Entrevista al presidente de ALUR: el "ambicioso" plan de hidrógeno verde, los biocombustibles y más inversiones
El presidente de Alcoholes del Uruguay (ALUR), Marcelo Sadres habló con El País sobre la necesidad de buscar nuevos mercados para la empresa y la "oportunidad" que se abre en 2027.
La subsidiaria de Ancap, Alcoholes del Uruguay (ALUR) tiene como principales objetivos para el próximo quinquenio introducirse en el mercado de combustibles para aviación, además de proveer de CO2 al proyecto de e-fuels HIF Global, aunque su mayor intención es reducir sus costos y que esto repercuta en un combustible más económico para los uruguayos. Marcelo Sadres es el presidente de ALUR desde el pasado 20 de agosto. Su trayectoria en ALUR comenzó en 2012, desempeñandose en distintos cargos del Área de Proyectos e Innovación. En 2020, ingresó a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y en 2023 asumió el cargo de Especialista en Agua y Gestión de Recursos Hídricos para América Latina y el Caribe. En las oficinas de ALUR ubicadas en el barrio Capurro, a metros de la terminal pesquera, Sadres recibió a El País para una entrevista.
—¿Cómo es llegar a la presidencia de ALUR?
—Trabajé en la empresa entre el año 2012 y 2018. En la primera etapa estaba muy abocado a cuestiones técnicas. Esta vez, el rol es distinto, implica otro nivel de responsabilidad. La empresa que encontré tiene algunas similitudes con la empresa de la cual yo me había ido en el año 2018 y algunas diferencias también. En cuanto a las similitudes, creo que el corazón del negocio de ALUR sigue siendo el mismo. En definitiva, la producción y comercialización de biocombustibles, particularmente ahora el etanol que es lo que se mezcla con las naftas y eso lo hacemos en dos plantas industriales que son distintas entre sí. Creo que los cambios más importantes tienen que ver por un lado en la estructura organizacional de la empresa porque en el periodo anterior se tomó una decisión a nivel corporativo de que muchos de los servicios de soporte que antes estaban dentro de ALUR hoy pasan a estar en otra empresa del grupo Ancap que se llama Matriz. Entonces todo lo que tiene que ver con el área económica financiera, control de la gestión, servicios jurídicos, está dentro de esa empresa, que además de darnos el apoyo a nosotros, se lo está dando a Cementos del Plata y Ducsa. El otro cambio relevante es la decisión que tomó el Ejecutivo en el periodo anterior, que tiene que ver con dejar de mezclar biodiesel con el gasoil. Eso significó un desafío, porque la producción de biodiesel es lo que en su momento sostenía nuestro negocio, lo que llamábamos la cadena de oleaginosos. Esa cadena se vio con dificultades al dejar de mezclar. Lo que hizo ALUR fue buscar otras oportunidades de negocio a través de mercados de exportación. (Es un) cambio de mindset dejar de mirar solo la producción de biocombustibles para el abastecimiento de Ancap y decir, hay otros negocios y oportunidades que van más allá e implica jugar en cadenas globales.
—¿Cómo fue el balance 2024?
—Se exportaron 11.700 toneladas de aceite de canola, con destino a la región: Chile, Colombia, México y República Dominicana. Unas 4.400 toneladas de aceite de soja; 4.900 toneladas de biodiesel de canola y una producción pequeña de biodiesel de soja para el mercado local. A diferencia de lo que tiene que ver con la producción de etanol, esto es muy dinámico. Ya sé que la foto 2025 va a ser distinta. Por ejemplo: este año no es tanta canola pero se va a ver una oportunidad de negocio con la soja, ahí hay un equipo de materias primas y mercados que es parte de este ALUR un poco diferente que me encontré. Se tuvo que generar esa gerencia de materias primas y mercados y salir a pelear oportunidades en mercados globales. Para ir a Europa tenés que ir a nichos de oportunidad generalmente precios diferenciales que están basados en determinados cultivos y certificaciones, en que puedas demostrar cuál es tu huella de carbono. Yo creo que es parte de hacia dónde debemos ir.
—¿Posicionar a ALUR y a Uruguay en el mercado internacional está siendo un desafío?
—Parte de la narrativa estratégica que estamos queriendo impulsar, es ALUR como plataforma de despegue de la bioeconomía nacional, y eso tiene que ver con entender que Uruguay es un buen productor de biomasa, tiene condiciones humanas, porque históricamente el país se ha dedicado a la producción agropecuaria. Tiene condiciones naturales, eso lo hacemos bastante bien. El desafío es cómo a través de esa biomasa generamos cadenas de valor que después se inserten en este mundo que además es tan volátil, cambiante y dinámico. Hace 20 años que ALUR toma la primera zafra en Bella Unión y eso es como el puntapié inicial de un montón de etapas expansivas y desarrollos a futuro, hoy estamos en un proceso de consolidación. Es poner en valor a ALUR como esa herramienta de desarrollo de la bioeconomía nacional, insistir en que ALUR no es solo un productor de biocombustibles. Está inserto en cadenas de valor, eso tiene que ver con la producción de grano. La cadena de cereales en Paysandú, involucra unas 30.000 hectáreas de cultivos que hoy van a parar a ALUR. La cadena de oleaginosos, hay unas 65.000 hectáreas de cultivos que hoy van a parar a ALUR. Si a eso le sumamos las 7.000 hectáreas en Bella Unión, hay unas 100.000 hectáreas que hoy se producen en Uruguay. Muchos de estos procesos industriales generan harinas proteicas o productos que después se destinan a la alimentación animal, tanto para el engorde de bovinos, como en la lechería. Entonces, es entender que producimos biocombustibles, pero que somos más que eso y tenemos más oportunidades. Algunas quedaron demostradas en este proceso de lo que fue salir a exportar aceite y biocombustibles, y otras que están allí. Sectores como el transporte aéreo o naviero, son los que vienen más atrasados, que está mezclando menos (biocombustibles). Entonces, todos esos mercados son nichos o espacios de oportunidad para adelante.
—¿ALUR tiene las herramientas necesarias para acercarse a esos nichos?
—Tenemos una experiencia de 20 años. Podemos salir a conversar siendo referentes a nivel nacional y con una trayectoria que nos avala. Si queremos ir hacia la producción de los combustibles sostenibles de aviación, los SAF hay que hacer inversiones y ALUR es un actor más porque eso también implicaría determinado liderazgo de Ancap. En función de la experiencia que tiene ALUR, hasta dónde puede llegar y a partir de qué momento empezaría a jugar a Ancap. Y ahí sí habría que hacer inversiones. Pero yo creo que hoy tenemos los pilares, tenemos la base, que nos permite por lo menos estar en la mesa de conversaciones para ver si el país, a través de su política pública, decide ser un productor de combustibles sostenibles de aviación. Después hay otras oportunidades, lo que tiene que ver con la producción de los e-fuel, que también hay que ver de qué manera nos podemos insertar en esa cadena.
—¿Hay algún proyecto avanzado para producir combustible de aviación?
—Lo que se denomina el proyecto HEFA, que es el análisis que está haciendo de manera conjunta el grupo de trabajo entre el ALUR y Ancap. Es un análisis que se está dando en etapas sucesivas y recurrentes que logra ver las alternativas y la posibilidad de que Uruguay participe en esa producción. ALUR cumple determinados roles vinculados a su experiencia y Ancap cumpliría otros. Estos procesos llevan tiempo y uno tiene que ir preparando todos los insumos para que faciliten la decisión basada en datos muy robustos.
—¿Qué inversiones hay previstas para el corto o mediano plazo?
—En los últimos dos o tres años, ALUR está con una línea de base en cuanto a sus inversiones del entorno de los US$ 7 millones u US$ 8 millones anuales. Esas son las inversiones recurrentes para sostener el negocio y los procesos. Tener tres plantas industriales implica inversión permanente porque si no, generás obsolescencia. Intentamos (incrementar) la parte tecnológica, más que nada en Paysandú, que es una planta muy moderna. En Bella Unión coexisten dos realidades; una parte de una planta que viene de 1970 con infraestructuras nuevas que se hicieron en la década del 2010. La planta de producción de alcohol implica inversiones para mantenimiento de la infraestructura anterior y seguir estando en tecnologías de punta en la parte más moderna. Entonces esas son como líneas de base de inversiones que tenemos en el entorno de los US$ 8 millones o US$ 9 millones. También están las inversiones hacia lo estratégico. Vamos hacia la producción de combustibles sostenibles de aviación, cuál sería el rol de ALUR en ese tema, qué inversiones hay que hacer. Tenemos, informes y procesos comenzados, pero no me animaría a decir los números porque en realidad son decisiones que hay que ir trabajando y tomándolas de manera conjunta con Ancap, pero que además tienen que ver con una visión de política pública.
—¿Cómo está ALUR en materia de empleo?
—La planta de Paysandú es una planta con altos niveles de automatización y desde el inicio allí trabaja en el entorno de las 80 personas. En el periodo de zafra en Bella Unión tenemos entre 500 y 600 trabajadores dentro del ingenio pero además hay que entender que por las características de la cadena agroindustrial emplea de manera directa entre 3.000 a 3.500 personas.
—El gobierno pasado eliminó la mezcla de biodiesel y gasoil, ¿cree que se puede revertir?
—Por un lado el bioetanol, hoy estamos en un 8,5% que es lo que reconoce Ursea a Ancap en cuanto al precio de mezcla de etanol, pero Ancap está mezclando 9,8% de etanol en las naftas. Eso se debe a que a ellos les interesa mezclar un poquito más y además les genera algunas ventajas a nivel de la producción dentro de la refinería. Vamos a estar manteniendo ese porcentaje de mezcla de etanol en las naftas. En biodiesel, hoy no estamos mezclando. Siempre digo, e insisto mucho con esto, de que no es ALUR quien tiene que decidir mezclar. Nuestro rol es brindar todos los elementos de juicio. Esto tiene que ver con el incremento del precio del gasoil, si se mezcla, pero también ver el panorama completo: las ventajas desde el punto de vista ambiental, social, el impacto de esta cadena, el poder sostener las operaciones hacia el futuro. Entonces sí, es verdad que armé un grupo de trabajo que busca generar un documento que en cinco o seis meses podamos entregar a los tomadores de decisión para que ellos analicen si vale la pena volver a mezclar o no. Pensamos que se abre una ventana de oportunidad a partir del año 2027 para volver a mezclar. Está relacionado con que a partir del contrato de molienda que tenemos con Cousa, habría una reducción en nuestros costos de producción de biodiesel.
—¿Piensan seguir trabajando con Cousa?
—Es parte de lo que vamos a tener que terminar de definir el año que viene, pero el contrato que tenemos hoy es hasta el 2029. Tiene que estar sostenido porque el negocio que haga ALUR tenga determinado punto de equilibrio. (El proyecto de mezclar biodiesel) es independiente porque tenemos varios escenarios. Si a eso le agregás la molienda para la producción de biodiesel, primero tenés un efecto de dilución de costos fijos que te favorece en precios, y además le das una estabilidad a este otro negocio. No significa que dejemos de hacer esto por hacer lo otro. Está bueno lograr complementariedades y también una base que obviamente también nos da más comodidad.
—Uno de los grandes objetivos de ALUR es reducir gastos. ¿Por dónde se piensa ir para transitar ese camino?
—Uno de los objetivos estratégicos es funcionar como plataforma de despegue de la bioeconomía y el otro tiene que ver con el impacto social que genera el proyecto en Bella Unión. Cómo lograr maximizar ese impacto social y lograr mejores condiciones de derrame y el tercer objetivo estratégico es ir hacia una excelencia operacional. La reducción de costos para nosotros es importante en la producción de etanol o de biocombustible. A través de la paramétrica de precio con Ancap se ve reflejado en una reducción del precio de venta de nuestros biocombustibles a Ancap que después se puede ver reflejado en un paso subsiguiente, en un combustible más barato para la sociedad uruguaya. Lo he puesto como uno de los temas más importantes. Nuestro desvelo debería ser trabajar 100% costo eficiente.
—¿Hay alguna proyección de cuánto se piensa reducir?
—Te soy sincero, no, porque es parte de lo que yo he pedido y ahora justo estamos cerrando los objetivos 2026. Nuestras cadenas tienen cierta rigidez. Paysandú es una planta que ya es muy eficiente, entonces ir a hacer una reducción de costos es complejo, seguramente allí las alternativas tienen que ver con la compra de materia prima. Compramos maíz a un precio de referencia más un plus, pero creo que hay oportunidades menores, pero hay que salir a buscarlas todas. En Bella Unión también hay mucha rigidez por costo de materia prima, el costo de materia prima en la caña se establece a través de un acuerdo de precios con los productores, pero hay un montón de servicios, por ejemplo el tema riego o fletes, donde yo creo que hay que ir viendo punto a punto donde están esas oportunidades de mejora.
—¿Qué otros proyectos hay para ALUR en 2026?
—Algo relevante es el tema de la incorporación de materias primas. Si bien a veces no se ve pero por ejemplo ALUR ha tenido ya un papel muy protagónico en el avance de la canola en Uruguay. A partir de su plan canola, que empezó hace años, el cultivo ha ido entrando en el país y hoy se ha consolidado como un alternativo. Pensamos que ALUR también puede ayudar a que haya nuevos cultivos, vinculados a la mirada de cultivos que no compiten con la producción de alimentos. Ahí está la camelina o carinata, que son cultivos oleaginosos que no compiten con alimentos que el mercado europeo sobre todo busca a la hora de comprar. Tenemos una línea de trabajo de ir hacia el desarrollo de esas oportunidades de cultivos alternativos.
—¿Cree que ALUR está siendo un tema político?
—Ya conocía la empresa y entonces uno sabe las implicancias que tiene el proyecto por ejemplo en la región norte del país. Bella Unión vibra con la caña de azúcar. Entonces eso genera posiciones, a mi no me llama la atención. Si vamos más a lo político partidario, creo que hoy también hay cierta ventaja, porque pasaron distintas administraciones y el corazón del proyecto se mantuvo.
—¿Cómo maneja las críticas a la eficiencia?
—Hay una Conferencia de Naciones Unidas (COP) en Brasil que es un actor relevante en los biocombustibles. Tuvimos reuniones a nivel de una plataforma interregional y yo decía que es una buena oportunidad para que los biocombustibles vuelvan a estar en la agenda pública y global cuando hablamos de compromisos climáticos. Creo que los biocombustibles en un momento estuvieron y después por diferentes motivos o intereses de otros países no estuvieron tanto. Estamos hablando de dinámicas globales, que creo que hay que aprovechar. Este año la COP en Brasil es una buena oportunidad para que los biocombustibles vuelvan a estar en la agenda y se vuelvan a ver como una herramienta efectiva de mitigación para que, al mezclar con los combustibles fósiles, reduzcan la huella ambiental. Ojalá que la próxima COP nos ayude a que haya cierta centralidad en el tema. Estamos coordinados con Ancap intentando entender las tendencias, hacia dónde va el mundo, qué oportunidades hay, eso es permanente.
Hidrógeno verde y la mayor inversión de la historia
—¿En qué situación está el proyecto de HIF Global, que sería la mayor inversión extranjera en la historia de Uruguay?
—Nosotros con la empresa HIF tenemos un acuerdo, un acuerdo que establece tres puntos principales. Una es que HIF iba a desarrollar la ingeniería de detalle de las instalaciones que necesita ALUR para poder captar el CO2 y.transferirlo a HIF. Hay que entender acá que ALUR es un proveedor de una materia prima, el dióxido de carbono. Esa materia prima que después HIF utiliza la mezcla con la molécula de hidrógeno y genera el metanol. Entonces ese es nuestro rol, proveer ese dióxido de carbono. Para eso el CO2 de fermentación del etanol hay que capturarlo y que pueda pasar desde nuestras instalaciones hacia la de HIF y eso lleva a la ingeniería. Entonces, ese desarrollo de ingeniería parte de lo que se establece en el acuerdo que se va a realizar. Después también las partes se tienen que sentar a negociar un contrato de suministro del CO2 y después se establece un plazo en el cual la empresa puede decidir llevar adelante o no la inversión o el proyecto, que es sumamente ambicioso. En eso estamos, ajustando cuestiones de fechas, de plazos, que quizás por diferentes motivos hay algunos delays, pero estamos en ese proceso nosotros con HIF. Después hay un proceso que la empresa está llevando adelante, tanto a nivel con las distintas instituciones de gobierno, pero también ellos mismos, de ver si la inversión realmente se puede realizar o no.
—Da la impresión que el proyecto está pausado.
—A ver, nosotros estamos en conversaciones con la empresa. Al menos desde que asumí yo, tuvimos varias instancias de conversaciones y todo lo que hemos venido haciendo hasta el momento siempre fue de común acuerdo. Hay otro montón de temas que va mucho más allá de nuestro rol y seguramente ahí se pueda preguntar a la empresa o a nivel del Poder Ejecutivo.
—¿Cómo participó ALUR en los cambios del proyecto?
—Eso puede llegar a explicar la revisión de algunos plazos pero lo importante es que la empresa hizo un rediseño. Eso está siendo ahora considerado por la Dinacea (Dirección Nacional de Calidad y Evaluación Ambiental). Escapa un poco a lo que es ALUR. Para nosotros, como proveedores de la materia prima, las instalaciones de HIF tienen que tener determinada cercanía a nuestra planta.
—Ancap evalúa participar del proyecto a través de una asociación estratégica diferente. ¿Qué oportunidades hay para ALUR?
–Zapatero a sus zapatos, yo te voy a hablar por ALUR porque es el rol institucional que me toca cumplir. Somos muchos actores. Toda la parte ambiental tiene que ver con la Dinacea. Ancap podrá tener o no sus intereses. UTE juega un rol fundamental. El Ministerio de Economía y Finanzas, ni que hablar. Desde ALUR estamos negociando el contrato de suministro del CO2, que es una materia prima que HIF requiere para producir su producto.
—¿Cree que este también se volvió un tema político?
—Estos proyectos son complejos. Hay que entender que llevan su tiempo y negociaciones. Estamos en un proyecto complejo, en un mundo volátil donde también cuando se habla de transición energética muchas veces somos rehenes de decisiones que se toman en otros países de cómo van las políticas energéticas en Europa, Estados Unidos y China. Yo entiendo así estos procesos. ¿Hace cuánto tiempo venimos hablando de transición energética? Se han logrado muchas cosas, seguramente muchas menos de las que en algún momento pensamos que se iban a poder lograr a esta altura. Es natural, yo lo veo como un proceso natural.
