Nicolás LussichUn cultivo de fierro

El arroz mantiene el área y renueva dinámica comercial y productiva, con rendimientos que serán cercanos al récord. La preocupación por los costos es permanente, sobre todo este año, pero las perspectivas son alentadoras.El arroz está en la más profunda tradición agrícola del Uruguay. Sin embargo, sus particularidades hacen que merezca un análisis especial, diferenciado de la dinámica de la agricultura denominada “de secano”, la del trigo y cebada, maíz, soja.

Esto por la sencilla razón de que se hace 100% regado. Seguramente por esto los arroceros tienen este año mucho pudor en comentar su situación, con muy buenos rendimientos, dada las calamidades de sus colegas del litoral, sur y centro del territorio, a los que la sequía los ha golpeado de manera furibunda. Cabe mencionar que muchos arroceros también plantan soja en rotación en sus sistemas arroceros y la riegan, y otros la plantan en otros lugares, y saben lo que es la seca.

Las virtudes ambientales y productivas del arroz son notorias, pero tal vez poco conocidas en las urbes: buena parte del área arrocera se hace sobre suelos de productividad media a baja, suelos planos en muchos casos inundables. Esto permite el riego por inundación, con las tradicionales taipas y alcanzar altos niveles de productividad; el arroz uruguayo tiene rendimientos por hectárea de los más altos del mundo.

El crecimiento del cultivo, décadas atrás, permitió avanzar sobre otro tipo de suelos, con expansión de áreas hacia el noreste y norte, pero esencialmente el esquema se mantiene: suelos que producen mucho más de lo que lo harían con producciones “tradicionales”. Y esto sin mencionar la buena producción ganadera que se obtiene al establecerse rotaciones con pasturas, en ese ganar-ganar entre el arroz y las especies forrajeras que aportan el nitrógeno, el “descanso” al suelo y muchos kilos de carne para que luego el arroz vuelva a rendir sobre esas chacras.

Como en cualquier sector de la economía, todo esto requiere altos niveles de inversión. En el caso del arroz, establecer los sistemas de riego implica muchos cientos de dólares por hectárea, y luego el costo anual de la energía y mantenimiento de dichos sistemas, además de todos los costos del cultivo en sí mismo. Para plantar una hectárea de arroz se precisan más de U$S 2.000 de costo efectivo. Con un área que supera las 150,000 hectáreas, la cuenta gruesa da una inversión anual de -por lo menos- 300 millones de dólares. Y esto solo en las chacras.

Cosecha y después
Este año el rendimiento estará muy cerca del récord del 2021, cuando se llegó a 9.500 kg/ha. Así, el arroz confirma su permanente avance en productividad, fundamentado en los avances genéticos (con el rol clave del INIA), la aplicación de insumos y la mayor eficiencia en maquinaria y manejo. La sequía golpeó a algunos productores de la zona este, que quedaron sin reserva suficiente para regar toda el área, y algunas chacras se perdieron. Pero es un porcentaje bajo del total. Cuando falta agua, el sector lo puede vislumbrar previamente en las reservas y el área se reduce, en decisiones que se toman antes, en la siembra.

La nueva cosecha transcurre con la anterior ya 100% vendida, lo cual es una muy buena noticia para la cadena arrocera. La referencia principal de mercado es el Precio Convenio entre productores y molinos, un singular acuerdo institucional con virtudes y defectos, pero que apunta al desarrollo del sector en el largo plazo, cosa que notoriamente ha logrado. En la última zafra la industria optó por comenzar a vender de manera firme, a precios que no eran tan atractivos y a pesar de que se vislumbraba una tendencia alcista en los meses subsiguientes. El precio efectivamente subió, pero ya con una parte importante de la cosecha vendida, lo que ha suscitado ciertas polémicas en el rubro. En efecto, sucede que el precio provisorio (11,85 U$S/bolsa incluyendo devolución de impuestos) resulta bajo para los productores, que ven que el precio regional - la referencia en Brasil- está claramente por encima, aunque con fluctuaciones (gráfica). Y para este año las aspiraciones son aún mayores, dado que la cosecha brasileña ha tenido dificultades.

En el asunto se contraponen estrategias e intereses diversos. Los industriales - Con razón- no solo cuidan obtener el mejor precio, sino también diversificar mercados en la mayor medida posible, y cumplir con clientes que son relevantes en volumen, caso de los países del Golfo Pérsico (Irak, Irán). Cuando se abre una compra desde estos lugares, el sector tiene que estar a pesar de que los precios pueden ser inferiores a lo que puede pagar Brasil en post zafra. La tensión con los productores se genera porque el esquema del precio convenio, implica un margen definido, garantizado, para la industria; de manera que todos los costos o renuncias de precio en la comercialización, le caen al productor. Claro que los productores tienen a su vez garantías de continuidad de negocio, financiamiento y otros beneficios que da esta articulación agroindustrial. Hay verdes y maduras.

Estas tensiones en el Precio Convenio explican el aumento que se ha dado en las ventas por fuera de este sistema, en exportaciones de arroz cáscara que van directamente a Brasil e incluso algún otro destino. Son casi 400.000 toneladas o más de una producción total de casi 1.400.000 toneladas. Es un obvio derecho de los productores comercializar como más les convenga, si bien resulta una luz amarilla para la molinería. Y también lo es en términos sociales: el empleo en las agroindustrias tiene promedios salariales muy superiores a los del comercio o servicio generales en cualquier localidad. Y cuando una agroindustria achica la plantilla se siente en el consumo local.

Costos y mercados
El retraso cambiario golpea particularmente al sector arrocero, en tanto exporta el 90% de la producción. Esto es especialmente negativo para los molinos, para los cuales casi 70% del costo es costo local (mano de obra, tarifas, etc.). En el caso de los productores más del 60% de los costos son en dólares, pero como el Precio Convenio tiene margen Industrial establecido, el aumento de costos en la molinería por el retraso cambiario cae en el precio al productor. Esto también puede ser parte de la explicación de la diferencia que se está dando con Brasil (gráfica).

Aún con estas dificultades, el sector mantiene una interesante dinámica de mercados y de producción. Hay ventas a Europa, a buenos precios, de arroz semielaborado (cargo) parbolizado. En Uruguay hay dos plantas de parbolizado activas, una de ellas en manos de Adecco Agro (que viene de los tiempos de Glencore) y que junto con Arrozur (la planta de propiedad conjunta de Saman, Cassarone y Coopar, que está en proceso de ampliación) son las que hacen el parbolizado en Uruguay (proceso de pre cocción, con vapor, que permite que el grano mantenga ciertos nutrientes de alto valor).

Esta dinámica comercial está condicionada por la política europea, que cobra aranceles de 65 Euros/ton por el cargo, semielaborado. Incluso recientemente bajo ese arancel a 45 Euros/ton. Pero para el arroz blanco pulido, de calidad, que produce Uruguay, el arancel sube a 200 Euros/ton. Esto porque el arroz cargo es comprado por la propia industria europea para hacerle el pulido final, manteniendo el proceso dentro de sus fronteras. Nadie regala nada.

En el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea (aún por confirmarse) está establecida una cuota de 60,000 toneladas libres de arancel para todo el Mercosur, poco volumen para la gran producción regional. Pero Uruguay tiene una interesante oportunidad si el acuerdo se confirma, dada -entre otras cosas- su buen estándar sanitario.

Finalmente, cabe mencionar los desafíos logísticos permanentes que enfrenta el sector. Con la fuerte baja que tuvo el dólar, los costos de los fletes han subido más de 25% en dólares en apenas un año. Es un impacto fuertísimo en un rubro donde el transporte es un costo central. La posibilidad de abrir vías de transporte más económicas a través de la hidrovía con Brasil (Laguna Merín), y el segundo puente en Yaguarón, que soporte camiones bitrenes de carga arrocera, sería muy importante para reducir costos en el rubro.

Las mejoras que se están haciendo en las rutas son buena noticia en este plano, a lo que habría que sumar la reactivación del tren. Si este escenario se mantiene, y las limitantes comerciales y de costos se van superando, el sector podría volver a aspirar a retomar las 200,000 hectáreas de cultivo, que supo tener algunos años atrás. Sería muy buena noticia para los productores y para el país.

Diario EL PAIS -Montevideo - URUGUAY - 05 Marzo 2023