Opinión-Por Ing. Agr. MBA Nicolás Lussich
En marcha y en repecho
Los agronegocios siguen dinámicos, con escenarios distintos según el rubro. Ganadería y lechería aprovechan muy buenos precios; los granos tienen mayores desafíos. El riesgo del voluntarismo y el necesario foco en la competitividad.Las exportaciones del Uruguay siguen mostrando aumentos interanuales, con el habitual protagonismo de los agronegocios.
Sigue afirmándose el notable momento de las exportaciones cárnicas, que tomadas en conjunto y sumando subproductos y ganado en pie, ya superan los US$ 2.000 millones en los primeros 7 meses del año (cuadro). Le siguen las exportaciones del sector forestal, que superan los US$ 1.500 millones y las de granos, que suman casi esa misma cifra.
El sector cárnico está atravesando un inédito momento de mercado, fundamentado en una situación de precios muy firmes tanto en EEUU como en Europa. Los sacudones que ha implicado (y seguirá implicando) la guerra comercial de Trump (con Brasil como uno de sus recientes objetivos) impone la cautela; pero todo indica que Uruguay se está posicionando bien y aprovechando las oportunidades. Claro que mejor sería la situación si tuviéramos cuotas más amplias y menos aranceles, tanto en EEUU como en la UE, pero ya conocemos las restricciones que enfrenta el país en términos comerciales.
En el caso de la producción de granos, el notable empuje que las producciones récord de soja, arroz y maíz le está dando a la actividad económica en general (cosechas, fletes, servicios), queda deslucido en las cifras de exportación por la caída en los precios respecto al año pasado. En efecto, las ventas de soja -aún con una cosecha mayor- todavía no alcanzan las del año pasado, aunque aún resta comercializar una parte importante de la zafra. El precio FOB se mueve en el rango de 380 a 390 US$/ton, un descenso de algo más de 10% respecto al 2024. De todas maneras, se espera que los volúmenes sigan creciendo en los próximos meses y se cierre una zafra con aumento en el monto global de exportaciones.Esta semana hubo un bienvenido empuje en el precio de la soja en Chicago, por la reducción en la proyección de cosecha en EEUU y cierto optimismo por un posible acercamiento entre China y EEUU, que aún no se concreta. El mercado local reaccionó y la Cámara Mercantil informó precios de hasta 375 US$/ton por la soja disponible puesta, un valor que puede resultar más atractivo para concretar más ventas, en una zafra que viene demorada por la expectativa que tenían los productores de mejores precios.
Además, Uruguay está enfrentando problemas comerciales en la oleaginosa. Por un lado, los costos adicionales que implica no poder salir con barcos completos desde un puerto: los buques con soja Uruguaya que salen desde Nueva Palmira tienen que completar en Montevideo o en algún puerto argentino, por las limitaciones de los canales. A su vez, problemas previos de calidad en las cosechas (humedad, proteína) han generado antecedentes que juegan en contra y se incorporan descuentos respecto a otros orígenes, algo que el sector deberá trabajar para ir superando.
Mientras, las compras chinas se han concentrado en Brasil, que está aprovechando la circunstancia colocando su gigantesca cosecha a todo ritmo y a precios destacados en comparación con otros orígenes. De tal manera que la diferencia con el FOB uruguayo ha crecido y pasó los 40 US$/ton (cuando lo habitual no era mucho más de 10 US$/ton). La demanda china por la oleaginosa (al decidir no comprar en EEUU) también ha sacudido el mercado argentino, con un aumento en las exportaciones de grano de soja y una caída en las exportaciones de harina y aceite de soja (un momento de tensión para el complejo industrial oleaginoso vecino, el mayor del mundo).
El caso del arroz tiene similitudes, con una baja en los precios aún mayor, porque el año pasado fueron récord. Las ventas se hacían a precios cercanos a 650 US$/ton, hoy están por debajo de 500 US$/ton. El sector aprieta el acelerador para colocar al mayor ritmo posible sin resignar demasiado en precio. Se han hecho algunos negocios interesantes (por ejemplo con Turquía), en un sector que ha logrado diversificar mercados, aunque persiste la tendencia a mayores ventas de arroz paddy (cáscara); un desafío para los molinos.
El caso del maíz es distinto y está en su mejor momento productivo, en la larga historia de la agricultura uruguaya. Con rendimientos notables y producción récord, los precios son muy buenos y la rentabilidad del cultivo ha sido alta en la gran mayoría de los productores. La tracción del consumo de la ganadería, la lechería y la avicultura, elevan el valor de este grano y lo ponen cerca de la paridad de importación; además, muchos productores venden en negocios con fletes cortos, relativamente cercanos a feedlots y tambos, lo que también hace a la rentabilidad, tanto del vendedor como del comprador. Aún con la gran producción local, hay importaciones y los productores están estoqueando para seguir con disponibilidad hasta entrado el año que viene.
Y las perspectivas son positivas. Los precios internacionales de los lácteos siguen firmes. Los problemas de algunas plantas industriales (mediana y chicas) tienen más que ver con los temas laborales y costos interno, escala, que con la situación de la base productiva. En el caso de la producción de carne el escenario, como describimos líneas arriba, es dinámico y positivo. Sin embargo, parecería que nos queremos generar problemas propios.
Ideas peregrinas
Hace unas semanas titulamos el análisis del sector cárnico: si anda bien, no lo arregles. Pues el sector sigue andando bien, con buenos precios y buena faena, más allá de dificultades de algunas plantas y circunstancias de mercado que son siempre dinámicas. Los últimos datos del Novillo Tipo de INAC lo ponen en niveles récord de los últimos años, y apenas 100 US$/ton debajo de los máximos históricos de 2022 (gráfica). El traslado del precio final de los productos de los frigoríficos al precio del ganado es claro; en julio, último dato, el margen bruto industrial es apenas 16%.
En este contexto, no solo parece no querer morir del todo la idea de limitar la exportación en pie, sino que se suman otras de dudoso aporte y muy polémicas, como la del senador Sergio Botana de impedir que los frigoríficos tengan feed lots. Es una idea importada de EEUU (donde tampoco es claro que haya andado bien) y que sería de dudoso beneficio. La integración vertical es un atractivo gravitante en cualquier proceso, si es que genera valor ahorrando costos de transacción, mejorando el producto y la colocación final.
Es cierto que los productores vislumbran que algunas plantas apelan a la faena de sus feedlots para regular su demanda en el mercado de ganado de campo, algo legítimo si se hace en buena ley y sin maniobras espurias (hay legislación para defender la competencia e impedir el uso de posiciones dominantes); porque también -se menciona menos- la demanda de los feedlots (de frigorífico y el resto) ha sido clave para valorar las categorías de recría y hacer más eficientes los pastoreos, y con ello a todas la producción y al rodeo bovino.En definitiva, estas iniciativas políticas parecen más basadas en el voluntarismo y el activismo político (“algo hay que hacer”); pero pueden destruir valor y riqueza, justo lo contrario de lo que -en el discurso- se pretende.
Los conductores y representantes políticos tienen hoy una tarea mucho más importante, urgente y difícil: mejorar las cuentas del Estado en una discusión presupuestal que promete ser intensa: el déficit fiscal supera el 4,5% del PIB y es insostenible. Hay que corregirlo para mantener el grado inversor y afirmar la buena posición financiera del país. Si se pretende una economía más dinámica y competitiva, hay que controlar el gasto y mejorar su calidad. Es la mejor manera de impulsar los agronegocios y a toda la actividad.