cultivo 1El valor del campo uruguayo: tradición, productividad y desafíos del futuro

Entre la tradición y la innovación, el campo uruguayo enfrenta el reto de sostener su competitividad.El campo uruguayo mantiene su papel central en la economía nacional. Con más del 70 % del territorio dedicado a actividades agropecuarias y una tradición productiva que se remonta a los orígenes del país, el sector rural continúa siendo la base de las exportaciones, el empleo en el interior y la identidad cultural del Uruguay profundo.

Ganadería, agricultura y forestación lideran el motor productivo. Según datos del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), el complejo agroexportador representa cerca del 80 % de las ventas externas del país, con la carne, la soja, la celulosa y los lácteos como principales rubros. En 2024, las exportaciones agroindustriales superaron los 11.000 millones de dólares, confirmando al sector como sostén de la balanza comercial.

Pero el valor del campo no se mide solo en cifras. Para miles de familias, el medio rural sigue siendo un espacio de vida, trabajo y cultura. En los pueblos y zonas rurales, la producción genera empleo, dinamiza servicios y sostiene redes comunitarias. “El campo no es solo una fábrica de alimentos, es un modo de vida y un tejido social que mantiene vivo el interior del país”, señala el sociólogo ruralista Diego Carámbula.

Aun así, el campo uruguayo enfrenta tensiones estructurales. La concentración de la tierra, la tecnificación creciente y los costos de producción generan brechas entre grandes empresas y pequeños productores. En los últimos diez años, más de 10.000 productores familiares dejaron la actividad, desplazados por la falta de escala o el acceso limitado a crédito y tecnología.

La modernización del agro también ha transformado el paisaje. El avance de la forestación, los cultivos extensivos y la ganadería intensiva plantea nuevos desafíos ambientales. La erosión del suelo, la presión sobre los recursos hídricos y la pérdida de biodiversidad son temas recurrentes en el debate público.

En paralelo, crece la demanda internacional de productos sustentables y trazables. Uruguay ha logrado posicionarse con su sello “Natural” y sus certificaciones sanitarias, pero el futuro del agro dependerá de su capacidad para incorporar innovación y valor agregado. “El país tiene que pasar de exportar materias primas a vender alimentos y tecnología. Ese es el salto de calidad que el campo uruguayo necesita”, afirma la economista agroindustrial Laura Pérez.

La digitalización rural, la agricultura de precisión y la bioeconomía son hoy los ejes de una nueva etapa. Empresas y cooperativas comienzan a incorporar drones, sensores y sistemas de gestión de datos que optimizan la producción y reducen el impacto ambiental. Sin embargo, la infraestructura —especialmente la conectividad en zonas rurales— sigue siendo una limitante.

La revalorización del campo también pasa por el reconocimiento social. En los últimos años, las nuevas generaciones han vuelto a mirar el agro como un espacio de oportunidades. Programas educativos rurales y proyectos de innovación agroecológica buscan integrar ciencia, producción y territorio.

“El campo uruguayo es mucho más que su rentabilidad. Es historia, paisaje y cultura productiva. Pero necesita políticas que equilibren productividad con sostenibilidad y arraigo humano”, resume Carámbula. En tiempos de volatilidad global y cambio climático, el campo sigue siendo la base sobre la que se sostiene Uruguay. Su desafío no es solo producir más, sino producir mejor: con respeto por el suelo, el agua y las comunidades que lo habitan.

 Grupo R Multimedio -Montevideo - URUGUAY - 05 Noviembre 2025