tabare agerreY un día se fue Tabaré Aguerre, un ministro con visión estratégica del país

Uruguay tuvo durante el inédito tiempo de ocho años, un secretario de Estado que apostó al futuro

Luego de idas y venidas, Tabaré Aguerre dejó el lunes pasado –15 de enero– el cargo de ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, que ejerció desde el 2 de marzo de 2010, un mandato inédito en la historia del país.
Pedro Silva
Un período tan largo es imposible resumirlo en un espacio tan corto, pero podría resumirse en lo que buscó: implantar una visión estratégica de país, generando pensamiento y acción con base en una trilogía que el propio Aguerre puso sobre su mesa de trabajo: agenda, equipo y liderazgo.

Luego de un primer período de mandato, el presidente Tabaré Vázquez elogió su trabajo y, con esa base, le ofreció continuar. Sin embargo, los tiempos fueron cambiando y las necesidades fueron otras.

Con el mismo equipo –solo cambió al director de Servicios Agrícolas y luego se jubiló el de los Servicios Ganaderos–, Aguerre le dio una mayor importancia a la inserción internacional, de la mano de un desafío de apertura de nuevos mercados para un país netamente exportador de su producción primaria.

El lógico desgaste comenzó a mellar sus energías. El discurso crítico hacia el gobierno de Ricardo Reilly, presidente de la Asociación Rural, en la Expo Prado 2016, y la sospecha pública de haberse beneficiado del Fondo Arrocero por ser ministro y productor, lo llevaron a madurar la idea de que había llegado la hora de volver a casa.

Fueron ocho años que se extrañarán
Conocí a Tabaré Aguerre en la tercera salida de los viernes luego de su asunción como ministro de Ganadería. Fue el 19 de marzo de 2010, a la hora 8, cuando bajó del auto oficial en la puerta de la cooperativa Sofoval, en Colonia Valdense, para iniciar una recorrida por la zona por un proyecto de riego mediante una represa multipredial. Camisa blanca y rayas, bombacha de campo y alpargatas, termo y mate. Fue una invitación de Cooperativas Agrarias Federads (CAF).

Le estreché la mano, me presenté y siguió. Recorrimos un tambo con cultivos y un predio con frutales. Los productores le contaron sus historias, que él anotaba en un papelito blanco que llevaba en el bolsillo de la camisa junto a la lapicera.

Al terminar la recorrida, en el local de Sofoval escuchó la propuesta de represa multipredial, elaborada por estudiantes de ingeniería como tesis final de la carrera.

Luego de escuchar a todos, Aguerre tomó la palabra y dio una clase con base en lo que había escuchado de cada productor y en cada predio. Los detalles que se le podían escapar, los miraba en el papelito. Fue la primera vez, a 19 días de haber asumido como ministro, que lo escuché. Como periodista, yo también me fui contento porque podía contar a los lectores de El Observador los caminos que buscaba transitar Aguerre en su gestión.

CAF me volvió a invitar al poco tiempo para otra visita de Aguerre, esta vez a la cooperativa El Fogón. En la puerta estacionó y volví a saludarlo y él siguió. Después de recorrer las instalaciones salió la caravana de autos rumbo a las afueras de Sarandí del Yi, rumbo a Blanquillo, pero se dobló cerca por un camino vecinal hasta un predio con producción ovina. Luego de compartir un cordero (el propio Aguerre sacó un facón del cinto y probó la carne en una parrilla en el suelo), vino la charla donde el ministro contó que su padre era odontólogo y también se llamaba Tabaré. Y tenía la esperanza de que su hijo fuera dentista como él. La anécdota sirvió porque en el patio había hablado con los hijos del dueño del establecimiento sobre la vocación vinculada a la necesidad de tener gente joven en el campo.

Las dos anécdotas sirven para señalar una de las características que tuvo la gestión de Aguerre: decir lo que se piensa y hacer lo que se dice, fue su eslogan. Con lo primero, disfrutó de auditorios cautivos por sus vastos conocimientos y la claridad y contundencia para expresarlos. Con lo segundo, sufrió en la medida que no podía concretar alguno de sus desafíos, algo normal en la política.

Cuando el ex presidente José Mujica lo eligió “porque lo venía siguiendo” y le gustaba lo que hacía –como arrocero y gremialista–, Aguerre reconoció que se miró al espejo y se dijo: “Es el momento de hacer lo que siempre dijimos que había que hacer”.

Tuvo muchos logros y siempre es subjetivo elegirlos, pero me resulta mejor recordarlo actuando en cada lugar al que pude seguirlo: en Tacuarembó con la necesidad de incrementar la producción de carne por hectárea; en Salto mostrando a la embajadora de EEUU la fruta cítrica para abrir el mercado; en Colonia, celebrando en La Estanzuela los 100 años de investigación agropecuaria en Uruguay.

En Soriano, inaugurando la Expoactiva arriba de un tractor; en Expo Prado divulgando las políticas oficiales, pero dándole para adelante a los avances de la prestigiosa genética uruguaya.

Llegando una mañana calurosa a celebrar en las afueras de Florida los 25 años del campo de recría de la Sociedad de Productores de Leche y partir luego a inaugurar un curso sobre riego en la escuela agraria de Sarandí Grande. La lista es larga, pero por fin elijo dos que bien pueden ilustrar sus anhelos.

Primero: la foto que ilustra esta página, cuando llegaba a Salto en noviembre de 2013 con el subsecretario de Agricultura de EEUU, Edward Avalos, y en la rotonda dio vuelta atrás para meterse en una playa de estacionamiento con un camión de doble caja cargado de ovinos. Trepado con Avalos para mostrar lo bueno de la producción uruguaya. Segundo: el comentario privado cuando tras presentar la trazabilidad y las bondades de la carne uruguaya en la Expo Milano y llegó la noticia de que China había detenido cuatro contenedores con grasa en mal estado: “Hay que ligar mal, Pedro”

Diario EL OBSERVADOR - Montevideo - URUGUAY - 19 enero 2018