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En Argentina, el hidrógeno verde y Vaca Muerta, ¿pueden convivir?

No existe un único camino para abandonar el carbono. Sin embargo, algunas opciones para la transición energética pueden ser incompatibles o no, depende de la realidad de cada país.La Conferencia de las Partes de la Convención de la ONU sobre Cambio Climático (COP26) de Glasgow reúne a los principales líderes de todo el mundo para negociar y planificar estrategias para resolver el desafío más grande que hoy enfrenta la humanidad: la crisis climática y ecológica.

La importancia de esta Cumbre del Clima radica en que las acciones que se tomen durante esta década determinarán nuestras posibilidades de resolver -o no- este inmenso desafío.

Motivada por la urgente acción climática, la transición energética se encuentra en el centro de la agenda global. “Para prevenir un colapso ecosistémico, la decisión más importante de la humanidad será su elección de usos energéticos, lo que abrirá una nueva etapa en su historia”, señala el investigador checo Vaclav Smil, la persona que más sabe de energía en el mundo según la revista Science, además de ser el autor vivo preferido de Bill Gates.

La transición energética implica una reconfiguración masiva en la forma en la cual las sociedades se organizan para obtener, transformar y utilizar energía. Entre otras cosas, implica modificar la infraestructura energética, “la más grande y compleja que haya creado la humanidad”, apuntó Smil. El abandono de los combustibles fósiles implicará cambios profundos en las sociedades, ya que estos son el ingrediente principal de la dieta que alimenta al metabolismo de los sistemas socioeconómicos. Su consumo abasteció la expansión de las sociedades industriales, al tiempo que se volvió la principal causa de la actual crisis climática.

Sin dudas, no es posible hablar de transición energética sin hablar de geopolítica. Desde nuestras latitudes surge la incógnita de cómo afectará en el sur del planeta este cambio global. Una alternativa es impulsar las capacidades tecnológicas mediante el aprovechamiento de las fuentes naturales disponibles, buscando generar beneficios socioeconómicos más amplios. El doctor en Física Diego Hurtado, secretario de Planeamiento y Políticas del Ministerio de Ciencia de la Argentina, señala que para los países latinoamericanos, la forma de avanzar en la descarbonización de sus economías marcará la diferencia entre profundizar su histórico rol como proveedores de materia prima o el de dominar las nuevas tecnologías energéticas para transformar sus matrices productivas.

En este contexto, cabe preguntarse con qué elementos cuenta la Argentina para hacer de la transición energética un proceso virtuoso en términos sociales, económicos y ambientales. En el escenario aparecen al mismo tiempo el hidrógeno, los hidrocarburos y las energías renovables. A simple vista, no queda claro si entre ellos se abrazan o si lo que parece un abrazo es, en realidad, un estrangulamiento colectivo. La incógnita radica en si es posible que todos sean parte de la misma película o si la existencia de uno invalida la presencia del resto.

Los caminos de las transiciones energéticas

La coexistencia de elementos que a simple vista parecen contradictorios dependerá de la existencia de un plan que los integre de forma coherente, definiendo el rol que cada elemento tendrá en el complejo sendero hacia un horizonte de descarbonización.

Los lineamientos para la transición energética de la Argentina se esbozan en “Lineamientos para un plan de transición energética al 2030″, aprobados por la Secretaría de Energía de la Nación en la Resolución 1036/2021.

Según el informe, en primer lugar, es necesario aclarar que no existe un único sendero de descarbonización. Por tal motivo, el G20 adoptó el concepto de “transiciones” (en plural), enfoque sugerido por la Argentina durante 2018, en el cual se reconoce que “los países disponen de diferentes vías para alcanzar sistemas energéticos más limpios, mientras promueven la sostenibilidad, la resiliencia y la seguridad energética. Cada miembro del G20, de acuerdo con su etapa de desarrollo, cuenta como punto de partida con un sistema energético singular y diverso con diferentes recursos energéticos, una dinámica particular de la demanda, tecnologías singulares, distintos capitales, geografías específicas y culturas diferentes”.

Esto implica que cualquier agenda de transición energética debe comenzar analizando el punto de partida. En Argentina, esto implica no sólo considerar el delicado contexto socioeconómico pospandemia, sino también analizar cuáles son los recursos energéticos y las trayectorias de desarrollo de tecnologías asociadas a diferentes fuentes energéticas.

En este sentido, en la Argentina, la presencia de generación hidroeléctrica y nuclear, la nula incidencia del carbón y las grandes potencialidades en materia eólica y fotovoltaica configuran una matriz diversa en fuentes bajas en emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). A pesar de estar dominada por los hidrocarburos (85%), la matriz energética argentina genera menos emisiones que el promedio global por cada unidad de energía generada. Esto se debe al hecho de que, a diferencia del resto del mundo donde el carbón tiene un importante predominio, en la Argentina es el gas natural el combustible que domina la matriz.

Dado que la matriz energética es un vector central del desarrollo socioeconómico, la política económica y la energética deben tener un enfoque conjunto y articulado. Es por ello que, “la transición energética debe ser justa, asequible y sostenible teniendo simultáneamente consistencia social, macroeconómica, fiscal, financiera y de balanza de pagos”, expresa el documento del Secretaría de Energía argentina.

La incorporación de energías renovables atiende sin dudas al objetivo de descarbonización, pero el desarrollo de las cuencas productivas de hidrocarburos permite dotar de estabilidad al sistema, abastecer de energía asequible a la población y obtener los recursos necesarios para financiar la transición, ya que la energía que no se produce en el territorio se importa.

Así, el documento plantea siete lineamientos estratégicos que buscan darle una complementariedad a los distintos ejes. Entre ellos, se encuentran tanto la 1) incorporación de energías bajas en emisiones, como 2) el desarrollo de cuencas productivas de gas natural y 3) la elaboración de una “Estrategia Nacional para el desarrollo del Hidrógeno”. Todos estos elementos buscan ser parte coherente de una visión integral.

Respecto al primer punto, se plantean escenarios donde al menos el 90% de la potencia eléctrica que se incorpore de cara al 2030 provenga de fuentes limpias en emisiones de gases de efecto invernadero. Esto les permitiría en su conjunto desplazar a los combustibles fósiles como principal fuente de generación de energía eléctrica, algo que no sucede desde fines de la década de los 80′. Combinado con medidas de eficiencia, se estima que estas acciones podrían reducir las emisiones del sector eléctrico en al menos un 50%.

Al mismo tiempo, el segundo punto del informe gubernamental plantea la necesidad de que “Argentina se transforme en un proveedor de gas natural a escala regional y global”, colaborando tanto a la viabilidad de la transición energética propia como la de otros países. Esto cobra relevancia tanto en el contexto de crisis energética global actual -donde en el mundo falta gas-, como en el contexto futuro, dado que este combustible se complementa con las energías renovables, actuando como “energía de respaldo” ante su la intermitencia de las mismas.

Para todo esto, se deberán desarrollar distintas cuencas productivas, en conjunto con la infraestructura de transporte necesaria. Dado que casi la mitad del gas natural consumido en el país proviene de Vaca Muerta, esto implica necesariamente un impulso a su producción.

Por último, se plantea el desarrollo de una hoja de ruta para impulsar un complejo productor y exportador de hidrógeno como nuevo vector energético que pueda ser preponderante en nuestra matriz en el largo plazo, pero para lo cual se necesitarán grandes recursos para financiarlo en el corto y mediano plazo. Esta perspectiva favorable es potenciada tanto por la trayectoria de la Argentina en la industria gasífera como por las oportunidades de generación de energías renovables.

Así, es posible comprender cómo cada elemento podría tener un rol dentro de un plan común, esta idea se vislumbra en parte de las conclusiones del documento oficial: “Se evalúa la posibilidad de un desarrollo de las energías renovables no convencionales en base a las capacidades nacionales y el desarrollo de un sector hidrocarburífero más limpio y eficiente, que asimismo aporte a la transición energética regional y global por medio de la exportación de recursos menos intensivos en emisiones de GEI por unidad de energía. Entender a estos sectores no como antagonistas, sino como complementos estratégicos debería constituir la base de una transición ordenada y sostenible”.

El proceso de transición energética implica un cambio estructural en los sistemas de abastecimiento y utilización de la energía, lo cual tiene consecuencias inciertas en los modos de organización social. Nadie sabe cómo lucirá una sociedad moderna postfósil en el largo plazo. Como señala la filósofa inglesa Susan Griffin, “las sociedades enfrentan dos límites: uno impuesto por los límites del mundo natural, y otro por los límites de su propia imaginación”.

*Juan Ignacio Arroyo es Economista (UNLP & HHN). Especializado en Energía y Ambiente. Docente y divulgador

Imagen de portada: Para disminuir el uso de combustibles fósiles, la transición energética implica una reconfiguración masiva en la forma de obtener, transformar y utilizar energía

UYPRESS -Montevideo - URUGUAY - 08 Noviembre 2021