soja fotoRojasMonocultivo de soja, siembra directa, campos lavados..., pistas de agua

Si no cambiamos la forma de producir, si no paramos la tala del monte nativo, si exigimos cada vez más al suelo, cada dos o tres años vamos a tener episodios similares, con barcos o sin barcos.
La afirmación es parte de una reflexión más profunda de un carmelitano que ya avisó que el problema de las crecidas del Arroyo de las Vacas no se solucionan de otra forma que no sea cambiando “el tapiz”, esto es el campo que actualmente nos rodea.
Se trata del ingeniero agrónomo Darío Sallé Manitto, que es claro en su postura y la ha manifestado varias veces desde EL ECO: “Esto tiene dos patas, una es la parte del cambio climático global donde Uruguay está inmerso, y que tiene que ver con temas atmosféricos, lluvias, frecuencia, intensidad, temperatura, y después la matriz que recibe todo eso, que es el terreno”.

Datos del Cambio Climático


Con datos del Panel Intergubernamental de Cambio Climático de Uruguay, de lo que era antes la Dirección Nacional de Meteorología, señaló: “dicen que en 100 años la temperatura promedio de Uruguay aumentó 0,8 es decir casi un grado. Las lluvias aumentaron un 30 por ciento, sobre todo en primavera y verano. A principios del siglo XX la caída de lluvia anual era de 1.000 milímetros y hoy está en 1.300 milímetros” dijo.
El nivel del mar creció 11 centímetros desde 1902 a 2003. “Son todos datos nuestros, de Uruguay, donde hubo en los últimos 30 años un crecimiento de la intensidad de la lluvia y de fenómenos extremos como tornados, vientos fuertes, tormentas eléctricas. Si bien se puede incidir aquí con políticas públicas, la incidencia de Uruguay es chica”.

La segunda pata
La otra pata es lo que recibe todo eso, es decir, la tierra, “que ahí sí se puede intervenir”, enfatiza, “lo que hubo aquí es un cambio drástico desde 1995 cuando se instaló el modelo productivo que promueve la plantación de soja, el glifosato, siembra directa y forestación, donde se pasó de labrar el suelo de una manera a trabajarlo con otro sistema completamente diferente”.
De hecho fue mejor porque antes se movían los suelos, se generaba erosión, explica “pero con tantos años de acumulación de siembra directa, de herbicidas, de todo ese paquete tecnológico, el suelo se compacta y por eso hoy en día lo que un suelo tendría que infiltrar de agua no lo infiltra, y entonces el agua escurre”.
Eso sumado al grave problema de uso de herbicidas, señaló “y del furor de limpieza de los campos, de la pérdida de pequeñas parcelas, del afán de convertirse en latifundios, arrancar alambrados y unir campos. Con eso se fue el monte nativo que había en los cercos que funcionaba como retén de las lluvias. Eso se borró. Hoy el campo nativo en Uruguay es de un tres por ciento, cuando era de un cinco hace pocos años”.
Y ese efecto sobre la matriz que recibe las precipitaciones, es el efecto más rápido que está ocurriendo ahora y de ahí lo que pasa, explica. “Llueve y a las cinco horas está crecido el Arroyo de las Vacas, La Picada, El Cerro y Camacho. El agua no infiltra y no encuentra ningún obstáculo hasta el curso de agua. Y si no empezamos a pensar cómo podemos recuperar los pajonales, que funcionan como retén de las lluvias y favorecen la limpieza por contaminación, cómo recuperar el monte nativo, mover de nuevo los suelos y rotar el sistema de siembra directa, vamos a tener más problemas”. Hoy muchos productores y muchos técnicos se están dando cuenta que este sistema es bueno pero no es permanente, dice.

Las ciudades afectadas
Las ciudades que están en las cuencas como Carmelo “se van a ver afectadas. Hay un tema global al que no escapa Uruguay, y podemos intervenir en la forma en que afrontamos el cambio climático, cómo nos adaptamos. Si no, cada dos o tres años vamos a tener crecidas grandes del arroyo, con barcos o sin barcos”.
Se pueden ver en internet videos sobre cómo reacciona el suelo quemado por el herbicida, un suelo con pradera y un suelo con monte nativo, frente a una lluvia. Está claro que el monte nativo retiene más agua.
Un detalle importante, agrega, “es que esa agua arrastra la mejor parte del suelo, eso es lo peor, y el tiempo que le lleva a la naturaleza recuperar eso. Recorrí varios campos después de la lluvia del 15 de diciembre y me asustó cómo quedaron esos campos. Totalmente lavados. Eso quedó en el fondo del arroyo, del río o se fue para el océano”.

EL ECO digital - Nueva Palmira - URUGUAY - 21 enero 2019