cuidemos las inversionesCuidemos las inversiones

Se deben cuidar las inversiones extranjeras y nacionales, con un buen clima de negocio y con reglas claras. Hay una gran pérdida de confianza empresarial provocada por la mala administración del gobierno

Aunque la inversión como porcentaje del PIB ha dejado de crecer en el país y ya no es, como debería serlo, uno de los motores del crecimiento, debe ser cuidada al máximo. De ella depende en última instancia, aunque algunos sectores políticos la desprecien como factor económico quizá por razones ideológicas y prefieran que se crezca por aumento del consumo interno, el crecimiento futuro del país.

 

Y en esto no solo hay que cuidar a la inversión extranjera sino también a la nacional, a la de pequeñas y medianas empresas como a la de las grandes, a la que va al sector agropecuario, al industrial, al inmobiliario o al turístico. Todas son necesarias. Y todas deben ser fomentadas no tanto con incentivos o subsidios directos que pueden generar distorsiones y afectar la eficiencia de misma, sino fundamentalmente con la generación de un buen clima de negocios, con reglas claras y estables en el tiempo, con una justicia independiente, con una estructura tributaria que no desincentive, con escasa burocracia, con respeto en la aplicación de la legislación sin beneficio a extranjeros o nacionales, con legislación laboral equilibrada, con apuesta a una infraestructura tecnológica, vial y logística de primer nivel, y una buen inserción internacional que no dependa de la marcha de los vecinos.

En los últimos años han habido tres grandes inversiones extranjeras (las plantas de celulosa que Uruguay defendió incluso ante amenazas claras y concretas del “hermano” gobierno kirchnerista que cortó los puentes y estuvo estudiando invadir nuestro país). Pero también hubo muchas inversiones pequeñas y medianas en el sector inmobiliario y en el agropecuario, producto de mayor estabilidad económica y menor presión fiscal.

Pero los vientos cambiaron. Las finanzas públicas se manejaron en forma desprolija en la segunda administración del FA: el gasto público creció sin control y el déficit lo hizo en forma paralela, el comercio no se abrió al mundo, la ideología predominó sobre el pragmatismo en el funcionamiento del Mercosur, y lo político estuvo por encima de lo jurídico, lo cual fue una mala señal para propios y extraños. Y para peor en el campo laboral no se logró hacer cumplir la recomendación de la OIT sobre ocupaciones y piquetes.

La mala performance de la inversión en los últimos años seguro que responde a varios factores pero entre ellos hay una clara caída de la confianza empresarial, producto de los hechos señalados anteriormente. Suba de la presión fiscal vía tarifas públicas, falta de inversión en infraestructura excepto en el campo de internet y de generación de energía aunque no en la distribución final, altos aranceles a pagar por nuestras exportaciones, desequilibrio laboral por falta de aplicación de recomendación de OIT, terminan por desanimar a cualquiera

En este estado de cosas, realmente preocupante, llama la atención el giro que ha tomado la discusión política y pública sobre la instalación de una nueva planta de celulosa por parte de la finlandesa UPM, que opera con normalidad y eficiencia la planta sobre el río Uruguay. Parece como que la izquierda da la bienvenida a los malditos capitales extranjeros, representados como un pirata con parche en el ojo, garfio en la mano y pata de palo, y la que la mayoría de la oposición, que filosóficamente es afín a fomentar la inversión extranjera, se ha plantado en una posición tremendamente recelosa, empleando hasta argumentos falaces oportunamente usados por el gobierno kirchnerista respecto del efecto ambiental.

Es verdad que la empresa finlandesa pidió varias condiciones para instalar su planta, donde además de las habituales de carácter tributario, hay algunas poco habituales, como un marco laboral especial para prevención de conflictos y evitar ocupaciones y piquetes o la necesidad de contar con un tren para enviar a puerto la celulosa. Pero, ¿quién invertiría si le pueden piquetear un tren un día sí y otro también? ¿Quién querría invertir en plantas si no tiene cómo llegar a los puertos?

Hay puntos de negociación, pero generar animosidad es jugar con fuego en lo que podría ser la mayor inversión de la historia uruguaya. Y la responsabilidad corresponde principalmente al gobierno y a la oposición. Cuando hay una obra de esta envergadura, que requiere confidencialidades en ciertos puntos, lo habitual es que el jefe del gobierno convoque al jefe de la oposición y le dé todas las explicaciones necesarias. Lamentablemente el jefe del gobierno no se habla con el jefe de la oposición, ni en público ni en privado y cuando tiene una tema importante como el presunto hallazgo de petróleo, convoca a los expresidentes, que pueden aportar mucha experiencia pero no poder real.

Por ello, bajemos la pelota al piso y pongamos algunos grados de sensatez a la discusión de esta inversión en particular pero sobre todo de toda la política de inversiones. Como país, nos va la vida.

Diario EL OBSERVADOR - Montevideo - URUGUAY - 02 febrero 2019