ECONOMÍA
La “revolución forestal” que no fue: el negocio de la madera que Argentina dejó pasar y aprovecharon Brasil, Chile y UruguayLa última inversión de peso en esta actividad fue hace casi 40 años.
En los últimos 15, mientras los vecinos recibieron USD 37.000 millones, el país no recibió nada.Desde 2006, la balanza externa del sector acumuló un déficit cercano a los USD 10.000 millones.
En 2004, cuando Néstor Kirchner decidió incumplir el Acuerdo de Complementación Económica entre la Argentina y Chile, cuyo protocolo número 2 establecía las bases de interconexión gasífera entre ambos países, y cortó las ventas de gas al país trasandino, asestó un fortísimo golpe a las chances de desarrollo de un sector que desde entonces registra un saldo negativo de casi USD 10.000 millones para la Argentina: la industria forestal y el complejo de celulosa, papel y madera.
Por Sergio Serrichio
CMPC, una empresa chilena del grupo Matte, el tercero más grande de Chile, había iniciado un proceso de adquisiciones e inversiones para aprovechar el enorme potencial foresto-industrial y empezado a plantar pino en la Mesopotamia argentina, paso previo a una inversión de más de USD 1.000 millones en la construcción de una planta de celulosa y papel, que abortó definitivamente.
¿La causa? En Chile, los Matte se habían asociado a la belga Tractebel para construir centrales térmicas que alimentarían el Sistema Integrado del Norte Grande (SING) del país trasandino. Sin el gas argentino, el proyecto debió reformularse y se demoró varios años. “Ni un dólar más a la Argentina”, decidieron entonces Bernardo y Eliodoro Matte, y el proyecto de CMPC se truncó.
CMPC, una empresa chilena del grupo Matte, había iniciado un proceso de adquisiciones e inversiones para aprovechar el enorme potencial foresto-industrial de la Argentina y empezado a plantar pino en la Mesopotamia, pero el proyecto por USD 1.000 millones se truncó
La Argentina, con su enorme potencial forestal en la Mesopotamia, en especial en Corrientes, disputó luego con Uruguay la inversión para la planta de pasta de celulosa de la finlandesa Botnia y cuando el proyecto enfiló a Uruguay se desató el conflicto que cortó por largo tiempo el puente entre Gualeguaychú y Fray Bentos, agrió las relaciones bilaterales y terminó encumbrando a Romina Picolotti, apadrinada por el entonces jefe de Gabinete, Alberto Fernández, como secretaria de Ambiente del kirchnerismo. Luego, cuando el periodista Claudio Savoia desnudó los abusos presupuestarios y el nepotismo de Picolotti, el hoy presidente defendió a la funcionaria y trató a Savoia de “pseudoperiodista”.
El corte del gas a Chile y el caso Botnia fueron dos baldones para el desarrollo de un sector clave. Los vecinos, agradecidos. Por caso, la planta de Botnia (hoy UPM) en Uruguay se agrandó, se construyó una segunda y se inició una tercera. ¿Y la Argentina? Desde 2005, precisó Jorge Vasconcelos en una reciente charla con el ex ministro de Economía Jorge Remes Lenicov, Brasil, Uruguay y Chile recibieron USD 37.000 millones en inversiones forestales, mientras lnuestro país no recibió un solo dólar.
Entre 2006 y 2018, el sector foresto industrial tuvo una balanza comercial negativa de USD 7.617 millones de dólares. Sumados al déficit de USD 511 millones en 2019 y de USD 540 millones en 2020, fueron USD 8.601 millones en rojo y mucho más en papel. Todo después de cortarle el gas a Chile y generar el conflicto por Botnia
Peor aún, el país acumula, desde 2006 a la fecha, un déficit externo del sector de nada menos que USD 8.668 millones, gracias a un déficit gigante en papel y un pequeño superávit maderero, pues -paradójico resultado de un sector político que habla mucho de “valor agregado”- la Argentina exporta rollos de madera, en gran parte a China, para que allí hagan celulosa y papel, pero no ha casi invertido en producir más y procesar una materia prima renovable para la que tiene condiciones excepcionalmente favorables.
La última inversión significativa en el sector forestal, para la producción de celulosa y papel, fue hace casi 40 años, cuando en 1982 se inició el proyecto Alto Paraná, que el grupo chileno Arauco compró en 1996.
“Desde entonces, hubo algunos avances en plantación, algunas adquisiciones de tierras para forestación, pero inversiones “Greenfield” (esto es, plantas nuevas) no hubo ninguna”, destacó Claudia Peirano, directora de la Asociación Forestal Argentina (AFoA), una de las entidades que junto a la Asociación de Fabricantes de Celulosa y Papel (AFCP), la Federación Argentina de la Industria Maderera y Afines (Faima) y la Asociación de Fabricantes y Representantes de Máquinas, Equipos y Herramientas para la Industria Maderera (Asora) integran el Consejo Foresto-Industrial Argentino: Confiar. “Está toda la cadena junta para impulsar las medidas de un Plan Estratégico: no podemos seguir demorando esto que tanto le cuesta al país en divisas y empleo”, dijo Peirano a Infobae.
“Está toda la cadena junta para impulsar las medidas de un Plan Estratégico: no podemos seguir demorando esto que tanto le cuesta al país en divisas y empleo” (Peirano)
Pero confiar es precisamente lo más difícil, según la ven desde afuera. El Plan Forestar 2030, para llevar de 1,3 a 2 millones de hectáreas la superficie de bosques cultivados, movilizar USD 7.000 millones de inversión, generar 160.000 nuevos empleos y exportar hasta USD 2.500 millones anuales de productos forestales, fue sometido, a través del BID, a una auditoría de Afry, la principal consultora forestal del mundo (producto de la fusión de los dos gigantes del sector, la alemana AF y la finlandesa Poiry).
En su “resumen ejecutivo” Afry dice que “la volatilidad histórica del crecimiento económico y la acumulación de obstáculos institucionales han obstaculizado el desarrollo del país”. La Argentina, prosigue, tiene abundantes recursos naturales y tierras aptas pero “el desarrollo industrial asociado al sector forestal está estancado, habiendo experimentado solamente en crecimiento en el desarrollo de la base forestal”, esto es, solo extracción de madera.
“Los beneficios del bajo costo de la madera y la alta productividad forestal no compensan un entorno operativo débil, lo que hace menos atractivo para las inversiones. Históricamente, la Argentina ha tenido costos altamente competitivos por la madera industrial, independientemente de la coyuntura macroeconómica ... la competitividad de costos se debe principalmente a la productividad de las plantaciones de rápido crecimiento en el país” y si bien cuenta con un plan Estratégico Foresto-Industrial “no cuenta con la norma jurídica de ley”, dice la consultora internacional, que mensura la ventaja natural pero la balancea con la falta de estabilidad económica y seguridad jurídica.
“La volatilidad histórica del crecimiento económico y la acumulación de obstáculos institucionales han obstaculizado el desarrollo del país” (Afry)
La Argentina -precisa al respecto- “tiene condiciones naturales óptimas” y “zonas de alta productividad forestal (la Mesopotamia) que permiten turnos de corta (talado) de 9 a 15 años en promedio (en países nórdicos es de 30 a 45 años) y suelos aptos que no compiten con la agricultura ni zonas de bosques nativos”.
Esto es, en la Argentina llevar a producción bosques cultivado de pinos, eucaliptus y álamos (el pino encuentra un ámbito muy propicio en Misiones y el norte de Corrientes, el eucaliptus da excelente en entre Ríos y centro-sur de corrientes y el álamo, además, del sauce, crece veloz en el Delta) requiere entre un tercio y un cuarto del tiempo que en los países nórdicos, las viejas potenciales forestales del mundo. Además, dice, desarrollar esas oportunidades aliviaría la presión sobre los 53,6 millones de hectáreas de bosques nativos, cubriría el 95% de la demanda local de materia prima para las industrias de base forestal y, asociado al desarrollo industrial, permitiría exportar hasta USD 2.500 millones anuales.
“Argentina tiene una balanza comercial negativa en papeles, un déficit habitacional que puede ser atendido con construcción en madera, la posibilidad de expandir la producción de muebles y el uso de energía renovable en forma de chips y pellets, así como capacidad tecnológica para la innovación en biomateriales”, dice a su vez el Plan Forestal, que permitiría aprovechar una creciente demanda internacional de productos de base de madera: tanto en productos tradicionales (celulosa, ciertos papeles, muebles) como en nuevas aplicaciones en construcción con madera y biomateriales impulsadas por su capacidad de substituir productos no renovables y asociados a una alta emisión de gases de efecto invernadero como los plásticos, cemento, ladrillos y combustibles fósiles.
Ojo ciego
Otro pasaje del informe señala un ojo ciego estructural: “un aspecto importante en las inversiones de capitales internacionales está relacionado a la tenencia y propiedad de la tierra. Los demás países de la región también cuentan con restricciones con relación a la extranjerización de la propiedad de la tierra. Sin embargo, existen asimismo alternativas que no impiden la industrialización del sector, como ser, la autorización de adquisición de tierra siempre u cuando tengan un proyecto industrial asociado”.
En las últimas décadas, la Argentina avanzó en la dirección opuesta. En 1960 era el segundo productor de celulosa en la región – casi a la par de Brasil-, y la producción de Chile y Uruguay era mínima. Hacia 2016, Brasil se había convertido en el segundo exportador mundial de celulosa, Chile en el quinto y Uruguay en el décimo. Argentina, como ya se dijo, tuvo su última inversión en planta de celulosa en 1982, hace casi cuatro décadas.
En 1960, Argentina era el segundo productor de celulosa en la región – detrás de Brasil-, y la producción de Chile y Uruguay era mínimas. Para 2016, Brasil se había convertido en el segundo exportador mundial de celulosa, Chile en el quinto y Uruguay en el décimo
Afry aconseja un plan de desarrollo en fases, en cuya segunda etapa debería incluir “una fábrica swing para celulosa Kraft y de disolución, de escala global, con la posterior integración a viscosa y productos textiles. La fase de expansión también considera el incremento del consumo de madera en el sector de la construcción”.
¿De qué se trata? “Las inversiones en Uruguay apuntaban específicamente a China, y ahora favorecen a Paraguay que con el aporte de capitales suecos y finlandeses anunció una inversión de USD 2.000 millones”, explicó Peirano a Infobae. “Botnia nos terminó de sacar del mercado mundial. Esto requiere credibilidad”.
La Argentina exporta rollos (troncos) e importa los productos de mayor Valor Agregado. “El déficit viene por la importación de papel, en especial los papeles marrones, que se usan para embalaje, tienen gran demanda industrial y su crecimiento se aceleró desde la pandemia, por el avance del comercio digital. Esos papeles se hacen con fibra larga (la “planta swing para celulosa Kraft” que menciona Afry) donde tenemos superávit y ventajas comparativas; tenemos los árboles crecidos, las posibilidades de expansión, lo que nos falta es la planta de procesamiento, la inversión. En China no pueden hacer crecer el pino como la Argentina y nos compran rollos de pino y ahora quiere comprarnos Paraguay, para hacer papel de embalaje, dijo Peirano.
La Argentina exporta rollos (troncos) e importa los productos de mayor Valor Agregado. “El déficit viene por la importación de papel, en especial los papeles marrones (Peirano)
Otros productores locales son Papel Prensa, que readaptó su planta para producir más papel marrón (y menos de diario) y Arcor, que es además el principal consumidor local, a partir de comprar Papel Misionero, una ex empresa provincial, luego del grupo Bemberg, a quien se la compró la empresa de la familia Pagani. También Ledesma tiene proyectos. Son pases de mano, adaptaciones, procesos chicos. Faltan las grandes plantas, que vienen de la mano de inversores extranjeros o grandes cuotas de financiamiento.
En otras palabras, estabilidad, seguridad jurícica, confianza en el futuro y en las reglas del juego.
Daniel Saramaga, CEO de Patagonia Flooring, dijo a Infobae que el sector de madera y construcciones atraviesa un excelente momento en cuanto a demanda. En todo el mundo, explicó, los tres principales rubros de consumo de las clases alta y media alta son turismo, autos y construcción y embellecimiento de sus viviendas. “El turismo se desplomó, en el sector automotor hubo escasez de oferta y sobreprecios, y ese poder adquisitivo se canalizó en gran medida a pequeñas construcciones y mejoramiento de casas y departamentos”, dijo el empresario.
Hoy día, agregó Saramaga, en línea con las explicaciones de Peirano, “mucha producción primaria de madera se está exportando, pero la industria local es reacia a emplear más personal debido a medidas como la prohibición de despido y la doble indemnización y porque nadie sabe cuánto puede durar el veranito”.
Además, dijo, “la operación está pesada, cuesta mucho -por caso- conseguir y mover las importaciones necesarias”.
En ese contexto las empresas de muebles viven un muy buen momento, pero no quieren llamar la atención. “No es solo nuestro sector -dijo un fabricante consultado- también la industria farmaceútica está pasando un muy buen momento con el consumo de ansiolíticos, por la pandemia, pero nadie quiere llamar la atención, para que el Estado no venga a rapiñarte con más impuestos”.