casa maderaViviendas de madera: una opción que Uruguay sigue sin aprovechar

Aunque en Uruguay aún no está disponible la tecnología de Madera Contra Laminada (CLT), los sectores público y privado apuestan a su desarrollo como solución habitacional.
Con unos 30 años de notorio desarrollo en el país, después de la ley votada en 1987, el sector forestal uruguayo genera en la actualidad 17 mil empleos directos y 8.000 más si se toman en cuenta los indirectos, con un millón de hectáreas forestadas. Además, representa el 18% de los ingresos totales de divisas al país por concepto de exportaciones.

Sin embargo, mientras en el mundo las casas de madera se desarrollan cada día más, y a pesar de que Uruguay cuenta con un recurso forestal abundante  con un potencial muy grande –eucalipto y pino fundamentalmente– , esta alternativa que puede implicar una solución habitacional para muchos uruguayos sin una una vivienda propia se mantiene como un objetivo lejano.  Según datos de la Federación Uruguaya de Cooperativas de Viviendas por Ayuda Mutua (Fucvam), el déficit habitacional en Uruguay asciende a 88 mil viviendas y se concentra en el 20% de la población con menores recursos.

En ese marco Mevir –el Movimiento de Erradicación de la Vivienda Insalubre en el Medio Rural, organización que viene trabajando con madera hace un buen tiempo– lleva adelante un proyecto piloto para construir 25 casas a partir de ladrillos de madera.  Aunque en Uruguay aún no está disponible la tecnología de Madera Contra Laminada (CLT), y la formación con el fin de fomentar el uso de la madera con fines estructurales está bastante rezagada, tanto desde el ámbito público como privado se entiende que hay un potencial enorme a desarrollar. En este sentido, el subscretario de Vivienda, Jorge Rucks, manifestó la semana pasada que el desarrollo de la tecnología de maderas de estructuras -enchapadas y encoladas- pasa a ser importante para el uso de viviendas, pero de todas formas en Uruguay "hay que trabajar sobre la oferta y la demanda". Por su parte, para el docente de la Facultad de Ingeniería de la Udelar e integrante del grupo de Ingeniería de Procesos Forestales, Andrés Dieste, la oportunidad que presenta este insumo en el país es solo una fracción del potencial que tiene, “por lo que hay una posible tasa de crecimiento enorme a partir de que se está partiendo casi de cero”.

 

El ingeniero agrónomo explicó a El Observador que en Uruguay la madera se usa muy poco y que, a diferencia de un país como Chile, en el que en la década de 1990 también era utilizada en la misma proporción, se llevaron a cabo allí políticas públicas que multiplicaron por tres el uso del insumo.

La construcción de una vivienda de madera (con tecnología CLT) implica un proceso de industrialización en donde se arman con prensas los paneles laminados y, posteriormente a lo realizado en el taller, basta cargarlos en contenedores y montar la obra en el lugar en unos pocos días. El molde depende del diseño que se elija.

En relación a los costos, los profesionales consultados por El Observador señalaron que en lo que tiene que ver con los materiales no se puede decir que necesariamente son menores, pero lo que marca la diferencia sustancial es el tiempo requerido y la calidad.

Además de razones que tienen que ver con la economía de escala si se produjera en serie, los tiempos de obra –puede ser cinco veces menor– y los aportes al Banco de Previsión Social (BPS) por ejemplo, pueden implicar que una casa de madera cueste hasta un 25% menos que una que sea construida con materiales más tradicionales. “La rapidez de esta forma de trabajar representa una ventaja importante. Hoy en el mundo a la madera se le están empezando a dar usos mucho más complejos y demandantes”, explicó Dieste.

Otro aspecto singular es el uso de la energía requerida. Para el caso de las construcciones de madera, a diferencia de lo que puede ocurrir con un edificio de hormigón o acero, los costos energéticos para la fabricación de los materiales son mucho menos elevados, sumado a su característica mucho más liviana para el transporte.

“La madera consume niveles muy bajos y de hecho es un reservorio de energía. Lo que ocurre en los países más desarrollados es que también se tiene en cuenta la vida útil de los edificios, teniendo la madera una ventaja sobre otros insumos más pesados. Además, tiene una capacidad única de contener el dióxido de carbono”, dijo el docente.

Según Dieste, a pesar de que los cimientos de una construcción no pueden ser de madera, se trata de un material mucho más amigable con el medio ambiente y además “tiene sentido desde el punto de vista estructural”.

El presidente de la Sociedad de Productores Forestales, Carlos Faroppa, entiende que hay un volumen de madera en Uruguay que ha sido trabajada como para sacar madera de aserrado y se está trabajando en la formación de los recursos humanos.

Con un fuerte apoyo de la embajada de Canadá particularmente, explicó Faroppa, se está buscando incorporar madera al sistema constructivo dado los precios “muy competitivos”, a raíz principalmente de los menores plazos y los costos asociados que eso conlleva.

“Primero hay que conocer bien la madera que tenemos, saberla clasificar para conocer sus bondades o defectos y a partir de ahí elaborar productos nuevos que se están desarrollando en el mundo que perfectamente son aplicables a nuestra madera y condiciones de vida”, afirmó.

La semana pasada, el secretario de Transformación Productiva y Competitividad, Álvaro Ons, manifestó que es necesario fomentar la utilización de la madera nacional y la estandarización para fines estructurales.

“Siendo realistas sabemos que en muchos casos no hay condiciones hoy para que las empresas logren sortear con éxito este proceso, por lo que hay que trabajar en dos ámbitos en forma paralela. Primero brindar un régimen transitorio para facilitar la utilización de la madera nacional y apoyo a empresas para desarrollar estas capacidades. Mirando también lo internacional, el mercado nacional debe ser la base del desarrollo en esta industria y el papel del sector público en la construcción es importante para dinamizar la demanda”, comentó.

Primer edificio de tres pisos en Sudamérica
En diciembre de 2018, Enkel Group finalizó el primer edificio de tres niveles de madera con tecnología de CLT de Sudamérica en José Ignacio. Las laminas fueron importadas desde Italia porque esa tecnología aún no está disponible en Uruguay.

El emprendimiento por contratación de la cadena hotelera internacional Vik alcanza aproximadamente 1.800 metros cuadrados, se utilizaron 504 metros cúbicos de madera y llevó un plazo de seis meses de obra.

El gerente de proyectos de Enkel Group, Juan Gutiérrez, dijo a El Observador que los cinco edificios llevaron 17 días de montaje, una vez que los paneles fueron fabricados.

Gutierrez dijo a El Observador que el 47 % del dióxido de carbono que se emite en el planeta está relacionado a los procesos de construcción y el uso de la madera representa un contenedor. Explicó que por esa razón es que en la actualidad se le da tanta importancia en el mundo a la tecnología aplicada en madera, en términos de sustentabilidad y eficiencia. 

“Esta construcción en madera tiene muchas ventajas ambientales, pero también de industrialización y de procesos constructivos, como la rapidez y el control de calidad. Es un sistema favorable por donde se lo mire, por su calidad, nivel económico, asuntos ecológicos y por un tema de tiempos”, indicó Gutiérrez.

En esta linea, el profesional entiende que una casa de 100 metros cuadrados con paredes y techos incluidos puede llevar hasta un día de montaje y si se tiene en cuenta todo el proceso entre una semana y diez días. “En caso de que la producción se haga en serie perfectamente se puede tener una casa pronta cada dos o tres días”, explicó. 

Una importante promotora de la opción de las casas de madera en Uruguay es la embajadora de Canadá en el país, Joanne Frappier, quien considera a la madera como un producto abundante y ocioso en el Uruguay. Frappier trabajó en su país en el servicio canadiense del bosque y entiende que "en Uruguay la madera es un recurso que crece a la velocidad de la luz". Según explicó la diplomática, mientras en Canadá un pino demora 60 años en crecer, en Uruguay demora solo 18. "También hay que trabajar en el prejuicio que se tiene en Uruguay sobre la construcción de viviendas con madera", afirmó.

Diario EL OBSERVADOR - Montevideo - URUGUAY -  14 mayo 2019