Mathías FerreiraA paso firme contra el plástico: caminó 15.000 kilómetros limpiando playas y ahora va por más

Mathías Ferreira ya caminó desde Uruguay hasta Bahía para concientiza sobre la contaminación plástica. Su próxima aventura es ir hasta el sur argentino.

"Sí, estoy muy loco yo…”. Mathías Ferreira(27) ya sabe lo que le van a decir cuando cuenta su próximo proyecto, porque es lo mismo que le decían cuando hablaba del anterior. Ya caminó 15.000 kilómetros: desde Balneario Camboriú (Brasil) hasta Colonia del Sacramento, de regreso hasta San Luis, en Maranhão, y vuelta a la ciudad histórica.

¿El total? Unos 15.000 kilómetros. “Mi deseo es completar los 30.000 kilómetros y marcar un récord mundial”, dijo a Domingo.

Por eso, el 13 de este mes planea salir a pie desde el Chuy hasta Colonia, esperar que pase el invierno en Florida y luego retomar la caminata por todo el litoral, cruzar a Argentina y descender hasta Comodoro Rivadavia, en la provincia de Chubut, bien al sur.

Pero Mathías no solo camina por caminar: lo hace para limpiar las playas -lleva rastrilladas más de 600 playas del Río de la Plata y del océano Atlántico, y ha recogido unas 5,5 toneladas de residuos- y para generar conciencia sobre el consumo y los desechos plásticos. Sabe que esa advertencia es mundial. “Si me dan las piernas, quizás sigo hasta Ushuaia”, promete.

Lo que fue y lo que será.
Ahora Mathías está en Maldonado -es oriundo de Cerro Largo, pero hace casi una década que vivía en Brasil- y hace base para lo que viene. Ha estado entrenando porque, si algo aprendió de la primera travesía, es que caminar entre 60 y 70 kilómetros por día, bajo el sol y cargando varios kilos de peso, pasa factura. Adelgazó 25 kilos, sufrió una úlcera en el estómago y fuertes dolores de espalda. Hubo noches en las que durmió en la playa y días en los que no pudo llevarse un bocado a la boca.

“Me agacho y me estalla toda la columna. Es el precio que uno paga por querer cambiar el mundo”, bromea (a medias).

El último año lo pasó en Bahía, no solo para ganar dinero, sino también para recuperarse físicamente. No quiere repetir los mismos errores cuando avance hacia la Patagonia, donde hay menos ciudades en el camino -y, por lo tanto, menos oportunidades para refugiarse- y el clima es más frío.

Así que el plan es el siguiente: el viernes 13 saldrá desde el Chuy hacia Carmelo. Por carretera son unos 585 kilómetros, pero calcula que, siempre yendo por la costa y haciendo diversas acciones de limpieza y visitas a escuelas, serán alrededor de 1.000 kilómetros. Calcula que esta parte le llevará dos semanas.

En las escuelas, además de dar charlas, enseñará un método de reciclaje que ha estado refinando con el plástico recolectado, con el que fabrica tablas de handsurf.

DE TAPITA A TABLAS DE HANDSURF: OTRA VIDA
En más de 600 playas y con 5,5 toneladas de residuos recolectadas, lo que más encontraba Mathías Ferreira eran tapitas, botellas, pajitas, palitos de chupetín, colillas de cigarro y, por supuesto, “muchos microplásticos”, es decir, trozos de plástico de entre una micra y cinco milímetros.

Si bien el caminante recoge todo lo que ve, ciertos materiales son ideales para reciclar y transformarlos en nuevos productos. En particular, les da nueva vida a las tapitas, que suelen estar fabricadas con polipropileno (PP) o polietileno de alta densidad (HDPE). El primero está presente en envases de yogur, pajitas, pañales desechables y utensilios de cocina; el otro, en frascos de champú, recipientes para margarina, juguetes y bidones. “Con ellos hago tablas de handsurf para vender. Selecciono los plásticos, los limpio, los trituro y les aplico una fusión con calor que los transforma en otros objetos”, cuenta a Domingo.

Cada año se vierten en el medio ambiente unos 52 millones de toneladas de productos plásticos, unos desechos que, colocados en línea, darían la vuelta al mundo más de 1.500 veces, según un estudio publicado el año pasado en la revista Nature. El artículo concluye que las principales vías de contaminación plástica en el mundo son la basura no recogida y la quema al aire libre de estos residuos, una práctica que supone una grave amenaza para la salud humana.

La espera en Florida no es caprichosa. Ahí lo espera un empleo en una agencia de viajes con la que realizará algunas actividades ambientales. La idea es juntar fondos, mientras busca patrocinadores.

Para enero de 2026 tiene previsto regresar a Colonia y desde allí volver a poner un pie frente al otro, recorriendo todo el litoral. Luego cruzará a Argentina y caminará durante un tiempo que calcula en unos dos años, hasta llegar a Comodoro Rivadavia.

Re-evolución.
Este proyecto, al que ha llamado “Re-evolución”, lo realiza en solitario: Mathías camina solo. No obstante, le satisface que lo acompañen turistas, vecinos o activistas locales. Varias ONG se han sumado y replicado la iniciativa.

Si usted está por alguna playa y se cruza con un enmascarado, ese es él. Desde el primer día de caminata, allá por 2020, en los primeros meses de la pandemia, se coloca una vieja máscara de gas para llamar la atención sobre el problema ambiental que significa la polución por plásticos. Aclara la fecha porque ya le han preguntado si se inspiró en El Eternauta, pero él lleva el dispositivo tatuado en el brazo desde los 14 años.

“Aprendí que las personas comen por lo que ven y por lo que escuchan. Entonces, la vi como una herramienta para generar conciencia ambiental. Me he parado en la playa mirando a alguien que tiró basura y siente el impacto”, cuenta.

Dice que, en el camino, ha visto “crímenes ambientales”, especialmente en Brasil, porque, en comparación, cree que las playas uruguayas están mucho más limpias. El peor caso lo encontró en Itacaré, en el sur del estado de Bahía. En lugar de la postal de playas tropicales que se ve en internet, se topó con un paisaje de unos 10 kilómetros repletos de residuos, sin que se pudiera ver un grano de arena. “Había mucha basura, y mucha de ella era muy antigua”, cuenta a Domingo.

Allí encontró el residuo más viejo que recuerda: un tubo de pasta dental Colgate de 1976. En Uruguay, el “hallazgo arqueológico” que más le impactó fue un sachet de leche de Conaprole usado hace unos 50 años, que recogió en Atlántida. Y como todos los océanos están conectados, también levantó basura proveniente de 29 países diferentes, entre ellos, Singapur, Dubái, Grecia, Irlanda y Australia.

Mathías Ferreira resume su experiencia y su anhelo con la convicción de quien ha visto y tocado la basura que otros ignoran: “Es un problema muchísimo más grande de lo que imaginamos. Necesitamos una verdadera evolución con respeto a la naturaleza. Si no, no va a cambiar esta realidad. Yo lo intento por todos lados”.

Diario EL PAIS -Montevideo - URUGUAY - 09 Junio 2025