Ex Frigorífico Anglo: un museo uruguayo para hacer “arqueología industrial”
Pese a que las máquinas del almacén del ex Frigorífico Anglo, monumento uruguayo patrimonio de la humanidad, llevan décadas sin funcionar y están recubiertas de óxido, los visitantes siguen pudiendo hacer “arqueología industrial” y descubrir cómo funcionaba “la gran cocina del mundo”.
Uno de los rincones más populares del Museo de la Revolución Industrial, que se está en este histórico monumento de Fray Bentos (oeste), es la sala de máquinas, galería por la que pasan cientos de colegios cada año.
Esta gran fábrica, que según la encargada del museo Diana Cerrilla, vivió su “etapa de esplendor” durante la Segunda Guerra Mundial y la posguerra cuando se llegó a “elaborar más de 200 subproductos derivados de carne de vacunos, lanares, porcinos, conejos, pavos, gansos, frutas y verduras”.
“Podríamos decir que todo lo que llegaba hasta acá como una materia prima se transformaba en un subproducto alimenticio”, recalcó la experta, aunque destacó que los productos que más se producían eran el extracto de carne (parecido a los caldos de sopa, pero más concentrados) y el corned beef.
Este lugar era tan importante para la industria de la región que en 1883 se convirtió en el primer lugar en Uruguay donde se comenzó a producir energía eléctrica en forma termoeléctrica.
Cerrilla, que también es guía del museo, destacó la importancia que tiene la sala de máquinas, ya que en este gran almacén se puede hacer “arqueología industrial”.
“Cuando ingresamos a esa sala del museo de la Revolución Industrial podemos apreciar las máquinas que fueron utilizando (en la fábrica) y que, a pesar de que se superaron tecnológicamente, fueron quedando allí porque, según sabemos, las mantuvieron como máquinas de alternativa (si había alguna falla)”, destacó.
En ese sentido, se pueden ver tanto aparatos que funcionaban a base de vapor, electricidad y combustible.
Esta producción a escala industrial también trajo grandes movimientos migratorios, pues Cerrilla apuntó que a la ciudad de Fray Bentos se desplazaron para trabajar unas sesenta nacionalidades, principalmente de Europa del Este.
Dato que se puede contemplar mediante las distintas fotos de época que recubren las diversas calles que unen los almacenes del ex Frigorífico Anglo.
La decadencia de la que se le llamó “la cocina más grande del mundo libre” llegó a finales de los años sesenta cuando el monopolio inglés que dominaba la gran fábrica consideró que ya no era rentable el lugar.
En la década de los setenta el Estado Uruguayo intentó retomar las riendas y producir su propio corned beef, pero la llegada de la dictadura cívico-militar del país (1973-1985) no ayudó al emprendimiento y el frigorífico cerró definitivamente en 1979.
Su segunda vida empezó en el 1987, cuando el lugar se declaró patrimonio histórico nacional.
“Era como una incógnita que había para la gente de la región. ¿qué era lo que había en ese lugar cerrado totalmente? Así que cuando se abrió fueron miles de personas que vinieron para conocer y recorrer”, recordó Cerrilla.