Sobre los compromisos climáticos de Chile en materia de bosques
Hasta el 02 de diciembre está abierta la consulta ciudadana para presentar observaciones a la propuesta de los compromisos determinados nacionalmente (NDC de su sigla en inglés) de Chile. Con ellos, Chile informará a las otras 195 Partes qué medidas a corto, mediano y largo plazo tomará para reducir los gases con efecto invernadero y aportar así en limitar el calentamiento de la Tierra por debajo de 1,5°C con respecto a los niveles preindustriales para cumplir el Acuerdo de París y los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
En su propuesta en evaluación en materia de uso de la tierra, cambio del uso de la tierra y silvicultura, Chile compromete el manejo sustentable y la recuperación de 200.000 hectáreas de bosques nativos al año 2030. Propone también forestar, en suelos de aptitud preferentemente forestal y/o en áreas prioritarias de conservación, 200.000 hectáreas de bosques, de las cuales, al menos 100.000 hectáreas corresponderían a cubierta forestal permanente, y de esas, al menos 70.000 hectáreas deben ser con especies nativas. Por último, Chile propone reducir las emisiones del sector forestal por degradación y deforestación del bosque nativo en un 25% al 2030, considerando las emisiones promedio entre el período 2001-2013.
La sostenibilidad de los planes de manejo aprobados por CONAF es cuestionable, considerando que entre el 2008 y el 2018 aprobaron 1.189 planes de manejo de corta de bosque nativo con fines agrícolas entre las regiones de Coquimbo y La Araucanía, equivalentes a una superficie de 19.998 hectáreas, autorizando así la sustitución de bosque nativo para uso agrícola.
En materias de forestación, la meta contempla 130.000 hectáreas con especies exóticas, a pesar de que las plantaciones forestales de pinos y eucaliptus profundizan los efectos del cambio climático, disminuyendo la provisión hídrica, promoviendo procesos erosivos de suelos y la sedimentación en cursos de agua, son susceptibles a plagas y son usos de la tierra preferentemente sujetos a incendios y facilitadores de su propagación. Los tipos de suelos elegidos para la forestación son suelos de aptitud preferentemente forestal, que contemplan una amplia variedad de suelos, mientras que las áreas prioritarias de conservación no están definidas en los principales instrumentos legales, lo que genera incerteza respecto a las implicancias tras esta meta.
Por otra parte, los cálculos de emisiones de la degradación y deforestación tienen deficiencias, ya que no contabilizan emisiones cuando la corta del bosque nativo es programada y se contabiliza como degradación el cambio de uso de suelo de bosque nativo a plantación es contabilizado, cuando en la realidad, se ha sustituido el bosque nativo por un monocultivo de una especie exótica. Es lamentable que esta meta se establezca en términos de emisiones y no como un compromiso ambicioso y urgente con la reducción efectiva la degradación y deforestación del bosque nativo y de los ecosistemas nativos a nivel nacional.
El compromiso debiera contemplar el incremento de la superficie total de bosques nativos y de ecosistemas naturales a nivel nacional, priorizando de manera participativa con actores locales las áreas que requieren restauración de ecosistemas nativos para recuperar los servicios ecosistémicos perdidos y otorgar múltiples beneficios asociados, como la provisión hídrica, la regulación del clima, la protección de los suelos de la erosión, la protección de los cauces o la heterogeneidad del paisaje.
Tenemos el deber de tomar acciones urgentes para abordar la crisis climática, la desertificación, la degradación de la tierra y la seguridad alimentaria generando desarrollo social, económico y ecológico en los territorios. Acciones en esa línea pueden contribuir a la erradicación de la pobreza y a generar mayor resiliencia en los asentamientos humanos más vulnerables. La agricultura campesina y tradicional, la agricultura regenerativa, las prácticas agroecológicas, el manejo del bosque cercano a lo natural, los sistemas agroforestales y la ganadería holística son alternativas de bajo costo que en el corto plazo pueden traer múltiples beneficios sociales, económicos y ecológicos, ya que contemplan la captura de carbono en el suelo, se recupera la vida de los suelos, se detienen y revierten los procesos erosivos y de desertificación, favoreciendo la retención e infiltración del agua, se favorece la seguridad y la soberanía alimentaria con alimentos sanos, nutritivos y libres de tóxicos y se generan oportunidades de desarrollo y cooperación y de fortalecimiento de economías locales.
La vida humana y el bienestar de la humanidad se sustenta en los ecosistemas naturales. La planificación participativa y estratégica de los paisajes para conservar y restaurar las funciones de los ecosistemas y asegurar el bienestar de las personas permite reducir costos e incrementar la resiliencia frente al cambio climático.