forestalUna chispa que no se apaga

María Neyeloff nació en Argentina, pero se siente tan uruguaya como el paisaje que la rodea cada mañana en Fray Bentos. Creció en el interior del país, estudió ingeniería química en Montevideo y desde hace 12 años trabaja en una planta de celulosa a la que ingresó como parte de un programa para jóvenes profesionales. Hoy, ya como ingeniera de producción, su deseo por aprender y aportar se mantiene más vivo que nunca.

Por Elisa Juambeltz

La alarma de María Neyeloff suena todos los días cuando todavía es de noche. A las 5:45 a. m. se levanta rápido y aprovecha a leer las noticias en redes sociales, “como para estar actualizada de lo que sucede”, dice. Mira en su celular cómo está el clima y se viste con ropa deportiva. Carga su botellita con agua, estira los músculos y, sin auriculares, sale corriendo hacia la planta de celulosa de UPM ubicada en Fray Bentos, Río Negro, a 12 kilómetros de su casa.

María tiene 34 años, es entrerriana pero se siente uruguaya. Creció de este lado del río. Llegó a Uruguay cuando tenía menos de dos años y se instaló en los Cerros de San Juan junto a su familia. Al poco tiempo se mudaron a Cardona. Allí hizo la escuela y el liceo y, a los 18 años se fue a vivir a Montevideo, donde ya estaba su hermano ‒un año mayor‒ que estudiaba ingeniería.

Su camino fue por el mismo lado: María estudió Ingeniería Química en la Universidad de la República (UdelaR). “Fue difícil elegir qué estudiar porque todo me interesaba. Pensé en hacer arquitectura y agronomía, pero elegí ingeniería química por la variedad de ámbitos en los que podía aplicar mis conocimientos”, dice. Poco tiempo después de comenzar los estudios terciarios se dio cuenta de que la elección había sido la correcta. “Me encantó la carrera”, asegura.

Fue en tercer año de facultad cuando María comenzó a trabajar en Cardona los viernes y sábados como profesora de Química en el liceo y en la Escuela Técnica Superior de la ciudad. “Siempre fui una persona de volver al interior, entonces esta primera experiencia laboral me servía, porque los jueves o los viernes de tarde me volvía para Cardona”, recuerda.

PASO A PASO

Hoy, Neyeloff es ingeniera de producción en UPM Fray Bentos, rol que cumple desde junio de 2020. Este era un cargo que estaba presente en la compañía en Finlandia, pero que todavía no había llegado a las plantas que tiene la empresa en el país y que comenzó con su designación. Hoy, María se encarga principalmente del proceso industrial de la Línea de Fibra y tiene un colega dedicado al área de Recuperación.

Pero su camino en la empresa empezó hace más de doce años, cuando todavía era estudiante de ingeniería química. Después de haber trabajado como profesora en Cardona, empezó a pensar en nuevos horizontes para su carrera. Antes de recibir se, y con el aliento de su padre, se presentó a un llamado para técnico de planta en Montes del Plata, cuando todavía era un proyecto. Si bien ese proceso no prosperó, desde la consultora de recursos huma nos le ofrecieron avanzar en un llamado para UPM, con características similares.

“¿Pero UPM no está funcionando ya?”, preguntó María, pensando que no podrían tomarla por ser estudiante todavía. “Sí, pero abren llamados”, le explicaron desde la consultora. La siguiente semana tuvo una primera entrevista, avanzó a la siguiente etapa e ingresó a la compañía en el año 2012. “Me acuerdo que les dije a mis compañeros de facultad: ‘La semana que viene empiezo a trabajar en el interior’”, y así, sin más, armó sus cosas y se mudó a la localidad de Los Arrayanes, con 21 años.

María ingresó a la compañía a través de un Programa para Jóvenes Profesionales. “Éramos 12 compañeros con perfiles técnicos diferentes, la mayoría estudiantes. Durante un año hicimos una capacitación teórico-práctica, y al finalizar esa etapa me ofrecieron quedarme efectiva. Me encantó, así que no lo dudé”, cuenta. Durante esa primera etapa, María estaba terminando sus estudios universitarios y la empresa le ofrecía flexibilidad para ir a Montevideo cuando lo necesitaba.

Una vez recibida, se radicó del todo en Los Arrayanes, por donde la pasaba a buscar un ómnibus que iba desde Mercedes hacia la planta en Fray Bentos. Vivió allí durante diez años, en los que transitó un camino de crecimiento en la empresa. Después de un año en el rol de técnica de planta, María se presentó a un llamado interno para trainee de jefe de turno ‒que es quien coordina las actividades de planta y maneja balances‒. Fue elegida y se mantuvo como trainee hasta que se liberó un espacio como jefa de turno, rol que ocupó hasta 2020.

“Como jefa de turno aprendí mucho de gestión, de balance de planta y de la interrelación entre las áreas. Pero además, esa experiencia me aportó mucho a nivel personal y humano. Llegó un momento en el que fui jefa de chicos que me habían enseñado cosas a mí cuando yo era trainee, entonces el vínculo fue siempre desde el aprendizaje y las preguntas a ellos, que son quienes tienen la verdadera experiencia. Fue una relación muy sana”, reflexiona la ingeniera.

APRENDER TODOS LOS DÍAS

El rol que ocupa actualmente como ingeniera de Producción en la planta de Fray Bentos le permite estar vinculada con el ciclo completo de producción. “Aprendo mucho de todo el proceso y soy consciente del impacto que tienen las decisiones que se toman desde el mejoramiento genético en el producto final que puede ver el cliente, tal vez desde China, al fabricar una etiqueta para una botella”, explica María.

En su rol, ella trabaja en contacto directo con los encargados de la producción, pero también con el Laboratorio de Innovación y Desarrollo para evaluar proyectos a largo plazo de mejora y optimización de procesos que afectan a diferentes partes de la cadena forestal.

Una vez que llega a la planta y termina su corrida diaria, María estira en el gimnasio que tienen allí mismo, se cambia y sube hasta su oficina para empezar su jornada laboral, a las ocho de la mañana. “Lo primero que hago es fijarme qué pasó el día anterior, veo si hay algo urgente que atacar y si no, ordeno en mi agenda las prioridades para el resto del día”, cuenta.

A las 8:20 todas las áreas de la planta participan de la morning meeting, un espacio para ponerse al día sobre las actividades de cada uno. En conjunto, se evalúa si hay algo importante a tener en cuenta ‒por ejemplo, sobre la energía de la red, alguna “parada” planificada o algo que se haya roto y en lo que se esté trabajando en ese momento.

“A mí la forestación me cambió la vida significativamente. Fue mi primer trabajo aplicado como ingeniera química y sigo acá, copada”.

Si todo está bien, la reunión avanza para revisar cómo está la línea de producción y cuál es el “cuello de botella” para enfocarse en ello. Con esa información, María vuelve a su escritorio y sigue su jornada con lo pautado en la agenda. “Siempre hay proyectos que van avanzando día a día, hay temas que vemos en coordinación con el supervisor del área de Línea de Fibra o con los técnicos de planta, que son quienes tienen la mirada más práctica de las cosas”, explica Neyeloff.

María también integra el equipo de Eficiencia Energética de la planta, que es transversal a toda la empresa y que tiene como objetivo mejorar la eficiencia energética de los distintos procesos que suceden y aportar para lograr una industria más sostenible. “Entre todo eso me entretengo”, asegura la ingeniera, que habla con pasión de sus tareas.

SALIR DE LA ZONA DE CONFORT

Su trabajo es demandante y dinámico. Los de safíos están a la orden del día y la forestación es un sector que constantemente presenta actualizaciones y novedades. “Disfruto mucho de lo que hago y trato de poner siempre buena energía. A veces, no tiene que ver solo con hacer lo que a uno le gusta, sino también con intentar que a uno le guste lo que hace”, dice.

Por eso le cuesta identificar algo que no le atraiga de su cotidianidad laboral. Tras pensarlo por unos segundos, explica que ‒si tuviera que elegir una cosa‒ diría que lo que menos le gusta son las actividades rutinarias porque valora mucho todo lo que la hace salir de su zona de confort e ir en busca de cambios. Sin embargo, entiende que esas tareas son parte del rol y no empañan sus jornadas.

Lo que más le atrae sí lo tiene claro y es, justamente, la oportunidad que le da su empleo de ver el resultado de su esfuerzo concretado en los proyectos. “Por supuesto que todo siempre es en equipo, pero saber que contribuí con mi trabajo de alguna forma en algo que después se pone en práctica me llena de satisfacción y me impulsa a seguir mejorando”, confiesa.

La mayor parte de esos procesos de trabajo son complejos, merecen máxima atención e invitan a pensar “fuera de la caja” para encontrar nuevas soluciones. “Lograr la comprensión y la comunicación de todos los eslabones comprometidos en el proceso de trabajo es desafiante, pero tenemos una cadena de valor muy rica y todos, desde su puesto, hacen lo mejor”, cuenta María.

Hasta ahora, dice que no ha tenido tiempo de aburrirse en su trabajo. Los distintos roles y desafíos que ha afrontado la mantienen comprometida y entusiasmada. Además, agrega que “aunque todos estamos enfocados en el día a día, cuando vemos el proceso a nivel global y todo lo que está implicado, nos presiona y genera orgullo”.

DESPUÉS DE LAS 17

La jornada laboral de María termina a las 17:00, cuando regresa a su casa en bicicleta, corriendo o en algún vehículo de la empresa o de sus compañeros. Una vez bañada, Neyeloff entra en otro rol: el de estudiante. Actualmente está cursando la Maestría en Celulosa y Papel de la UdelaR, en formato online. Es la segunda maestría que cursa. La primera fue en Ingeniería en la Energía, en la misma universidad.

Después de culminar esa primera especialidad, sintió que tenía que seguir estudiando para consolidar sus conocimientos. Actualmente está terminando de cursar la parte curricular y tiene clases tres días a la semana en la tardecita. “Somos entre 12 y 16 personas, muchos del rubro”, cuenta. “Empecé como alumna, pero en algunas materias presento cosas, más que nada por la experiencia en la práctica, que es lo que yo puedo aportar”, agrega.

El año que viene tiene pensado trabajar en la tesis de su maestría para finalizar esta etapa, aunque reconoce que le encanta seguir estudiando y que, en el sector forestal, siempre hay más y nuevas cosas por aprender. Así, pues, está convencida de la importancia de mantenerse actualizada.

AL AIRE LIBRE

Hace dos años María se mudó a Fray Bentos, pero no lo hizo sola sino con su pareja, quien también es ingeniero forestal y trabaja en la misma empresa. Se conocieron cuando ella transitó su etapa como trainee. Juntos decidieron mudarse a una chacra, en las afueras de la ciudad.

“A los dos nos encanta la naturaleza. Cada uno con lo suyo, con las plantas, la leña. Vamos a Montevideo solo en modo turista, a visitar a su familia ‒porque él es montevideano‒ o a mi hermano y su familia, que viven allá y ahora tienen una hija, mi sobrina”, explica.

En el día a día, María disfruta del aire libre. “Siempre hay cosas para hacer en casa”, asegura ella. La pareja vive en una chacra que supo ser un vivero y, si bien ya no opera comercialmente, intentan mantener la plantación. “A mí me encanta eso y siempre estoy entretenida, sacando gajitos y haciendo plantitas para regalar a mis amigos y familiares”, cuenta.

El deporte es otro de los cables a tierra en su día a día. Siempre jugó al tenis y fue al gimnasio, pero desde que se mudó a Los Arrayanes empezó a correr. No lo hacía porque sentía que se cansaba, pero se propuso mejorar poco a poco y lo logró. “Cuando empecé ponía una hora y media para ir y venir desde la planta a casa. Ahora demoro un poco más de cincuenta minutos”, dice. María corre sin música porque disfruta del entorno y de ver el amanecer mientras va a su trabajo.

ACEPTAR LAS OPORTUNIDADES

El camino recorrido es largo, pero María recién tiene 34 años. Si frena y reflexiona sobre lo transitado hasta ahora en el mundo de la forestación, reconoce que mucho de lo vivido llegó en forma de sorpresa. “Nunca había pensado en la industria forestal como un espacio para desarrollarme profesionalmente, y cuando la descubrí me deslumbró”, dice.

“Hasta hoy me acuerdo de que cuando es taba en las capacitaciones visitaba los campos y no podía creer todas las planificaciones que eran necesarias en el sector. Entendí que para que la planta de celulosa estuviera operativa en 2007, las plantaciones habían empezado más de diez años antes”, comenta. De hecho, parte de esa planificación había comenzado antes de que ella naciera, lo que le parece increíble.

“A mí la forestación me cambió la vida significativamente. Fue mi primer trabajo aplicado como ingeniera química y sigo acá, copada”, dice. “Obviamente, me queda mucho por aprender, porque hay mucho que todavía no sé del rubro, pero me encanta y, siempre que puedo, trato de ver la forma en la que cada proceso se ve de manera aplicada”, concluye.

REVISTA FORESTAL - Montevideo - URUGUAY - 30 Diciembre 2024