Sol y esta región es bastante más débil”.